64. Llegando A La Ciudad

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Pasaron varios minutos. Ya estaba anocheciendo y estábamos casi por llegar a la ciudad. Mi papá durante el camino no había dicho ninguna palabra sobre lo que nos había pasado hace un rato. Lo veía algo enojado desde que nos fué a buscar en el bosque. Tampoco quería tocarle el tema, sólo lo observaba.

—Ya estamos llegando, chicos —dijo mi papá mirándonos por el espejo, Yael y yo estábamos mirando por la ventana.

Nos asomamos hacia la parte delantera del carro, a lo lejos se veían los edificios luminosos de la ciudad.

—Al fin, ya se me estaba haciendo eterno el camino —le respondí tocándome la rodilla, desde que nos quitamos del bosque tenía un extraño ardor, pero no le había tomado importancia.

—Si no nos hubiésemos retrasado con lo del carro ya estaríamos en nuestro hotel desde hace rato —comentó mi papá—. Por cierto, algo que se me estaba olvidando… ¿Que estaban haciendo hace rato? Me tenían preocupado. Les dije que no se alejen y se fueron dentro del bosque.

—Es que fuimos porque Yael quería hacer del baño, y sin darnos cuenta terminamos muy dentro del bosque al escuchar algo raro en los arbustos, pero era un pequeño animalito.

—Sí, pensamos que era algún mounstro —respondió Yael—. Pero era un bebé jabalí —soltó una carcajada.

—Eso tú lo pensaste, tú eres el miedoso —le dije a Yael, riéndome—. Tú querías ir hacía esos árboles. 

—¡Oye! —Yael frunció la mirada y me golpeó el brazo en modo de broma—. ¡Tú igual tenías miedo!

—Bueno, sí. Pero porqué tú me espantaste con tus gritos.

—Pero eras tú, Emi. Tú gritabas "Corre".

—Bueno, también pero…

—Además, no sé porqué se fueron muy lejos. Ese bosque es peligroso, hay serpientes, insectos, y animales peligrosos —comentó mi papá con la mirada al frente.

—Ves, te lo dije, Emi —añadió Yael.

—Cuando me di cuenta ya se me habían perdido de vista y tuve que ir por ustedes.

—¿Estás enojado por eso, papá? 

—No, no estoy enojado. Solo que me preocuparon mucho.

—Lo sentímos, señor —le dijo Yael, entristecido.

—No, no te preocupes, Yael. 

—Si, papá. Lo sentimos.

—Esta bien, pero qué tal que en lugar de ese animalito era algo más peligroso… ¡Ah, y además ahí se esconde el Chupacabras! —dijo mi papá, sarcásticamente.

Miré a Yael y la expresión de su cara cambió.

—¡No es cierto, es broma! —exclamó mi papá riéndose al ver que Yael estaba creyendo lo que había dicho.

—¿Qué tal que nos lo encontrábamos en ese bosque, Emi? —preguntó Yael, sorprendido.

—Pero no es cierto. No existe… bueno, eso creo. ¿O si, papá? 

—No, chicos. Esas son leyendas. Pero aún así, no deben ir a lugares desconocidos sólos, menos cuando es tarde o son lugares sospechosos —respondió—. Deben ir con un adulto y estár pendientes a todo.

—Esta bien, lo tomaremos en cuenta señor —dijo Yael, con un sonrisa.

—Oye… me está doliendo la rodilla, hace rato no me estaba doliendo y ahora sí —le comenté a Yael, murmurando.

—¿No te habrás lastimado en que te caíste? —preguntó, preocupado mirando hacia mi rodilla.

—Mejor revisa tu rodilla, encenderé la luz —dijo mi papá encendiendo la luz del carro, había escuchado lo que le dije a Yael.

Revisé mi rodilla y tenía la parte del pantalón desgarrada, con lo que pasó por el animalito no me había dado cuenta. Subí esa parte del pantalón y ví que estaba sangrando.

—¡Si te lastimaste, Emi! —exclamó Yael, asustado. 

—Espera, hijo —mi papá se estacionó a un lado de la carretera, sacó de la guantera el botiquín y preparó un poco de medicina—. Ven, te pondré esto.

Me acerqué y mi papá le puso la medicina a mi rodilla, ardía muchísimo, pero en poco tiempo el ardor se fué.

—¿Estás bien? —preguntó Yael.

—Sí, gracias.

Mi papá le puso una venda y guardó todo de nuevo.

—Por favor no le vayas a decir a mamá qué pasó o se enojará conmigo por no estar pendiente de ustedes, sabiendo que fué lo primero que me dijo que haga —comentó mi papá con fingida sonrisa mientras cerraba la guantera. 

—Está bien, papá. No le diré —me acomodé el pantalón de nuevo, ya estaba mejor. El ardor ya había pasado. Me senté de nuevo junto a Yael.

—Lo siento, fué mi culpa —dijo Yael, entristecido—. Yo insistí en que me acompañaras.

—No, no te preocupes, no pasa nada —le respondí mientras me colocaba el cinturón de seguridad—. Yo me tropecé sin querer. Y tampoco iba a dejarte solo. Además, a veces en lugar de tomar esas situaciones seriamente, para mi son aventuras.

—Si… pero…

—Ya, estoy bien, Yael.

Mi papá encendió nuevamente el auto y seguimos en camino.

Entrando a la ciudad observábamos por la ventana las luces de colores de los edificios y tiendas. Estábamos maravillados.

De repente sonó el teléfono de mi papá. Al darse cuenta se estacionó en el primer lugar disponible en el camino y contestó. Él siempre nos dice que no se debe usar el teléfono mientras se conduce porqué eso ocasiona accidentes. Es algo que hay que tener en cuenta.

—Hola, buenas noches —saludó mi papá por el teléfono—. Disculpa la demora, es que sucedió un imprevisto y no pude llegar a tiempo a la junta en la que habíamos acordado —escuché a mí papá decirle a la persona con quién hablaba por teléfono, me imagino que era su amigo del trabajo.

Mientras mi papá hablaba por teléfono le ensañaba a Yael algunos lugares llamativos que habían en ese momento.

Después de unos minutos mi papá terminó de hablar por teléfono.

—Hijo, ahora vamos a ir por unos planos a casa de mi amigo del trabajo y mañana temprano regresaré a hablar con él, ahora es algo tarde.

—Esta bien, papá. Pero mañana ¿A qué hora me llevarás a ver mi amiga Sofy?

—¡Es cierto! —respondió, sorprendido—. Mañana trataré de que sea rápido lo de la junta de trabajo y antes de medio día te llevo ¿Si?

—Esta bien, gracias papá.

Nos dirigimos hacia la casa del amigo de mi papá. Iba a platicarle a Yael sobre lo que haríamos al día siguiente pero ví que él estaba batallando en mantener los ojos abiertos, se estaba durmiendo. Me recosté en el asiento y me acomodé para dormir un rato igual que él. Después de un rato me quedé dormido. 

De repente me despertó el sonido del carro al estacionarse. Mi papá se desabrochó el cinturón de seguridad para bajar del carro.

—Hijo, llegamos a casa de mi amigo —dijo mi papá al abrir la puerta del carro—. Regreso en un momento, sigan durmiendo, cuando regresé nos vamos al hotel donde nos hospedaremos. 

Asentí con la cabeza ya que tenía mucho sueño y apenas podía abrir los ojos.

Mi papá bajó del carro, y fué hacía la puerta de la casa. Me voltee hacia la ventana y desde aquí ví que estaba parado esperando en la puerta, sólo alcancé a ver qué alguien abrió, era una chica de cabello rubio muy parecida a alguien que conozco sin embargo por el sueño no pude distinguirla con claridad. Me quedé dormido nuevamente.

Amigos Inesperados 1 & 2 (LemonGrass, Fanfic)Where stories live. Discover now