capítulo 11

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Volvía a ser viernes de nuevo y eso significaba que la semana lectiva terminaba, no sin ser acompañada por el último entreno de natación de la semana, para desgracia de Tauro y Piscis.

— Sigo sin creerme que hayamos accedido voluntariamente a pasar todas las tardes de los viernes aquí encerrados —dijo Piscis mientras que se secaba el pelo con una toalla.

— ¿Qué más ibas a hacer sino? —preguntó Tauro a la vez que se ataba los cordones de las botas.

Piscis suspiró ligeramente, haciendo entender que estaba pensando: Seguramente nada mejor que esto pero por lo menos estaría tranquilo tumbado en el sofá de casa.

La rubia se rió del comentario de su amigo. Ambos caminaban ahora hacia la salida del polideportivo. A decir verdad, Tauro y Piscis habían encajado a la perfección y ambos valoraban mucho la compañía del otro. Para Tauro esta nueva amistad significaba alguien en el que apoyarse cuando lo necesitara, mientras que para Piscis significaba una compañía que le alegraba un poco más los días. 

Como parte de las pequeñas tradiciones que habían creado entre ellos, estaba la de salir a cenar o a tomar algo todos los viernes después del entrenamiento, para así poder contrastar de alguna manera el haber perdido la tarde y casi la noche del viernes, lo cual es bastante preciado para cualquier adolescente, y ellos no eran menos, aunque cada uno tuviera una forma diferente de divertirse.

La noche de hoy era perfecta. No había prácticamente ninguna nube en el cielo por lo que las estrellas se dejaban ver, sin ocultarse como normalmente hacían tras estos mantos blanco. Igualmente, la luna contaba esta noche con un gran tamaño, indicando que hoy todo su rostro era visible.

— ¿Dónde quieres ir a cenar hoy? —preguntó Tauro mientras que sacaba el móvil del bolsillo trasero del pantalón.— Me han dicho que han abierto un nuevo restaurante de comida mexicana cerca...

— Hoy no puedo quedarme —dijo Piscis cortando a su amiga.— Tengo un par de cosas que hacer.

Tauro le miró a los ojos directamente a la vez que hacía su puchero característico, el cual siempre le funcionaba para conseguir lo que quería.

— Lo siento pero hoy tus muecas no funcionarán conmigo —dijo el peliazul intentando evitar el contacto visual con Tauro.

La rubia se acercó más a su amigo, al igual que seguía haciéndole pucheros: ¿Seguro que no te puedes quedar? 

Piscis decidió rendirse y la miró.

— Te he dicho que no puedo, Tau —dijo quitándose del agarre que la rubia había creado con su brazo rodeando el del chico.

— ¿Y si te lo pido por favor?

— Tampoco vale —contestó Piscis riéndose.— Lo siento, ya te lo compensaré.

Tauro asintió con la cabeza en dirección al peliazul, observándole cómo desaparecía de allí. En ese momento la rubia pensó en qué podría hacer ahora ya que estaba sola y era un viernes por la noche.

Con las ganas que tenía de comerme un burrito... —pensó Tauro mientras que andaba hasta la parada del autobús, decidida a volver a su casa y comerse el cubo de helado que su madre había escondido al final del congelador.

Una vez llegó a la parada del autobús, comprobó los horarios y vio que faltaban veinte minutos hasta que llegara uno de los autobuses que la dejaban cerca de casa, por lo que la rubia se sentó en el banco metálico que estaba dentro de la parada.

Tauro comenzó a repasar mentalmente su día, tanto para recordar todo lo que había hecho como para asegurarse de que no se olvidaba de nada. Su día había comenzado con las diarias quejas de Capricornio sobre haber madrugado, el amargo café de Virgo y los diferentes gritos de la profesora de Historia a algunos alumnos que habían llegado tarde. El resto del día había sido bastante normal, como casi todos los días, por lo que Tauro se dio cuenta de que no había pasado nada especial. Todo a lo que aspiraba en el día de hoy era el salir a cenar con Piscis, pero debido a que el peliazul había tenido que irse, Tauro no esperaba nada más del día de hoy.

agridulceWhere stories live. Discover now