Capítulo 44.

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De todos modos, ¿Quién se creía que era? Hacía una hora había intentado entrar en sus bragas. Hacía tres días... ¿O eran cuatro? Da igual, le había pedido que se casara con él. Ella le había dicho que no. Gran idea. Pero eso no significaba que tuviera derecho a coquetear con otras mujeres.
Antes de que pudiera evitarlo, tenía un buen cabreo.
Se puso de pie, tambaleante, y se propulsó hacia la apretada pareja, señalando a la mujer con un dedo inestable. ¿Cuándo se habían vuelto sus manos inestables? — Escucha — gritó. El elevado ruido amortiguó la dureza. — La última mujer que jugó este juego con él, terminó en el hospital.
- ¿Por qué? — Preguntó la mujer con una pequeña, tintineante risita. Obviamente, creía que bromeaba. Se echó sobre el hombro el largo y lustroso cabello. — ¿La lamió hasta morir?
Los ojos de _____ se estrecharon.
- No. Le rompí todos los huesos del cuerpo y me comí los órganos para desayunar. — Lo dijo con una seriedad mortal y con una mirada glacial.
La morena se levantó de un salto como si Justin, de repente, se hubiera transformado en desechos nucleares.
- Ahora vamos a bailar — le ordenó a Justin.
Un malicioso destello iluminó los ojos, y se puso de pie, ofreciéndole la mano. La cogió, mirando ferozmente a su alrededor por si acaso alguien decidía protestar y de una zancada, bajaron y se dirigieron a la pista de baile. Aunque, por lo visto, tenía que sostenerla todo el rato. En el tiempo que había pasado arriba, el nivel inferior de algún modo se había inclinado, y cada vez que se movía, la cabeza daba vueltas.
- Esa ha sido una auténtica demostración, mujer guerrera.
- ¿Te ríes de mi?
- Sí.
Bueno, al menos era sincero. Suspirando, descansó la cabeza sobre su hombro.
- ¿Sabes, Justin?. Eres demasiado sexy — Los labios se apretaron. ¿Por qué había admitido eso en voz alta?
La ronca risa retumbó contra su pecho.
- Dime más. Dime lo que te gusta de mí.
Por cualquier razón, eso sonó como una buena idea.
- Bien, eres alto. Creo que es tan sexy.
- ¡Um! ¿Qué más?
- En casa, aquella primera noche, cuando estabas desnudo, no puede evitar observarte y en todo lo que pude pensar fue en lo grande que eras y lo maravilloso que sería sentirte profundamente enterrado en mi interior.
Se quedó quieto. Los brazos, que estaban sujetándola de la cintura, tiraron de ella más cerca, apretándola en un abrazo.
- Es muy interesante, ese deseo tuyo.
- ¿Quieres que te diga tus defectos? Son malos, muy, muy malos. — No le dio tiempo a contestar. — Eres un extraterrestre. — Se puso de puntillas y le miró airadamente, acusadora. — ¿Porqué tienes que ser un extraterrestre? — Demasiado pesada como para mantenerse firme, la cabeza chocó de nuevo contra su hombro. Suspiró, la decepción y necesidad escapando de los labios con ese firme soplo.
Él arqueó una ceja.
- ¿Qué más crees que hay de malo en mí?
La frente se arrugó.
- No lo recuerdo.
- ¿Por qué haces girar el cuarto? Estoy enferma ¿Sabes?
- ¿Enferma? — La palabra salió de los labios con la fuerza de un tornado. — ¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Deberíamos llevarte a un curandero? — Los ojos eran del color de una noche sin estrellas.
- Un curandero no puede ayudarme. — Los dedos se engancharon en la cinturilla de sus vaqueros. — Mi enfermedad es fatal.
- Tanto si quieres como si no, irás a mi mundo, _____, y te buscaré un curandero. — Los brazos la sostuvieron tan fuerte que no podía respirar. — No escucharé más protestas.
- Sé que sólo dices eso porque no quieres que me muera antes de que me enamore de ti. Pero ¿Y si no puedo? Quiero decir ¿Y si soy incapaz de amar a un hombre? ¿Alguna vez pensaste en eso? Muerta por el Síndrome de la Primera Cita, después de todo ¿Alguna vez lo has oído?
- ¿Te mueres por el Síndrome de la Primera Cita? — Preguntó incrédulo.
- Así es.
Gruñó por lo bajo en su oído.
- No vuelvas a hacer esto, mujer. Creí que estabas realmente enferma.
- Lo estoy. Estoy enferma de la cabeza. Nunca he seguido adelante después de la primera cita. Tal vez, si fueras de aquí, saldría contigo en una segunda cita. Luego, quizás, te amaría. — Mientras le acariciaba la espalda lentamente, le contó algunas de las horribles tardes que había tenido que soportar. Una vez, creyó que rió bajito, pero sabía que se confundía. Hablaban de algo muy serio, algo que afectaba su vida entera. Pero la cabeza daba vueltas de modo incontrolable, y se olvidó de lo que quería decirle.
Justin — susurró. — Creo que voy a desmayarme.
Y lo hizo, deslizándose hacia abajo en una oscuridad empapada por el licor.
De algún modo, Justin no tenía ni idea de cómo, logró conducir a Mishel a un alojamiento cercano sin que
ninguno de los dos muriera. El transporte no fue fácil de manejar, pero tampoco lo fue la roncadora ______l. Tuvo
que pagar por una nueva cámara con el papel verde de______, ya que no consiguió recordar la ubicación del
primer alojamiento. Mientras la llevaba a su nuevo cuarto, ______ gemía de vez en cuando, y se culpó de su
estado.
La había visto consumir el suero de verdad –Lámelo– y aún así no había hecho nada para pararla. Llevaba
mucho tiempo queriendo interrogarla, queriendo descubrir los verdaderos sentimientos hacia él. Sólo que se había
desmayado antes de que pudiera investigar a fondo.
Pese a todo, había aprendido algunas cosas interesantes.
La mujer le creía de su propiedad. Ese conocimiento era más potente que cualquier poción curativa, y rió cuando
recordó el modo en que había amenazado a aquella mujer morena. Había creído que Maylyn lo amó, pero jamás
había sido posesiva con él. Se había conformado con el tiempo que le dedicaba, indiferente si pasaba tiempo con
otra hembra.
La posesividad de ______ fue, en realidad, una vista gloriosa. Observar su rostro mientras desafiaba a la morena,
había causado que la sangre ardiera de deseo, y había querido desnudarla allí mismo y sumergirse profundamente
en su interior, sobre la barra, mientras la música sonaba y el humo ondeaba a su alrededor, ocultándolos como un
nicho.
Tales pensamientos podrían no ser buenos ahora mismo. Era tarde y tenían mucho que hacer por la mañana. Dentro
de la pequeña y privada sala, despojó a _____ de la ropa, excepto de ese material negro que protegía su entrada
femenina. Muy bonito. La tela oscura contra la pálida piel era la vista más erótica que alguna vez hubiera
contemplado. Mientras le recorría el cuerpo con los ojos, el aire le quemó en los pulmones. Los pechos eran del
tamaño perfecto para sus manos. La cintura curvada y redondeada en los sitios adecuados.
Una vez se fijó en las pecas que tenía sobre los hombros y se preguntó si tendría algunas más en otros sitios.
Ahora lo sabía.
Tres pecas perfectas salpicaban su estómago. La vista lo atormentó e hizo que el cuerpo se endureciera por todas
partes. Quiso maldecir, ya que sabía que estas horas de la noche no le ofrecerían ninguna liberación, sólo una
dulce especie de tortura.
Con cuidado la colocó en la cama. Después de desnudarse y sin nada encima excepto la piel, se subió a la cama,
al lado de ella.
Sonrió durante toda la noche.
Esta era la almohada más caliente que alguna vez había tenido.
______ se acurrucó más profundamente en el colchón, dejando que el calor de la almohada se filtrara en su carne.
Deslizó la pierna hacia arriba, encontrando algo duro y caliente que se apoyó en la rodilla y suspiró contenta.
El olor limpio y único de Justin la envolvía, permitiéndole saborear un pedacito de cielo. Se sentía tan a
salvo, tan segura, que no quería abandonar nunca ese caliente refugio. La cabeza le dolía un poco, pero aparte de eso, se sentía maravillosamente bien.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora