Capítulo 19 - Problemas de equipo

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Hello, it's me...

Canción en multimedia: My mistake [Gabrielle Aplin]

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Capítulo diecinueve: Problemas de equipo

Lunes, 5 de noviembre

    Jayden Bremen:

    Lanzo otra palomita al aire, atrapándola con la boca por fin.

    Vuelvo a hacerlo, aburrido en las gradas. Estar sentado sin hacer nada mientras mis compañeros de equipo, antiguos compañeros, entrenan, no es mi forma favorita de pasar la tarde, pero más de una vez termino aquí, echando en falta los viejos tiempos.

    A lo lejos, Peter también está distraído, haciendo un poco el idiota mientras usa el palo de hockey como un complemento para su baile improvisado. Consigue esquivar la mirada del entrenador, fingiendo practicar los pases cada vez que él mira en su dirección. Eso me saca una media sonrisa, ¿cuántas veces le habré visto ya hacer eso? Siempre lo hace, ha llegado a llevarse collejas por perder el tiempo en vez de entrenar en más de una ocasión.

    Sam, con quien siempre hacía equipo para lo que fuera, ahora está practicando tiros, esquivando a tres compañeros para lanzar. Ha mejorado, no tanto como para ser fichado por universidades por el hockey, pero sí se notan las horas que ha invertido. Con suerte, esta temporada podrá sacar provecho de ello.

    Lanzo otra palomita más, esta cae al suelo antes de que yo pueda atraparla y se une al desastre de comida que hay en mis pies. Las empujo a un lado.

    —¡Adler, ¿estás tratando de placar a tu compañero o bailar con él?! —El grito del entrenador hace que me chirríen los oídos, su voz no es muy fuerte, así que siempre trae consigo un megáfono.

    Es molesto, sobre todo porque lo pone siempre tan cerca de su boca que las palabras salen como confusos, y potentes, carraspeos.

    —Oh, por el amor de... —está quejándose antes de devolver el megáfono a su boca—. ¡Dunnigan, ¿a eso le llamas pase?! —Aparta el megáfono, quejándose por lo bajo con una frustración que, ahora, me divierte.

    El entrenador puede ser bastante agresivo cuando entrenábamos, pasaba por los gritos, insultos, humillaciones, y castigos físicos donde terminábamos entrenando hasta que el agotamiento podía con nosotros, pero nos hizo buenos. Llegó hace cinco años y un año después, el equipo del instituto empezó a ganar, y sigue haciéndolo. Al menos, en cuanto salimos del hielo, él también se relaja. Nunca mientras entrenamos, pero después es como un padre para todos. Por eso, cuando terminan y se van a los vestuarios, el entrenador me hace una seña para acercarme. Me recibe con una sonrisa.

    —¡Pero si es mi chico de oro! —saluda, recogiendo su equipo—. ¿Cómo has estado, Bremen?

    —No puedo quejarme —respondo, sin poder evitar mirar a la pista una vez más. Echo de menos el hielo, pero es muy tarde para poder volver. Estoy fuera del equipo y tampoco consigo hacerme a la idea. No quiero hacerme a la idea de algo así.

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora