Capítulo 9

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    Paraguas en mano, salieron los tres del vehículo y se adentraron en el bosque

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    Paraguas en mano, salieron los tres del vehículo y se adentraron en el bosque. Siguieron los dos pares de pisadas impresas recientemente sobre el barro y la hierba encharcados, andándose con cuidado de no hacer ruido, por si los perseguidos anduvieran por las cercanías. La maleza era cada vez más y más espesa y el sendero por el que habían accedido aparecía y desaparecía a medida que avanzaban siguiendo aquellas pisadas.

   La lluvia persistía con furia y el espacio entre árboles era cada vez más estrecho, por lo que, finalmente, tuvieron que cerrar sus paraguas y enfrentarse al temporal sin nada más que una chamarra que los protegiera. La niebla interfería en la visibilidad del camino y por miedo a perderse, los tres estudiantes de geología avanzaron los unos pegados a los otros, para al menos así, evitar separarse.

   —¡Ay! —se quejó Eleder subiéndose las gafas que se le habían escurrido hasta casi caer al suelo.

   El chico levantó la vista para encontrarse con que se había golpeado contra el tronco de un árbol. Se quedó mirando la húmeda corteza, pensativo y sorprendido ante lo que había descubierto.

   —Menos mal que hoy no te has olvidado las gafas —se mofó Ainara.

   —Ja, ja, ja —respondió Eleder sin apartar la mirada de donde la tenía clavada.

   —¿Qué andas mirando tan empanado? —le respondió Ainara acercándosele por detrás—. ¡Ostras!, ¿pero qué? —exclamó al descubrir lo que su compañero miraba.

   —¿Qué creéis que podría ser? —preguntó Andrea en un susurro.

   —Ni idea. Pero sigamos adelante. No vaya a ser que les perdamos la pista ahora que estamos tan cerca de descubrir lo que está pasando. —respondió Eleder comenzando a caminar sin conseguir aún despegar del todo la vista de aquel punto del tronco.

   —Un rombo y unas doce rayas... No parece la típica señal de senderismo. Parece más bien un símbolo sectario. —meditó Ainara en voz alta.

   —Calla, calla —respondió Andrea agitando la cabeza y las manos exageradamente—. Jon es demasiado inteligente como para meterse en esas cosas.

   —¿Os lo imagináis? Una secta de geólogos que adoran al dios piedra todo poderoso —dijo Ainara entre carcajadas.

   —¡¿Os queréis callar ya?! —les reprendió Eleder nervioso—. A este paso nos van a descubrir.

   Siguieron caminando, pero esta vez en completo silencio y con precaución de no perder la pista de huellas ni chocarse de nuevo con un árbol. En el camino se encontraron con más árboles marcados con aquel extraño símbolo. Los tres jóvenes terminaron con la sensación de llevar un buen rato dando vueltas que no los llevaban a ningún lado. 

La Sociedad del Zircón© [FINALIZADA]Where stories live. Discover now