33. Espermatozoides asustados

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Preswen


—Voy a confesarte algo —dice mientras rodea su taza de café con ambas manos—, pero no quiero comentarios al respecto, ¿entendido?

—Entendido, señor.

Me reclino hacia atrás en la cabina y succiono ruidosamente de la pajita. Ya me dijo como dos veces que el café no se toma así, pero a mí me da por el trasero lo que diga en lo que respecta a lo culinario. Además, Tasha me recomendó tomarlo de esta forma para que no me manche los dientes.

Si Xian supiera cuánto sale un blanqueamiento, haría lo mismo.

Estamos en una cafetería abierta las 24 horas. El tour nocturno terminó hace veinte minutos y tuvimos que correr bajo la lluvia hasta encontrar un lugar. Ninguno de los dos quiso ir a casa, así que estamos empapados y medio muertos de frío, de camino a contraer un resfriado.

—Hace mucho tiempo que no me divertía así. —Su cabello parece más rojo que naranja por estar humedecido, enmarcando un rostro que, con esa pequeña sonrisa despreocupada que lleva, luce joven y lleno de energía—. Gracias por eso.

—Puedes pagar la comida de ambos a modo de agradecimiento, y también el taxi que nos llevará hasta mi coche de alquiler, y después podrías darme un poco de dinero por la gasolina que voy a gastar llevándote a...

—Pensé que habías entendido la parte de no hacer comentarios.

Sopla su bebida antes de dar un sorbo.

—Lo entendí porque hablamos el mismo idioma, pero nunca dije que cumpliría con tus deseos.

—Eres tramposa.

—Exactamente por eso te diviertes estando conmigo, tacañito.

Abre la boca para replicar, pero al final se limita a beber más café, sin poder argumentar en contra de ninguna de las dos.

—También me divertí —acepto mientras trato de desarmar un nudo de mi cabello. Debo lucir como un conejo de Angora—. ¿Sería mucho pedir que, pase lo que pase, sigamos viéndonos de vez en cuando? Es decir, una vez que nos separemos de ellos.

Su mandíbula se aprieta un poco y me inclino hasta que mis codos están sobre la mesa. Frunzo el ceño.

—Vas a dejarla, ¿verdad?

—Tal vez le pida un tiempo, pero... —Se rasca la nuca, frustrado—. No lo sé. No quiero tirar tantos años juntos a la basura, y antes de que digas que fue ella quien los arrojó allí para empezar, hay que tener en cuenta que no fui el mejor novio de la historia. No la justifico, pero...

—Aún la amas, lo entiendo. Mismo idioma, ¿recuerdas?

Jamás podría volver a estar con una persona que me engañó porque sé de primera mano que estar con alguien más no es un error, sino una decisión.

Wells puede sentir cosas por mí, pero decidió herirme. Perdió mi confianza. Me pongo en los zapatos de Xian y sé que cuesta hacerse a un lado, en especial cuando se quiere con tanta fuerza y todas las cosas buenas que se compartieron pulsan en la mente en el intento de contrarrestar las malas.

Dar segundas oportunidades depende de cada uno. Creo que es un acto de fortaleza porque vuelves a apostar por un caballo que perdió la carrera, pero soy débil. Si cedo una vez, cederé dos. Luego tres. Perdonaré más de lo que debería.

Se encoge de hombros.

—Siempre lo haré, no importa si al final las cosas no resultan y me toca amar a alguien más.

El elevador de Central ParkWhere stories live. Discover now