capítulo 3

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Ya habían pasado varias semanas desde el comienzo del curso, y como parte del currículum de la mayoría de los estudiantes del instituto, éstos debían formar parte de al menos un club, de manera que tenían que cubrir un cupo de horas extraescolares que determinaran que no todo lo que hacían era estudiar, aunque eso en alumnos de último año y que se lo jugaban todo, era bastante difícil.

De esta manera, Tauro, una chica alentada por sus mejores amigos para que se uniera a algún  club de deporte, decidió probar con el equipo de natación. No tenía ninguna experiencia, pero pensó que había una primera vez para todo, y para todos.

Una tarde de miércoles, cuando comenzaban los entrenamientos de natación, Tauro se encontraba nerviosa, sujetando su bolsa de baño con fuerza, en frente de la puerta del pabellón de piscina, esperando a que algo, o alguien, la obligara a pasar.

Al notar que nadie se iba a tomar el tiempo de forzarla a entrar a un lugar, Tauro entró, empujando la puerta principal de cristal con suavidad, y, dándose la bienvenida a ella misma a la piscina, puso el pie derecho en un suelo negro ligeramente mojado.

Con cuidado de no resbalarse, dio un par de pasos más hasta llegar a la recepción de la piscina. Un chico, de no muchos más años que ella, se encontraba detrás de una pared de cristal que lo separaba del potente olor a agua mezclada con cloro que se colaba despreocupadamente por los orificios nasales de Tauro.

— ¿Hola? —preguntó en voz alta Tauro tratando de hacer notar su presencia.

El chico se deshizo de su auricular color crema y abrió una pequeña ventana que estaba incrustada en la pared de cristal.

—Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —contestó el chico mientras que se metía un chicle en la boca.

—Quiero apuntarme al club de natación —dijo Tauro.— ¿Dónde puedo inscribirme?

Antes de decir nada más, el chico la miró de la cabeza a los pies, haciendo que Tauro se incomodara un poco.

— Eres nueva, ¿verdad? —preguntó el chico.— No hay mucha gente que quiera apuntarse a natación de manera voluntaria.

Tauro, colocando un poco de pelo rubio detrás de su oreja izquierda e intentando comprender el por qué del interés del chico, forzó su mejor sonrisa.

—¿Dónde puedo inscribirme entonces? —preguntó cambiando de tema completamente. Algunas chicas de su clase la había dicho que los entrenamientos solían empezar a las seis, y juzgando por el reloj que estaba colgado en la pared, quedaban cinco minutos para que empezara.

— El primer día no hace falta inscribirse —contestó el chico sin mirarla.— La mayoría viene a probar y luego no se apuntan.

Tauro asintió en su dirección, le dio las gracias y comenzó a caminar hacia donde una señal luminosa de color azul cielo apuntaba los vestuarios. Gracias a la no tan relevante información del recepcionista, debía de darse prisa si no quería llegar tarde el primer día.

Al entrar al vestuario encontró a muchas chicas, por lo que el comentario del chico no concordaba del todo con la realidad. A lo mejor no vienen a la piscina para no encontrarse con él, pensó Tauro mientras que se ponía el bañador.

Las piscinas nunca habían sido el lugar favorito de Tauro, ni mucho menos. El hecho de enseñar tu cuerpo a personas que no conocías y nadar en agua que seguramente estaría llena de orina de niño pequeño no era precisamente su cosa preferida en el mundo. Pero tenía que hacerlo. El último año de instituto la estaba limitando a comer y estudiar, por lo que sus músculos, que una vez estuvieron muy entrenados, ahora estaban fofos y casi sin fuerza. Necesitaba volver a moverse, aunque solo fuera dos veces a la semana.

agridulceWhere stories live. Discover now