Capítulo 4

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   Enero cada vez quedaba más cerca y con la inevitable proximidad de aquel mes, tendría comienzo una aterradora e interminable temporada de exámenes universitarios

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   Enero cada vez quedaba más cerca y con la inevitable proximidad de aquel mes, tendría comienzo una aterradora e interminable temporada de exámenes universitarios. Con las últimas horas lectivas echadas al cuello, muchos profesores comenzaban la carrera para dejar el temario de aquel primer cuatrimestre concluido, aunque muchas veces mal rematado.

   Jon no era una excepción, aquel Zircón le robaba hasta sus preciadas horas de sueño, le tenía tan embelesado todo aquel mundo de fantasía, que ocasionalmente sus alumnos le sorprendían perdido en sus pensamientos, momento en el que sus clases quedaban sepultadas por un incómodo y repentino silencio. A veces, durante aquellas divagaciones se le ocurrían nuevas teorías que resolvieran el misterio que envolvía, no solo al Zircón Infinito, sino también a la cueva en la que se encontraba, pero no podía sacar todas aquellas maquinaciones de su cabeza hasta que se encontraba con Mireia para comer en el despacho que ambos compartían.

   Desde que comenzaron a trabajar en conjunto en aquel gigantesco cristal habían empezado a llevarse realmente bien, no era que antes se odiaran, simplemente desde hacía unos meses su relación había traspasado los límites de lo meramente profesional e incluso se veían los fines de semana.

   Con el comienzo de una nueva semana, Jon volvía a la rutina matutina de la enseñanza, con ganas de que terminara antes siquiera de pisar el aula.

   Hablaba, hablaba y no paraba de hablar. Eran las nueve de la mañana, la gente madrugaba para llegar puntual y el día anterior acostumbraban a acostarse tarde. El cansancio general de los estudiantes dejaba una imagen bastante cómica del aula. El joven profesor dando la chapa del día y de fondo, acompañando su eterno monólogo, un silencio sepulcral. Unos pocos atendían a la lección como buenamente podían y otros muchos se rendían al persistente abrazo del sueño. Un sueño, alimentado por la pesadez de la materia impartida, el monótono tono de un profesor –quien luchaba por contener algún que otro bostezo–, la mortecina luz del proyector, el calor de las estufas y las horas de descanso perdidas por haberse pasado la noche en vela.

   Por un lado, los alumnos apurando cada minuto para terminar el trabajo que tenían con fecha límite de entrega el día siguiente y que como de costumbre habían dejado para el último momento. Por otro lado, Jon, que una noche más, se la había pasado tirado en la cama al teléfono, con Mireia al otro lado de la línea. Las horas pasaban e incluso, en ocasiones, el amanecer llegaba a asomar, mientras ellos seguían enfrascados en una emocionante competición en la que salía victorioso aquel que lanzara la más absurda de las hipótesis en cuanto al origen de las "mágicas" propiedades del Zircón Infinito. A aquellas alturas, Jon aún se preguntaba si lo que realmente le gustaba de aquellas conversaciones era el tema o la compañía.

   Tic–tac, tic–tac, sonaba el reloj de muñeca en el oído de una de las estudiantes sentada en la primera fila. Sujetaba su cabeza con ambas manos intentando evitar caer redonda sobre la mesa, mientras sus párpados bailaban un cada vez más lento vals. Metro y medio más allá... ¡BUM! El estruendo sobresaltó a la alumna, cuyo cuerpo reaccionó tensándose de golpe y pegando un bote en el asiento.

La Sociedad del Zircón© [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora