Capítulo 59 - Culpables

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Capítulo porque, literalmente, el amor hacia Jayden es real

Canción en multimedia: Blink twice [Joy Oladokun]

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Capítulo cincuenta y nueve: Culpables

Sábado, 12  de enero

Danielle Ilsen:

    Son pasadas las once de la noche cuando me decido por agarrar el teléfono fijo, aun así, no llego a marcar ningún número. Me siento en el colchón, con las piernas encogidas, una manta sobre mis hombros y presiono el teléfono contra mi frente. Estoy asustada. Creía que podría, pero tengo miedo, ese es el problema de todas las decisiones que tomo, que no me atrevo, que, por mucho que me gustaría ser lo suficientemente fuerte como para lanzarme sin pararme a pensar, paro. El juicio es en dos días, uno si tengo en cuenta que estamos a muy pocos minutos de que sea domingo, y eso me aterra.

    Gibbs no ha venido hoy, me dijo que tenía que reunirse con su equipo y no apareció, así que he tenido todo el día para pensar. Estar aquí, encerrada en cierta forma, me está haciendo perder un poco la cabeza. Lo curioso es que no son mis mayores bajones los que me duelen, sino los momentos de completa lucidez, porque ahí, sin la neblina, siento el miedo por mi futuro.

    Como si no tuviera ya suficientes cosas por las que preocuparme.

    Me dejo llevar por ese momento de angustia y marco el número de mi casa, marco ese porque, en el fondo, no quiero llamar a mi madre porque no sé si seré capaz de hablar con ella. No sé si seré capaz de hablar con alguien y temo que me digan lo que ya sé, pero necesito tanto escuchar su voz, sobre todo hoy, que no puedo evitarlo. Queda tan poco para el día y yo estoy ahogándome tanto que quiero oírles. Aunque sea una vez.

    La llamada termina en el buzón y, eso, me relaja un poco, porque ahí escucho el mensaje, oigo la voz de mi padre diciendo: "Residencia de los Ilsen, ahora no estamos, pero si dejas un mensaje te llamaremos en cuanto volvamos."

    No digo nada, aferrándome a su voz unos segundos más antes de colgar. Dejo el teléfono a un lado, pongo mejor la manta para cubrir todo mi cuerpo y, por una vez, miro hacia la pared de enfrente sin empezar a ver formas. Mi mente me perdona por una noche, por unas horas, y me deja descansar un poco. Despierta, pero un descanso al fin y al cabo.

    Apoyo la espalda contra la pared, cierro los ojos e intento dejar de pensar en todo esto. En vez de ello, busco entre mis recuerdos una imagen agradable.

    El viaje al Gran Cañón con mis tíos hace cuatro veranos.

    Un año antes de que fallecieran, Isidora y Jacob, me llevaron en uno de sus viajes por el país. Solían hacer uno todos los veranos, sumaban días de vacaciones y hacían un viaje por carretera. El verano en el que tenía trece, fui con ellos. Una de las paradas fue El Gran Cañón, todavía tengo fotos de ese día, fotos y recuerdos. Fue un día amargo, pero ahora lo recuerdo con cariño, porque no habíamos estado más de una hora cuando el tío Jacob se perdió, desapareció y la tía Isidora y yo terminamos esperando en la entrada, en una de las casetas, mientras un equipo de búsqueda salía a buscarle al borde de la hora del cierre. Al final le encontraron, sólo tardaron dos horas y le encontraron comiendo todo los aperitivos que había llevado, apoyado tranquilamente en una roca.

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