Cuarenta y tres.

2.2K 179 150
                                    

N/A: Nada más que daros las gracias por todo el apoyo y los comentarios en el capítulo anterior. Amo ver vuestros comentarios, así que nunca dejéis de hacerlos, porque me encanta saber vuestras opiniones.



23 de enero de 2019, Buenos Aires, Argentina

Cumpleaños de Valentín


—¿Qué hacéis? —frunzo el ceño cuando entro en la habitación y veo a mi novio y a mi mejor amigo subidos en dos escaleras.

—¡La puta madre, Andrómeda! —grita Dani y su escalera se tambalea, así que corro hacia ella y la sujeto para mantenerla estable— ¡Pudiste haberme matado del susto o a causa de la caída! ¿Estás loca? —todavía está gritando a causa del susto.

—¡Lo siento! —me disculpo, gritando también.

—Te voy a matar yo como le grites de nuevo a mi novia, inútil. —amenaza Valentín.

—¿Qué estáis haciendo? —pregunto otra vez, con curiosidad.


Miro hacia arriba y en cuanto veo lo que están haciendo siento mis mejillas arder. Valentín y Dani están colocando en el techo un gran espejo, justo encima de la cama. Niego con la cabeza y me tapo la cara con las manos. Lo único en lo que soy capaz de pensar es que espero que ese espejo no sea para lo que yo creo que es, sin embargo, no puede ser para otra cosa.


—¿Tenías que llamar a Dani para esto? —susurro con timidez.

—Yo solo no podía. —se justifica.

—Eu, a mí me da igual lo que ustedes hagan. Yo solo vine a ayudar.

—Tierra trágame. —suplico y los dos se ríen.


Tres minutos después, han colocado el espejo y se bajan de las escaleras, mirando el techo para ver si es estable o no.


—Perfecto. —dice Valentín, rodeando mis hombros con su brazo.

—¿Tenías que hacerlo? —digo en voz baja para que solo él pueda escucharme. Él asiente.

—Te dije que lo iba a hacer. —besa mi mejilla.

—¿Y no podías haber llamado a alguien? No sé, a dos profesionales, por ejemplo.

—Me ofende el tono de desconfianza. —bromea Dani, riéndose.

—No es por nada, pero duermo en esa cama todas las noches y no sé si podré hacerlo con tranquilidad ahora sabiendo que tengo un espejo de dos metros encima de mi cabeza que se puede caer en cualquier momento y puede matarme.

—No se va a caer, nosotros somos profesionales. —asegura Valentín a mi lado.

—Ah, bueno. Si me lo decís vosotros me quedo más tranquila. —digo de manera irónica, poniendo los ojos en blanco.


En aquel momento, pican al timbre de casa y Valentín va a abrir. Así que Dani y yo nos quedamos solos, los dos mirando hacia el techo, donde ahora hay un espejo colocado.


—¿Cómo estás? —decido preguntar, cambiando la trayectoria de mis ojos para mirarle.

—Bien. —me mira y me sonríe— Tengo mucho por contarte.

—Lo estoy deseando. —digo sinceramente.

Andrómeda ~ WosWhere stories live. Discover now