Catorce.

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17 de septiembre de 2018, Barcelona, España


—¿Cómo fue tu primer día? —pregunta felizmente al otro lado del teléfono, contagiándome inmediatamente su felicidad y haciéndome sonreír.

—Muy bien, en realidad. —aseguro.

—¿Estás en tu último año?

—Penúltimo. —rectifico.

—Vas a ser una psicóloga excelente. —afirma— Capaz cuando acabes la universidad podes venir a sanar mentes a Argentina.

—No sé si mi carrera universitaria aquí serviría para enseñar allí.

—Podes probar. —insiste.


Tras esas palabras, noto el deseo latente de que me mude a Argentina cuando acabe la carrera para vivir juntos y terminar con esta distancia que tanto daño nos hace a los dos.


—Por supuesto. —la línea se queda en silencio durante varios y largos segundos.

—Te añoro.

—Te echo de menos. —decimos los dos a la vez, así que sonrío.

—También yo. —repite— Son solo cinco días sin vos y ya necesito verte de nuevo.


Silencio de nuevo.


—¿Sabes? —dice ligeramente, para descargar la tensión del ambiente— No te llamé solamente para interesarme por tu primer día de universidad.

—¿Ah, no? Y yo que pensaba que querías ser un buen novio que se interesaba por su novia. —bromeo un poco y pese a que ha sido un comentario estúpido, vale la pena cuando lo oigo reír— ¿Qué otro motivo hay?

—Tengo una bomba para vos.

—¿Una bomba? —me río un poco— Sorpréndeme.

—Bien. —aun sin verlo, puedo asegurar que está asintiendo— Estoy trabajando en algo.

—¿Una canción? —exclamo emocionada.

—Sip. —me imita— Se viene temita nuevo.

—¿¡Cuándo!? —para cuando me encuentro con Lidia estoy, literalmente, dando saltitos de emoción. Ella se ríe en cuanto me ve y se encoge de hombros, preguntándome qué pasa en silencio.

—No lo sé bien todavía, pero pronto. El próximo mes.

—¡Dios mío, sí! —grito llena de felicidad. Lo oigo reír al otro lado del teléfono y mi pecho se hincha.

—Me alegro que esto te ponga feliz. —puedo oírlo sonreír también— Igual, eso no es todo.

—¿Qué más hay?

—Mh, estoy pensando si reservarme esa parte para sorprenderte.

—Oh, vamos. —resoplo— Claro que no, dímelo. —hago pucheros, haciendo reír a Lidia mientras caminamos hacia el coche— Dímelo, dímelo. —suplico con voz de niña.

—Bueno. —se ríe— Te lo diré sin más.

—Adelante entonces. —le animo.

—Es para vos. —dice simplemente.

—¿El qué es para mí? —frunzo ligeramente el ceño.

—¿Qué más? —se ríe— La canción, boba.

Andrómeda ~ WosΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα