Octavo intento: 20 años

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El hombre de cabello rizado se removió en la cama y un gran dolor de cabeza lo consumió. Gruñó en voz alta e intentó recordar que había sucedido la noche anterior como para estar de aquella forma, en busca de alguna explicación coherente de su malestar tan potente, pero nada. Ningún recuerdo vital, ni siquiera sabía cómo llegó a casa, sólo recordaba que llevó a rastras a Joaquín al club por Naveen, nada más.

Joaquín lo asesinó con su enmielada mirada. Él había despertado hace más de una hora y bebía un café sentado en una silla de la habitación de Emilio. Sólo observaba sus espaldas, mientras él estaba sentado con sus codos apoyados en sus piernas, dedicándole toda la frustración que tenía en su cuerpo y mente.

Emilio se removió y finalmente se volteó con sus ojos apenas abiertos, en aquel momento notó que Joaquín estaba en su habitación y el menor, ante el contacto visual, le sonrió falsamente.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó bebiendo de su café y el de cabello rizado comenzó a sentarse en la cama con lentitud.

—No recuerdo ni cómo llegamos a casa...

Joaquín observó su café e intentó guardar la calma, a pesar de que estaba a un segundo de reventar.

Siempre sus padres le habían inculcado el consentimiento y en su mente jamás podría vivir con la culpa de obligar a hacer a alguien algo en contra de su voluntad, o en este caso, algo cuando no está en las facultades de decidirlo o no.

Por supuesto que Joaquín no le realizó sexo oral a Emilio en tal estado, jamás se aprovecharía de él de esa forma. Sólo se había arrodillado frente a él para ayudarlo a desvestirlo y llevarlo a  su cama, con aquello ya se sentía sumamente culpable, ni quería imaginarse sus sentimientos negativos si hubiese sucedido algo.

Pero se arrepintió aquella mañana cuando recordó que Emilio le había robado un beso cuando estaba más que drogado por la maldita anestesia de la operación. Él sí se había aprovechado de él en un estado vulnerable.

Joaquín estaba frustrado porque finalmente había encontrado a alguien que lo hiciera olvidar poco a poco a Emilio, que era totalmente distinto, que lo ayudaba a sentirse vivo, pero justamente ayer a Emilio se le ocurrió volver a colarse en su mente como sólo él sabía hacerlo, cuando justo él había dado 2 pasos hacia adelante, ahora retrocediendo 7.

—Tomamos un taxi porque estabas demasiado mal. Saqué la conclusión de que confundiste tu vaso con el de Naveen y te tomaste el suyo que tenía LSD. Tu primer viaje debía ser en un lugar seguro, así que te traje aquí —le informó el castaño y Emilio asintió, aún confundido y con aquel dolor tan discapacitante.

—Gracias por cuidarme — murmuró dedicándole una sonrisa a Joaquín, quien negó quitándole importancia.

—Alguna vez se tenían que invertir los papeles —se encogió de hombros, suspirando aún con algo de frustración en su cuerpo —Pero me siento en paz porque no soy como tú...

Se la iba a lanzar, iba a dejar que la bomba que tenía una cuenta atrás explotara en la habitación y no le importaba. No era justo que él fuera a pensar todo el día acerca de lo que casi sucede la noche anterior y Emilio no, como tampoco era justo dejar pasar tal oportunidad. Naveen lo ayudaría a superar a Emilio, era una meta concreta que se había planeado.

—¿No eres como yo? ¿En qué aspecto hablas? ¿De qué hablas? —preguntó el de ojos negros, observando cómo Joaquín se ponía de pie y le tendía el resto de café que tenía la taza y que no tenía deseos de beber.

—Que yo no me aprovecho de ti cuando estás drogado, en cambio, tú sí —lanzó, viendo como el rostro de Emilio se deformaba, sintiendo el orgullo dominándolo.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora