Décimocuarto intento: 22 años.

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¿Pedir permiso para jugar corre que te atrapo? No existe.

¿Recuerdos de despertar de la operación por apendicitis? Sólo la fea cicatriz.

¿Lesión en el tobillo por una caída de la pared de escalar? Ni siquiera un moretón.

¿Algún recuerdo de ese camping que terminó en una desastrosa caída y su clavícula rota? Otra fea cicatriz.

¿Sus intentos al salir del clóset? No recuerda ningún apoyo, sólo su catastrófica caída con el resultado de su cadera fracturada.

¿Alguna cena con su primer novio? Sólo recuerda que fue incómoda, sin ningún incidente.

¿Problemas cardíacos? Ni siquiera recuerda la ayuda de alguien, sólo la horrible cicatriz que adorna su pecho.

¿La muerte de su madre? Naveen para él.

Y recuerda, finalmente logra recordar que estaba en el club viendo a Naveen y que cayó de espaldas, golpeando su cabeza.

Nada más, intenta repasar cada minuto de su vida y no logra conectarse con aquel chico de cabello rizado y ojos negros que está frente a él, al lado de su novio. Se nota angustiado, nervioso e incluso Joaquín podía apostar que pronto lloraría.

—Lo siento, no sé quién eres, no logro recordarte —murmura con sinceridad, sintiéndose profundamente culpable de haber olvidado tal personaje, pero también, si lo olvidó debió haber sido por alguna razón, quizás se llevaban mal o no era demasiado importante para él.

—¡Mateo! —llamó el desconocido y pronto el enfermero, amigo de Joaquín y guía del infierno, apareció en la sala con una sonrisa gigante en los labios.

Estar de vuelta se sentía demasiado bien.

—Miren quién despertó —sonrió Mateo acercándose a Joaquín, viendo sus signos vitales —El doctor vendrá en un minuto. ¿Algo raro que percibas? ¿Te sientes bien? ¿Algún mareo?

—La verdad es que na... —pero Joaquín fue interrumpido por el desconocido.

—No sabe quién soy, no me recuerda —murmura Emilio y Mateo se voltea claramente alarmado.

—¿Cómo que no te recuerda? —pregunta angustiado y preocupado, sacando de su bolsillo un lápiz con luz que guió a la mirada del castaño, esperando que este siguiera el resplandor —Joaquín, sigue la maldita luz por una vez en tu vida. ¿Cómo que no lo recuerdas? Esto es grave...

Emilio y Naveen se preocuparon de inmediato por el comentario del enfermero, y antes de llenarlo de un millar de preguntas, una nueva persona entró a la habitación del castaño.

—Doctor Diego Ortega para servirles. Soy el encargado del diagnóstico del señor Bondoni —se presenta el rubio y de inmediato Naveen se presenta diciendo que es el novio de Joaquín.

Emilio prefiere guardar silencio.

—¿Cómo te sientes, Joaquín? ¿Algún mareo o dolor? —pregunta con la tablet lista para anotar cualquier preocupación del castaño, pero este niega. No presenta molestias.

—Doctor Ortega —llama la atención el enfermero y el hombre a regañadientes levanta su mirada fulminante —Tenemos una situación con el paciente... no recuerda a Emilio.

Y los colores del rostro del doctor se esfumaron, para observar al castaño que estaba divertido recordando los comentarios que Diego le lanzaba a Mateo en el limbo.

—Ahora sí que el Supremo nos destruye —gruñe el rubio acercándose a Joaquín con un nuevo lápiz de luz, esperando que el ojo miel siguiera el resplandor.

KISSES 「emiliaco」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora