Capítulo 14 - Vuelta a la normalidad

8K 810 190
                                    

Canción en multimedia: This town [Kygo ft. Sasha Sloan]

Capítulo catorce: Vuelta a la normalidad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo catorce: Vuelta a la normalidad

Mis manos, ¿por qué no puedo hacer que dejen de temblar? Las giro, esperando ver que mis dedos consiguen estabilidad, pero ni siquiera cuando las apoyo en la mesa puedo verlas inmóviles. Es algo sutil, aunque sigue ahí y, cuando no son mis manos, son mis piernas. Ayer, durante la cena, mamá tuvo que pedirme dos veces que parara de mover la pierna bajo la mesa porque estaba haciendo ruido y ni siquiera me estaba dando cuenta. Tampoco es que tuviera mucho más que hacer. No sentía ganas de comer y mi mala cara había conseguido librarme de ir a clases durante el martes, así que no hubo otra distracción y, sin quererlo, desarrollé tics nerviosos de los que me había deshecho años atrás.

Ahora muevo mis dedos contra el papel de cuaderno, raspando las líneas azules que lo recorren, como si pudiera deshacerme de ellas. Mientras tanto,ñ me concentro sólo en respirar, aislo todo lo demás. Como hice ayer, como he hecho durante estas dos noches, porque, si no tengo nada que hacer, nada en lo que poner mi atención, sé lo que vendrá a mi cabeza.

Así que pienso en que, si rasco lo suficiente, las líneas en el cuaderno desaparecerán, una tras otra, para dejar hueco a un cuaderno completamente blanco donde ni siquiera las palabras ya escritas tendrán cabida.

Alguien se aclara la garganta a mi lado y mi atención, tan fija en un punto que había borrado cualquier otra cosa que me envolviera, vuelve a dividirse. Estoy en clase. Frunzo un poco el ceño en lo que vuelvo a poner los pies en la tierra. El ruido, de bolígrafos, papeles y el roce de algunas sillas cuando curiosos compañeros vuelven su atención hacia mí, llega a mis oídos después de tantos minutos ignorándolo. A mi lado, la profesora de Historia de los Estados Unidos me mira impasible.

Sus gafas, que se sujetan con una cadena de cuencas de un naranja tan chillón que se podría ver incluso en la oscuridad, han caído hasta la punta de su nariz. Su pelo, grisáceo y fuera de su lugar, ha dejado escapar un par de tirabuzones sobre su rostro. Mientras tanto ella mantiene esa mirada dura, amenazadora incluso, sobre mí.

Incómoda, cruzo las piernas, inclinándome para enfrentarla.

—¿Quería algo? —pregunto.

No trataba de sonar graciosa, pero alguno de mis compañeros debe de pensar que sí porque escucho sonidos de sorpresa y alguna que otra carcajada ahogada. Claro que esa es una forma de cavar mi tumba más profunda porque si esta profesora está amargada ya de por sí, que un alumno se burle de ella hace su rabia bullir. Y ahora, esa amenaza en su mirada, pasa a cargarse con rabia. Sus labios se juntan, agrietados, en una fina línea y puedo ver su nariz agrandarse un poco cuando toma aire.

—Al despacho de la directora —ordena.

Pestañeo, una y otra vez como si ella fuera una figura borrosa que va a desaparecer en cuanto mi vista se aclare. No lo hace. Yo, confusa, me echo hacia atrás.

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora