Capítulo 44 - Ockham

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Perdón, ayer me distraje viendo una serie y se me pasó actualizar jeje

Canción en multimedia: You don't know [Katelyn Tarver]

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Capítulo cuarenta y cuatro: Ockham

Sábado, 15 de diciembre.

    Danielle Ilsen:

Hay un golpeteo en mi casa, tan repetitivo, que me saca del sueño. Todavía puedo apreciar el suave olor a jazmín cuando despierto, adhiriéndose a mis sábanas y almohada en busca de regalarme esa calma que las pesadillas rompen cada noche. A veces, si tengo suerte, todavía puedo apreciar ese olor mientras duermo, relajándome lo suficiente como para dormir un par de horas en paz.

Más despejada, voy identificando cómo ese golpeteo se vuelve algo más fuerte. Está en el piso de abajo, lo oigo apagado mientras puedo situarlo mentalmente. Se mueve por las paredes, rebotando de un lado a otro con cada vez más fuerza. Junto a cada golpe, mi corazón se acelera un poco. El sonido se acerca, se intensifica y muere antes de llegar al piso de arriba, como si se retirara antes de volver a la carga.

El suelo del pasillo cruje y yo me reincorporo.

Mi puerta está abierta, y eso es lo primero que hace saltar mis alarmas. Hace días que empecé a cerrarla, cerrarla y trabarla con una pieza de madera bajo la puerta porque el pasillo siempre brilla con un rastro oscuro cuando lo miro. Veía, incluso en la más profunda oscuridad, los ojos vacíos de Brianna y su pelo rubio enmarañado mientras arrastraban su cuerpo fuera de la feria en la que tuvimos que reunirnos con Simmons. El pasillo me recuerda a Brianna, a su muerte, y a todo lo que eso envenenó mi mente. Tener la puerta abierta es sentir que la escena sigue en bucle y que, si dejo de mirar el tiempo suficiente, ellos me verán a mí.

Aparto las mantas con cuidado de no hacer ruido y mis ojos se clavan en el pasillo. Hay algo ahí que me llama. Me atrae como le atraería la luz a una polilla y, sin embargo, me aterra tanto que una parte de mí sólo quiere meterse bajo la cama y cerrar los ojos.

Sin embargo, mis pasos me llevan hacia el pasillo.

El golpeteo, que parecía haber cesado, regresa con más fuerza. Se une al crujir de las paredes, al arrastrar que oigo por el pasillo. Se repite. Más fuerte, más cercano.

Sin atreverme a salir, apoyo una mano en el marco de la puerta para asomarme. Las puertas del resto de habitaciones siguen cerradas, las luces todavía apagadas y todo en su lugar. Al menos hasta que saco un pie de la habitación y algo afilado se clava contra él. Me agacho para verlo mejor y doy con que la madera está cubierta con pequeñas piedras y lo que parecen ser restos de cristales. Junto a mi pie, una pequeña mancha de sangre.

Está seco cuando lo toco, como si fuera demasiado antiguo como para ser mío. Al seguir el rastro con la mirada, contengo la respiración. El color rojizo está pintando el suelo con tantas vueltas como si alguien lo hubiera creado en un macabro baile. La sangre ha creado patrones en las paredes, salpicándola con rabia.

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora