Capítulo 23 - Entregas peligrosas

7.1K 835 1.2K
                                    

Canción en multimedia: Long Time Coming [Jagwar Twin] Remix de MAKJ

Canción en multimedia: Long Time Coming [Jagwar Twin] Remix de MAKJ

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Capítulo veintitrés: Entregas peligrosas:)

Sábado, 10 de noviembre

    Danielle:

    Relájate, Danielle, por favor relájate.

    Mis propias súplicas no ayudan en absoluto, no cuando tiemblo tanto que en cualquier momento voy a perder la fuerza que me sostiene. Las otras veces tenía algo que hacer, algo fijo, un límite de tiempo que cumplir antes de irme, ahora estoy perdida y, lo peor, es que cuando llego al punto en el que me han citado, estoy sola. Eso lo odio todavía más, la espera, la incertidumbre.

    Estoy en el parque de la primera vez, aterrada y con miedo de que vaya a salir alguien de entre los árboles mientras no estoy mirando. Respirar, tengo que respirar. Ni siquiera eso me sale bien ahora mismo. Cuando una furgoneta oscura para frente al parque, doy un paso hacia atrás que me hace tambalearme, tiemblo tanto que apenas puedo moverme correctamente. Decir que estoy aterrada es decir poco.

    ¿Qué pasará hoy?

    Quiero irme a casa, sólo quiero irme a casa.

    Desde la furgoneta, las puertas de atrás se abren y un hombre baja de un salto. Es el hombre del sombrero, pero, esta vez, tardo en reconocerle porque va sin él, en su lugar sigue con las mismas botas gruesas y gabardina oscura, apenas distingo sus rasgos después de eso y, si no fuera por su voz, extrañamente endulzada y lenta, quizás seguiría dudando de que sea él.

    —Acércate —pide. Cuando mi propio cuerpo no me responde, insiste—. Acércate, no muerdo.

    No sé cómo, pero lo hago. Me siento como si estuviera en un sueño donde no puedo hacer nada a mi voluntad, encerrada en mi mente mientras trato de moverme, pero donde no lo siento. Ahora no lo estoy sintiendo. Y quizás eso sea mejor, quizás el separarme de mi cuerpo de esa forma me ayude, veo, entiendo, pero creo una distancia entre lo que hago y yo. Eso consigue hacer que deje de temblar, me hace reaccionar, casi como si estuviera sonámbula.

    Al estar lo suficientemente cerca, el hombre señala la parte de atrás de la furgoneta y, de manera exagerada, me extiende una mano para que me suba. Ahí hay otra persona más, la chica del otro día, Marguerite.

    —En mi ausencia, ella te dirá qué hacer —me avisa el hombre—. Ahora sube ahí y pórtate bien, he puesto muchas expectativas en ti, querida niña, no me decepciones ahora.

    Por una vez, ese comentario no me hace sentir nada y sé, ahí, que he conseguido lo que pretendía. He desconectado, ahora simplemente me muevo. Me meto en la furgoneta, viendo cómo el hombre se queda ahí y cierra la puerta desde fuera. Con un par de golpes contra el vehículo, arrancan de nuevo y yo estoy ahí, dentro, encerrada, sin saber qué vendrá después.

Compañeros de delitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora