capítulo 12

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— Capri, me tengo que ir ya —dijo Virgo despidiéndose de su amiga mientras se colocaba el casco de la bicicleta y se lo abrochaba debajo de la barbilla.

— ¿Cuánto te queda para sacarte el carné de conducir? —preguntó la peligris acercándose lentamente a su amigo.— Lo digo porque tiene que dar pereza ir todas las tardes a trabajar en bicicleta, ¿no?

Virgo asintió con la cabeza en su dirección a la vez que suspiraba ligeramente. El pelinegro había decidido, desde el comienzo de este año escolar, el último antes de la universidad, buscar trabajo para así poder ganar algo de dinero, ya fuera para ayudar en casa como para ahorrar para su propio futuro. Virgo tuvo suerte y encontró un trabajo como barista en una cafetería en el centro. Lo malo era que trabajaba todas las tardes de lunes a viernes y que tenía que ir en bicicleta, ya que ningún autobús le dejaba demasiado cerca y sus padres no tenían tiempo de llevarle.

— Al menos así tonifico las piernas —contestó Virgo, haciendo que su amiga soltara una pequeña carcajada.

Después de un breve intercambio de despedidas, el pelinegro decidió marcharse, ya que tenía al menos 15 minutos hasta llegar a la cafetería y necesitaba ser puntual, puesto que el jefe no era muy majo en ese sentido.

Hoy era su último turno de la semana, el turno del viernes, y aunque a él le gustaría pasar la tarde con sus amigos en cualquier otro sitio, necesitaba el dinero, aparte de que esto le hacía tener un sentimiento de independencia que no podían darle otras cosas, aunque Virgo ya tuviese dieciocho años.

Al llegar a la cafetería, vio que apenas había tres o cuatro personas, por lo que el pelinegro pensó que la tarde de hoy sería aburrida, al igual que todas las tardes de los viernes. 

¿Quién vendría a una cafetería un viernes por la tarde? —se preguntó a su mismo mientras dejaba la bicicleta en el almacén de la cafetería.

Virgo se puso su delantal color beige y se pasó la mano por el pelo para intentar disimular el sudor tras haber venido en bicicleta. Aún así, decidió hacerle una pequeña visita al baño y arreglarse un poco, después de todo él trabajaba de cara al público y debía dar una imagen ejemplar, del contrario le despedirían enseguida.

— Llegando justo a tiempo —dijo el jefe de la cafetería cuando vio al pelinegro salir del aseo y colocarse detrás de la barra.— Así me gusta.

Virgo sonrió en su dirección y comenzó a colocar los vasos y cubiertos que acababan de salir del lavavajillas, en consideración de su compañero de trabajo, quien había terminado su turno ahora mismo.

Otro aspecto que no le gustaba a Virgo es que los turnos de la cafetería eran individuales, es decir, solo había un camarero por turno. Tenía sentido juzgando por lo pequeña que era la cafetería, pero de este modo las horas se hacían eternas para quien estaba trabajando, si es que no era una tarde muy ajetreada. En el caso de hoy, el pelinegro ya había procesado que iba a aburrirse un poco demasiado.

Al cabo de las horas, cuando el sol empezó a desaparecer por detrás de las montañas, el ambiente en la cafetería comenzó a animarse, a sorpresa de Virgo, quien ya no sabía qué hacer aparte de practicar diferentes bebidas juntando ingredientes que no habían probado antes. A partir de este momento, el pelinegro estuvo más atento a los clientes y su ánimo mejoró considerablemente a medida que más personas cruzaban el umbral de la puerta.

Quedaban escasas dos horas antes del cierre de la cafetería, por lo que la luz de la luna se hacía cada vez más presente en el cielo. Sobre esta hora ya no era normal que apareciese mucha gente, ya que ahora era cuando la gente cambiaba la cafetería por el bar de copas, y más si se trataba de un viernes por la noche. Debido a esto, las próximas dos horas serían las más aburridas para Virgo, quien se decidió por limpiar un poco.

agridulceWhere stories live. Discover now