Veintinueve.

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2 de diciembre de 2018, Barcelona, España

Jornada 8 FMS Argentina


—¿Es posta? —oigo al tristeza en su voz y se me parte el alma en mil pedazos— No podes venir para hoy.

—Tengo examen de biología mañana. —suspiro— El profe nos ha enviado un correo electrónico diciendo que nos lo preparemos, tengo que estudiar tres temas nuevos para primera hora.

—No, qué forro. —resopla— ¿Pero puede hacer eso?

—No lo sé. —resoplo también— Pero voy a suspender, no me sé nada.

—No vas a reprobar. —me anima— Yo quería que me vieras competir. —aunque no puedo verlo, juraría que está haciendo un puchero con el labio en ese mismo momento.

—Lo sé, yo también quería estar ahí. —suspiro con tristeza y me quito las gafas, dejándolas sobre la mesa del escritorio.

—Es la última jornada antes de la final internacional. —dice despacio.

—Lo sé. —sonrío— No me la voy a perder por nada del mundo.

—Ya sacaste tu pasaje, ¿cierto? —pregunta, puedo notar el nerviosismo en su voz.

—Claro, amor. —lo tranquilizo— Voy a estar ahí apoyándote, gritando más que nadie.


Puedo oír su sonrisa en ese preciso momento.


—Es todo lo que necesito. —suspira con felicidad— ¿Vas a estar viendo la jornada de hoy?

—Sí, voy a quedarme toda la mañana estudiando para tener la tarde libre.

—Bueno, pero si no te sabes el temario seguí estudiando.

—Vale, papi. —digo en broma, riéndome.

—Mh... —gime en voz baja, quedándose en silencio después.

—¡Valen! —exclamo riéndome un poco, aunque algo más tímida esta vez.

—Perdón, me tildé. —se ríe— Me provocas cosas diciéndome papi.

—Anda, cállate. —escondo mi cara en mi mano libre, sintiendo cómo un calor interno empieza a poner de color rojo mis mejillas, menos mal que no puede verme.

—Te sonrojaste, ¿a que sí?

—No. —niego con la cabeza.

—Wacho, no te la creo ni con moño. —se burla.

—He dicho que te calles. —alargo un poco la "e" y oigo su risa al otro lado de la línea.

—Bue, ya no quiero molestarte más. Tenés que aprobar un examen que te puso el viejo gil de tu profesor. —me río con su comentario— ¿Nos vemos el sábado?

—Por supuesto. —asiento de manera feliz— Lo estoy deseando.

—También yo, amor.

—¿Nervioso? —pregunto, enredando un mechón de mi pelo en mi dedo.

—Capaz un poco. —reconoce— Pero trato de no pensar.

—Entiendo... —asiento— Nos vemos el sábado.

—Te amo, Andro.

—Te amo. —sonrió como una estúpida enamorada. Al fin y al cabo, es lo que soy.

Andrómeda ~ WosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora