Capítulo 59.

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Joe lo miró fijamente, en silencio. Lentamente, su expresión se ablandó, hasta que, finalmente, se dejó caer de un golpe sobre el sofá, con una amplia sonrisa —. ¿Todavía piensa marcharse?
- Quizás.
Joe cabeceó —. Usted es fuerte. No hará ninguna estupidez.
¿A dónde quería llegar este hombre?
- Maldita sea, usted es justo lo que ella necesita. Ella corre despavorida ante todos los demás, pero usted, creo, tiene la posibilidad de atraparla. Ella es mi única hija, ¿sabe?. Mi niña.
- Lo sé.
- Es hermosa como su madre, aunque un poco más alta. Eso lo heredó de mí, — dijo él con orgullo.
Justin no respondió.Joe estaba perdido en sus recuerdos, y él lamentaba molestarlo. Pero más que eso, quería conocer más cosas de la infancia de ______. Él muy bien podía imaginársela con las regordetas mejillas rosadas y con su rubio pelo en salvaje desorden mientras corría por un camino lleno de guijarros.
- _____ siempre fue una niña muy obstinada. Tenía que mantenerme siempre alerta. — El detective le contó la vez en _____ había llenado la falda de su vestido de ranas y había intentado soltarlas en su cuarto.
- Ella se llama a si misma mi sexto hijo.
- Usted la trata como a un criado.
Joe perdió su borde suave —. Nunca la he maltratado.
- Lo hace. Siempre que le ordena que le sirva.
A esas palabras le siguió una larga pausa. Luego, Joe suspiró profundamente —. Tal vez tenga razón. Pero maldición, hijo, las mujeres son criaturas tranquilas que necesitan protección. Y lo hombres, tenemos la necesidad de cuidarlas
Justin decidió, finalmente, contestar la primera pregunta del detective —. Mis intenciones hacia su hija son honorables. — Él deslizó la lengua sobre los dientes, incómodo por su siguiente confesión —. Quiero hacerla mi compañero de vida, pero primero debo convencerla de que acepte.
- ¿Compañera de vida? ¿Le ha oído _____ decir eso? — Él sonrió, se puso en pie y le dio un manotazo a Justin en el hombro —. Buena suerte, hijo. Va a necesitarla. — Y todavía sonriendo caminó hacia fuera.
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Heather se acostó temprano aquella noche, igual que había hecho las dos anteriores, a la espera de que apareciera de nuevo el hombre de sus sueños. No tuvo que esperar mucho. Tal como había hecho otras veces, Ryan se materializó a su lado rápidamente, nada más al apagar ella la luz... como si estuviera ansioso por verla.
Pero esa noche, cuando lo miró fijamente, ella no pudo negar que estaba completamente despierta. No soñaba, él estaba realmente allí. Aunque ya había sospechado que era algo más que un invento de su imaginación, ahora tenía la total certeza.
Él era real.
Pese a todo, no se asustó. La hacía sentirse demasiado bien como para temerlo. No podía explicar su presencia, pero eso no le importaba, todo lo que le importaba era que estaba a su lado, envolviéndola con su calor. Quienquiera que fuera, independiente de lo qué fuera –un fantasma, un vampiro o un sueño que cobraba vida– le daba igual, ella simplemente lo quería a su lado.
Él le había dicho que le pertenecía, y Heather quería que aquellas palabras se cumplieran. Ella quería se suya. Total y completamente.Ryan aún no le había hecho el amor, ni la había tocado de ninguna forma sexual y ella anhelaba su cuerpo en su interior, convirtiéndolos en un solo ser.
En silencio, estudió a ese hombre del que apenas sabía nada, pero que, aún así, había logrado convertirse en alguien muy importante para ella. Mientras observaba todos sus rasgos, frunció el ceño. Esa noche Ryan parecía que llevara algún tipo de máscara. Como siempre, su piel era impecable, con los solemnes ojos almendrados e incluso su nariz parecía tan... perfecta. Aunque él seguía siendo hermoso, de una forma oscura, con su piel maravillosamente bronceada y sus músculos duros como la piedra, notaba que algo no encajaba.
Quizás él siempre tuvo ese aspecto y ella no lo notó antes. O tal vez es que realmente era diferente. Ella vio la vulnerabilidad, una profunda vulnerabilidad grabada en todas las partes de su cuerpo. Le recordó a como ella misma se sentía, herida y cansada, y aquel pensamiento la ató a él con lazos de seda. ¿Poseía el mismo profundo dolor que ella?
- Regresaste, — susurró en la oscuridad.
- Sí. Regresé. No puedo permanecer alejado.
- He pensado en ti todo el día, — admitió ella. — A cada segundo en el trabajo, cada vez que respiraba, en todo en lo que podía pensar era en ti.
Él hizo una pausa, como si le asustara pronunciar las siguientes palabras.
- ¿Y en qué pensabas? — Cada sílaba sonó forzada y vacilante.
- Pensé en el modo en que me abrazas, en el modo en que me haces sentir tan caliente.
Él no respondió y ella se maldijo por su precipitada confesión. ¿Y si lo que le atraía era el desafío de conquistar a una mujer? ¿Y si su fácil rendición lo ahuyentaba?
Entonces él habló.
- Adoro que pienses en mí, ángel, realmente lo hago, pero no soy el hombre que crees que soy.
La admisión fue dicha de mala gana, y ella notó que su cuerpo se tensaba por momentos, como si se preparara para
marcharse.
- No pensarías en mí tan dulcemente si supieras cual es mi verdadero aspecto.
Ella alzó la barbilla.
- No te entiendo.
- Lo que crees estar viendo es sólo un espejismo. Una máscara del hombre que jamás podré ser. — Su tono era
duro y oscuro, acusatorio.
- Te hechicé para que sólo vieras lo que yo quiero que veas.
- ¿Eres un nigromante? — Preguntó ella.
- ¿Un brujo?
- No conozco esas palabras.
- Alguien que usa la magia.
- Sí, soy un hechicero, el Sumo sacerdote Druinn, y soy capaz de usar la magia.
Cuando era una adolescente, ella se había metido en el mundo de lo sobrenatural para escapar del terror de su
vida, por lo que ya sabía que existían fuerzas externas a su alrededor, y no dudó de sus palabras. ¿Cómo sino
podía aparecer y desaparecer a su capricho?
- Independientemente de cómo seas o de lo que puedas hacer, yo veo a un hombre bueno y decente. Tienes que serlo.
¿Cómo, si no fuera así, podría sentirme tan a salvo contigo?
Él no contestó su pregunta, en cambio, acarició suavemente su mejilla. Aunque su mano aparentara ser suave y
perfecta, la sintió áspera, con callos y cicatrices. Qué extraño. Pese a todo, la sensación le provocó un
suave cosquilleo que se deslizó desde su cuello hasta los dedos de sus pies.
- ¿Ryan?
- Sí.
- ¿El hechizo es responsable del calor que siento siempre que estás cerca? ¿De mi... deseo?
Otra vez, él vaciló.
- No, — él dijo sinceramente, abriendo lentamente los ojos por la sorpresa.
- No, de eso no.
- Entonces eres tú el que me haces sentir tan viva. Tú. — Entonces comprendió que quería que él se quedara
con ella, no sólo durante la noche, sino durante el día también. Todos los días. Todas las noches. ¿Cómo
podría ella vivir sin ese calor, ahora que ya sabía que existía?
- Yo...yo no sé qué decir.
- Di que te quedarás conmigo. — Ahuecó sus mejillas entre sus manos. — Di que te quedarás conmigo para
siempre. —
- Heather, yo soy... yo no puedo... tú no lo entiendes, — terminó él, de pronto enfadado.

Estatua ~Justin Bieber y tú~ [TERMINADA]  By: JavieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora