Capítulo 19.

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Steve llegó a la Torre Stark puntual a las nueve, vestido con su mejor traje azul marino, zapatos bien lustrados y la barba recortada y prolija. Llevaba una botella de champagne como regalo para Tony, para que pudieran brindar durante la cena. Cuando tocó el timbre y lo atendió el propio Tony con Peter de la mano, sintió una emoción mucho más fuerte de lo que había sentido nunca por ninguna persona. Se inclinó sobre el mayor y lo saludó con un beso en la mejilla muy dulce, estrechándole la mano a continuación al niño y dedicándole una sonrisa paternal que Peter adoró.

-Maestro Steve, pase por favor, pase... lo estábamos esperando.

-Gracias, querido. Tony, espero que sea de tu agrado- dijo entregándole la botella y suspirando para descargar tensiones.- Es un pequeño obsequio para que brindemos.

-Me encanta. Será un placer beber esto contigo más tarde.

Tras el nerviosismo inicial ambos hombres intercambiaron una mirada cómplice por sobre Peter y asintieron, y se dirigieron al comedor con más confianza. El niño se veía feliz y chispeante, quizás intuyendo algo, porque en cuanto Steve se sentó él declaró en voz alta:

-Papi, siéntate tú también, que yo serviré la mesa.- Ante su comentario Tony rompió a reír, y le preguntó por qué quería hacer eso. Peter contestó:- bueno, así tú y el maestro Steve pueden ir conversando de cosas de adultos sin mí delante.

-Mi amor, te lo agradezco mucho, ¡pero no hace falta! Ven, siéntate tú que papá se encargará de servir, y después podremos conversar todos juntos. ¿Por qué creíste que Steve y yo querríamos hablar de algo sin ti presente?

-No lo sé...

-Peter, tu papá y yo no tenemos que ocultarte nada- colaboró Steve mientras Tony se retiraba discretamente a la cocina.- Si hay cosas que queremos hablar, pero contigo, no entre nosotros.

-¿Qué es lo que tengo que saber?- preguntó ansioso.

-Ten un poco de paciencia, querido.

Los filetes eran tan sabrosos y ligeros como si estuvieran hechos de manteca, y la guarnición de guisantes, zanahorias y salsa con albahaca era deliciosa y llena de sabor. Tony le sirvió a su novio con cierto neviosismo, pues era la primera vez que le cocinaba y quería que saliera bien. Tuvo un breve momento en que se cuestionó por qué estaba actuando como una ama de casa de los años cincuenta: después, vio la expresión de goce de Steve al probar el filete y todo su orgullo se desvaneció contra la felicidad que le provocaba saber que su cocina era digna de la aprobación del rubio.

-Tony, que maravilla... ¡mejor que la comida de un restaurante!

-¿De verdad? Qué bueno que te guste. Peter, ¿cómo está, rico?

-¡Riquísimo! Papi, cocinas cada vez mejor. ¡Te adoro!

-Y yo te adoro a ti, corazón... quería que esta cena fuera perfecta para todos, así que me alegra verlos tan felices.- Sonrió.- He esperado tanto...

-Papá, ¿qué es esa cosa que quieren contarme y no se animan?- preguntó Peter al cabo de unos instantes, tras ver como los mayores cruzaban frases banales y le hacían frecuentes preguntas sobre como se sentía.- Ya me está dando curiosidad.

-Bueno, Peter, es algo muy importante, pero primero podríamos terminar de comer, ¿no te parece?

-¡Oh! ¿Algo muy importante?

-Sí, pequeño- intervino Steve.- Algo que, creemos, te gustará.

Peter no dejó de mirarlos, y los vio tan sonrientes que sintió un brinco en el corazón. Ansioso por saber cual era la gran noticia, se apresuró a terminar su filete y a devorar los pedacitos de zanahoria embebiéndolos en salsa, provocando la risa de Tony.

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