Capítulo 5.

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Su postura se relajó y se alejó de ella. Comenzó a estirarse otra vez, esta vez haciendo rodar sus hombros y tobillos. Todo el rato las palabras "yo no me llamo Steven" se repetían en su mente. ¿Si no era el amigo de Gray, quién "y qué" era él?. La dirección de sus pensamientos cambió en este mismo momento, asustándola y confundiéndola aún más. ¿Tenía él... era posible... podía haberse transformado de forma sobrenatural?.
No. No, no, no, no, no. El tipo no era Steven Harri. Vale. Podía aceptarlo. Pero era simplemente un hombre. Un hombre que tenía muchas explicaciones que darle, tanto si era un asesino-psicópata o un simpático bromista enviado por sus hermanos. Ella se mordió el labio inferior. ¿Asesino psicópata?.
- Bueno, debo irme — dijo, intentando sonar despreocupada, pero sonando más bien como el chirrido de una sierra cortando madera. Comenzó a retroceder otra vez y a rodear un seto. Él no soltó ni una palabra o mirada de protesta, ni actuó como si le preocupara, y ese comportamiento le hizo detenerse. Seguramente un asesino habría intentado pararla. Se quedó allí de pie, la curiosidad luchando con la prudencia mientras observaba silenciosamente a ese hombre que había aparecido de ninguna parte, absorbiendo cada detalle, buscando respuestas. Él era simplemente... grande. Un rápido movimiento de su muñeca, y podría romper su cuello como una ramita. Sin embargo, había una suavidad en él, que desmentía cualquier intención amenazadora. Una contradicción andante, eso era él. Debió de parpadear o distraerse, porque no notó ningún movimiento repentino, pero de pronto él estaba justo delante de ella, mirándola.
- Te agradezco que rompieras la maldición — dijo, deslizando un dedo a lo largo de su nariz — Pero ahora debo irme. — Sin otra palabra, él la rodeó y se alejó con una zancada.
¿Maldición?.
- ¿Dónde vas? — ¿El hombre se había materializado en su jardín, vistiendo nada más que una sonrisa, y creía que podía marcharse sin algún tipo de explicación?. Ah, como un golpe, justo ese pensamiento, le hizo olvidar cualquier sentimiento de miedo. Él era lo bastante grande como para hacerle daño, sí, pero estaba lo bastante loca como para infligirle algún serio daño propio, también — Exijo que me digas quién eres y cómo llegaste a transformarte en una estatua de piedra.- En un movimiento lleno de gracia, en desacuerdo con su tamaño y la inflexibilidad anterior, se giró para afrontarla. Sus ojos estaban llenos de melancolía pero, en un segundo, su suave expresión se transformó en potente furia, como fuego atravesando un cielo nocturno, caliente y frío al mismo tiempo.
- Una mujer no tiene ningún derecho a emitir tal demanda.
¡Si tuviera una espada atada a su cintura, estaba segura de que la habría desenvainado justo en ese momento y la habría usado contra ella! Él estaba tenso y alerta, como un vengativo cazador que inspeccionaba a una presa arrinconada. De improviso, se dio la vuelta y se alejó nuevamente. Solo déjale irse, pensó. Pero _____ se encontró gritando:
- ¡Espera! — Se movió a trompicones detrás de él y le agarró el brazo. Una acción inútil, realmente, pero se paró en todo caso — No puedes marcharte. Estás desnudo.
Esta vez, se tomó su tiempo para afrontarla. Cuando lo hizo, arqueó una ceja con un gesto insolente y bajó la mirada fijamente hacia ella.
- Tú no conoces cuál es tu lugar, mujer.
Sus palabras expresaban disgusto. Pero su voz sonó ronca, misteriosa, carnal y con una lujuriosa intención que sólo se utilizaba entre amantes. ¿Comprendía él lo que su tono acababa de sugerir?. Él apartó la vista de ella, sus ojos pesados cerrándose con erótica invitación. Las puntas de sus nervios volvieron a la vida provocativamente. Oh, sí. Lo sabía. Sabía exactamente lo que había sugerido, y si le diera el estímulo más leve, él la desnudaría y la pondría en su lugar. _____ tragó aire, fingiendo ignorancia.
- Poseo esta finca. Este es mi lugar.
- Eso no es lo que quise decir y tú lo sabes muy bien. Algún día un hombre te mostrará exactamente cuál es el sitio al que perteneces dándote ese salvaje revolcón que pides silenciosamente cada vez que caminas a través de este jardín.
Escuchar la verdad de aquellas palabras fue más impactante que la insinuación velada, y ella retiró los dedos que agarraban débilmente su bíceps. Lo que le dolía era que no había nada que pudiera decir para desmentirlo. ¡Si sólo hacia cinco minutos que ella había acariciado los pezones de la estatua, había envuelto la mano alrededor de su pene (¡dos veces!), y besado sus labios!. Éste no era ningún amigo de sus hermanos. La verdad de ello la atravesó, innegable ahora de todos modos. Sus hermanos nunca permitirían a un hombre intimidarla así. Ni que la invitaran a participar en una noche de libertinaje. Ni siquiera en broma.
Sólo un buen revolcón te enseñaría el respeto apropiado para un guerrero — dijo — Lamentablemente, no tengo
tiempo para instruirte. Ahora, te lo agradezco otra vez, Michelle, pero debo volver a casa. — Entonces, por
tercera vez, él trató de alejarse. En ese caso, sin embargo, fue él quien se paro sin necesidad de su agarre.
Echó un vistazo hacia la izquierda y luego hacia la derecha, estudiando el horizonte. Maldijo en una lengua que
ella no entendió y luego giró para afrontarla. Un ceño estropeaba la perfección de sus rasgos.
— Acabo de comprender que eres una carga necesaria, ya que no conozco nada de tu mundo más allá de este
recinto. — Sus cejas se juntaron ante "la carga necesaria". Las ventanas de la nariz llamearon con sus
siguientes palabras — Llévame ante el hechicero más cercano.
- Vete al infierno — contestó ella.
Él cruzó los brazos sobre el pecho. La obstinada postura insinuaba que era un hombre acostumbrado a dar órdenes
y que esperaba un cumplimiento inmediato. Normalmente ella no se lo pensaría dos veces para enfrentar a alguien
con una súper abundancia de testosterona. Pero el modo en que este tipo la miraba, como si él fuera un rey y ella
fuera un vasallo condenado a la guillotina, casi hizo que le asustara la idea.
- Harás lo que yo diga — soltó él bruscamente, y con los ojos muy abiertos, continuó: ¡Maldita sea! Hay algo
más que había olvidado ante el entusiasmo de volver a mi casa — exclamo con los dientes apretados — Pero
aunque es algo que gustoso olvidaría hacer, no puedo, ya que la continuidad de mi libertad depende de ello.
- ¿Qué?
- Para empezar, debo acostarme contigo.
_____ sofocó un jadeo de alarma. O tal vez era un jadeo de anticipación. Incluso quizás fuera de cólera al
escucharle decir que preferiría olvidarla. Cualquiera que fuera la razón, ella ya había perdido todas las
pretensiones de cordura. Cualquier otra mujer ya habría gritado pidiendo ayuda antes de que él hubiera terminado
la última frase. Acostarse con ella, ni más ni menos. El silencio se alargó entre ellos. Con cada segundo que
pasaba, se hacía cada vez más consciente de la desnudez, de él. Aspiraba su olor caliente, masculino, sentía la
caricia de su mirada fija sobre todas y cada una de las partes de su cuerpo como si ella estuviera desnuda. Su
sangre se calentó, y sus hormonas corrieron abrumadas, gritando: "Le tomaré, le tomaré, y es algo que tú quieres".

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang