Capítulo 3

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   —Egun on [6], Mireia! —saludó Jon con la emoción dibujada en la cara

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   —Egun on [6], Mireia! —saludó Jon con la emoción dibujada en la cara.

  Habían quedado por la mañana, temprano, en la facultad, para preparar los dispositivos de Rayos–X móviles recientemente adquiridos por el departamento, aquel equipo bien podría ser el más caro de toda la universidad. Cuando Jon llegó a su despacho, preparado para comenzar  la delicada maquinaria en el vehículo y marchar hacía La Cueva del Zircón, se encontró con que Mireia ya lo había cargado todo en la parte trasera del todoterreno. Ahora se encontraba en el despacho, organizando una serie de aparatos cuya utilidad Jon desconocía.

   —Egun on —respondió la joven tras un largo bostezo—. Barkatu [7]— se disculpó la mujer sonrojándose—. Es que todavía no me he tomado el tercer café de la mañana. Si no te importa termino con esto y subimos a la cafetería a tomar algo antes de irnos.

   —Bai, ados [8] —respondió de acuerdo con su compañera—. ¿Necesitas que te ayude con algo?

   —Coge con cuidado esos tubos de allí —señaló tres tubos con un líquido turbulento en su interior. Le lanzó antes de nada las llaves del coche—. Ya sabes dónde está.

    A pesar de que habitualmente hablaban en castellano entre colegas, frecuentemente usaban palabras intercaladas en euskera, para ellos resultaba algo de lo más natural. 

   Por fin era viernes. El día más ansiado por todos los investigadores en geología de aquella universidad y por muchos de los estudiantes del grado, pues el viernes era el día de las salidas de campo. Ese día en el que sus inquietos traseros podían descansar de pasar eternas horas posados sobre una silla en el aula de turno, el laboratorio o el despacho. Era el momento de acción para estos científicos y sus pupilos. Ese instante en el que todo aquello sobre lo que habían estado estudiando, se volvía algo más allá de la fantasía que su imaginación podía crear al leer y escuchar el temario. Todas aquellas maravillas de la naturaleza eran reales y tangibles, y solo una vez haberlas experimentado en sus manos, eran capaces de alcanzar a comprender lo que antes solo podían creer a ciegas. 

   Jon colocó cuidadosamente los tubos sobre una carretilla que utilizaban para transportar la maquinaria más pesada y se dirigió al aparcamiento situado entre el edificio de física y geología y el de matemáticas. El maletero ya estaba lleno, así que los colocó en los asientos traseros y los sujetó con un cinturón para que no volcaran durante el trayecto.

   Para cuando hubo regresado al despacho, Mireia ya había terminado de organizar aquel extraño equipo y lo había montado en otro carrito para llevarlo al coche. En aquellos momentos se encontraba cuchicheando con Iñaki, pero al darse cuenta de la presencia de Jon, dejaron la charla y se giraron para mirarle con una gran sonrisa dibujada en sus rostros.

   —Egun on, Jon —saludo Iñaki con un gesto de cabeza, pues tenía ambas manos metidas en los bolsillos de su blanca bata de laboratorio.

La Sociedad del Zircón© [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora