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Ella no puede ser Minka, ella aparentaba como mi madre

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Ella no puede ser Minka, ella aparentaba como mi madre.

—¿Quién eres? —Le pregunto a la chica. Será una pregunta idiota, pero la quiero saber.

—¿No sabes quién es? —Cibor se encontraba algo anonadado. Yo niego con la cabeza.

—Ella es Minka.

—Minka tiene cincuenta años, me lo ha dicho mi padre hoy.

—Zarek, no te hagas el olvidadizo ahora, te dije que las habilidades que ella tenía, eran semejantes a las de Florián.

—Quizás así me reconozcas —la chica, da vueltas en su propio eje, formando una minúscula ventisca, que hace que su cuerpo y cara cambie. Y ahora sí, es la Minka que yo conozco.

—Hola Zarek —sonríe.

—No, no, no —niega Cibor, vuelve a tu forma y edad por favor, esta no me gusta tanto —todos soltamos una carcajada, y Minka le hace caso —. Ven aquí, pequeña cocinera.

—Ya no soy tan pequeña, Bor.

—De estatura lo sigues siendo. Eso nunca cambiara.

Mientras ellos están de cháchara, los demás nos mantenemos callados, mirando a uno y al otro, como en un partido de tenis.

Resoplo de aburrimiento, obteniendo así la atención que no quería llevarme.

—Me iré a dar una vuelta por aquí —y era cierto, en cierta parte, ya que también me estaba aburriendo, y por lo que pude apreciar, por la mañana temprano, había amanecido con un majestuoso sol, que te podría dejar ciego, si lo miraras fijamente.

—No te alejes mucho, no es muy seguro que andes solo por el bosque — ¿Qué podría pasar en un bosque a plena luz del día? —. Ponte una sudadera.

—A sus órdenes Dyzek, como usted mande —tenía intenciones de hacerlo. Puede que sol este ahí, pero no calentaba mucho, en esta época del año.

Paso entre las personas que se encuentran amontonadas en la sala, esquivándolas y voy directamente a mi habitación, sin pararme en ninguna parte, ni distraerme sin nada.

Enfoco mi mirada en el armario y voy hasta allí. Ya había colgado la mayoría de cosas en él, pero aún faltaban algunas cosas. Abro el armario de dos puertas y cojo una sudadera gris sin gracia. Me la pongo inmediatamente y con ello, cierro de nuevo las puertas. Salgo de mi habitación a toda prisa, sin antes cerciorarme que llevo conmigo mi móvil.

Bajo las escaleras, despreocupado mirando hacia un lado, a ver si siguen en el salón, y efectivamente, ahí se encuentran. Todos se han puesto más cómodos, se encuentran todos distribuidos, sentados en sillas, sillones y el gran sofá.

—¡Gente, me voy! —me asomo al umbral de la puerta, asomándome, haciendo así, que todos pongan sus ojos en mi persona.

—Con cuidado —vuelve a advertirme mi padre.

El mundo de ZarekWhere stories live. Discover now