capítulo 2

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Primer día del último año de secundaria y Aries ya llegaba tarde a su clase de latín. Aries había decidido decantarse por una carrera universitaria lejos de las matemáticas, por lo que ahora vivía rodeada de letras, aunque a ella no le importaba demasiado.

Al llegar tarde el primer día, sabía que no le iba a ser fácil encontrar un sitio libre en las filas delanteras de clase, y que sería todavía más difícil que después del primer día alguien cambiara de sitio, teniendo en cuenta que este año académico es el más importante respecto a los planes de futuro de los estudiantes.

Que haya un sitio libre por favor, repetía Aries en su cabeza una y otra vez.

Una vez estaba delante de la puerta de la clase, decidió agachar la cabeza y entrar silenciosamente, tampoco quería ganarse el odio del profesor para el resto del año. Aries cerró la puerta detrás de ella, y al no oír demasiado barullo alzó levemente la cabeza, y al hacerlo se encontró de frente con una señora que parecía rondar los cincuenta años de edad, la cual la miraba con cara de pocos amigos.

—¿A qué se debe su retraso, señorita? —dijo la profesora ajustándose sus gafas de pasta, algo desgastadas, color rojo pasión.

Al no poder encontrar ninguna excusa barata que ofrecerla a la profesora decidió tragarse sus posibles mentiras y mirar hacia otro lado: No se volverá a repetir, lo siento.

La profesora asintió con la cabeza en su dirección y la indicó que se sentara. Aries, al no disponer de tiempo de buscar un sitio medianamente decente, optó por sentarse en el primer sitio libre en la mesa de al lado, incluso sin fijarse en quién estaba sentado, o sentada.

La clase de latín pasó con rapidez, al igual que la de griego, literatura, historia contemporánea, inglés y geografía, por lo que en menos de un pestañeo, Aries se encontraba de nuevo caminando hacia su casa tras varias horas sentada en una silla color verde palo y apoyada en una mesa del mismo color. De todos modos el primer día nunca se hace nada, ¿verdad?

Las semanas pasaron hasta posicionarse en el ecuador del mes. Aries perdía la noción del tiempo enredada entre libros, apuntes, bolígrafos y envoltorios de comida sobre su mesa de estudio. 

El martes de esa misma semana Aries se encontraba volviendo a casa mientras que pensaba en cómo se iba a organizar para leer un libro, hacer los deberes de todas las asignaturas, pasear a su perro y ver algunos capítulos de su serie favorita únicamente en una tarde cuando sin querer, chocó contra el hombro de alguien.

—Lo siento —dijo Aries rápidamente tras llevarse la mano a su hombro izquierdo.

Una chica de pelo corto se giró al instante.

—No pasa nada, no ha sido culpa tuya —contestó ésta sonriente, restándole importancia.

Aries sonrió en su dirección, y cuando parecía que ambas chicas habían terminado de disculparse o aceptar respectivas disculpas, la chica de pelo corto frunció el ceño.

— Hey —dijo de repente.— Yo a ti te conozco.

Aries cerró levemente sus ojos en un intento de reconocer a la chica con la que se había chocado, pero no lograba encontrarla en ningún lugar de su mente.

— ¿Seguro que no me confundes con alguien? —contestó Aries un tanto extrañada.

La chica del pelo corto negó repetidamente con su cabeza, haciendo que los mechones de su pelo se cruzaran rápidamente de un lado a otro en su cara.

—Eres la chica que llegó tarde a latín el primer día —dijo.— Aries, ¿verdad?

¿De verdad me van reconocer ahora por la que llega tarde a clase?, pensó Aries.

— Sí..., esa soy yo, encantada —contestó Aries ofreciendo su mano en saludo.

— Ya decía yo que me sonabas de algo –contestó la chica del pelo corto.— Yo soy Acuario, encantada.

Ambas se saludaron y sonrieron a la vez.

— ¿Te veo mañana en clase? —preguntó Acuario después de ponerse un auricular en su oreja derecha.

— Claro —contestó Aries para después despedirla con la mano.

Ambas chicas siguieron sus caminos y hasta el día siguiente no volvieron a verse.

Aries estaba contenta de al menos conocer a alguien aparte de sus amigos Leo y Sagitario, quienes tristemente no coincidían en ninguna clase con ella, por lo que conocer a Acuario le había aliviado un poco su estancia en clase, sobre todo porque ahora podía quejarse de la profesora de latín con alguien más aparte de con su subconsciente.

La clase pasó rápido, teñida de risas por parte de las dos chicas y salpicada por riñas puntuales de la profesora. Ambas chicas forjaron una amistad en apenas cincuenta minutos.

La alarma que anunciaba el recreo resonó dentro de la pequeña clase y los escasos veinte alumnos que se encontraban en su interior fueron abandonándola poco a poco, hasta que le llegó el turno a las dos nuevas amigas.

— ¿Vas a hacer algo ahora? —preguntó Acuario mientras que dejaba un par de cosas en su taquilla, la cual estaba cerca de la puerta por la cual había salido hace apenas diez segundos.

— Iba a tomar algo con unos amigos en la cafetería —contestó Aries en un tono bastante relajado.— ¿Por qué lo dices?

—Te quería presentar a mis amigas —dijo Acuario.— Aunque una de ellas dice ya conocerte.

 ¿A mí? —dijo Aries sorprendida mientras se señalaba a ella misma con el dedo.

—Eso dice, yo tampoco me fío mucho —contestó Acuario para luego guiñarla un ojo.— Sígueme.

Aries siguió a la chica del pelo corto por todo el pasillo hasta llegar a lo que parecía un laboratorio, en el que, después de que Acuario abriera la puerta, se encontró con dos chicas de espaldas a ella, una ligeramente más alta que la otra.

—Hola chicas —dijo Acuario.— Os presento a Aries.

Las dos chicas se dieron la vuelta al instante.

 Hola —dijo Aries en el tono más amigable posible.— Encantada.

Al ver el rostro de la primera chica, Aries pudo reconocerla.

— ¿Géminis? —dijo Aries.

— Buenos días vecina —dijo la mencionada.— Veo que ya conoces a Acuario.

— ¿Os conocéis? —dijo Acuario tratando de comprender lo que estaba pasando.

Aries y Géminis asintieron a la vez.

— Somos vecinas desde hace más o menos cinco años —contestó Géminis.

Las vecinas intercambiaron unas cuantas palabras hasta que la otra chica, aún sin haberse presentado, alzó la voz.

— Yo soy Libra, encantada de conocerte.

Aries se giró y notó al segundo de contemplar el rostro de Libra cómo el suyo empezaba a arder y su corazón comenzaba a latir con cierta rapidez.

Creo que me acabo de enamorar, pensó Aries al contemplar a aquella chica, de cuya existencia desconocía hasta ese preciso instante.

agridulceWhere stories live. Discover now