Capítulo 11

209 47 133
                                    

    Asomados, aunque sin atreverse a sacar las cabezas de su escondite, los tres jóvenes estudiantes de geología escuchaban atentos lo que sucedía en la cavidad al otro lado de pasadizo al que habían ido a parar

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

    Asomados, aunque sin atreverse a sacar las cabezas de su escondite, los tres jóvenes estudiantes de geología escuchaban atentos lo que sucedía en la cavidad al otro lado de pasadizo al que habían ido a parar.

   —¿Viajar en el tiempo?, no sé qué mierda fuman estos, pero yo también quiero —susurró Eleder intentando no estallar en carcajadas.

   —Pues a mí me parece que van muy en serio con todo esto —respondió Andrea con la mirada perdida en la oscura piedra de la pared.

   —No sé vosotros, pero yo después del viajecito a través de la roca a lo Harry Potter, me pueden decir que aquí uno puede volar y me lo creería. —respondió Ainara en un susurro.

   Los tres se encontraban sentados en el duro suelo, con la espalda apoyada contra la pared, hombro contra hombro. Se hizo el silencio en aquella estrecha cavidad. De lejos se escuchaba un continuo de voces enfrentándose que poco a poco pasaron a ser gritos que se entremezclaban y desde allí resultaban ininteligibles. 

   Sin darse cuenta de ello, Ainara dejó deslizar su cabeza hasta posarla sobre el brazo de Eleder, dado que el hombro del chico le quedaba muy por encima. En respuesta a este gesto, de manera casi automática, el chico le pasó el brazo por los hombros a su compañera y la abrazó.

   —Pero, ¡¿qué haces?! ¡Quita! —reaccionó, por fin consciente de sí misma.

   Se quitó el pesado brazo de encima al tiempo que intentaba mostrarse enfadada con el joven, pero el rubor de sus mejillas y la inconsciente expresión de turbación de su rostro le traicionaron. Andrea observaba esforzándose por contener las carcajadas. El ambiente en la sala del Zircón parecía algo más calmado. Las discusiones habían cesado y por encima del silencio de los miembros de aquella misteriosa sociedad se alzaba una imponente voz femenina dando órdenes.

   —¡¿Qué ha dicho?! — exclamó Ainara.

   —Son ya más de las ocho y yo sin decirle nada a mi madre. Me va a matar. —le tembló la voz a Andrea. Teléfono en mano, Andrea marcó el número de su madre de memoria. No había señal en la cueva—. Me van a matar... no me van a volver a dejar salir de casa hasta que haya cumplido los setenta, y eso siendo optimista.

   —Supongo que era de esperar... —suspiró Ainara llevándose las manos a la cabeza y escondiendo su preocupado rostro entre sus rodillas.

   —Tranquilicémonos —dijo Eleder apoyando suavemente una mano sobre el hombro de Ainara—. Esperadme aquí, ahora vuelvo.

   Ainara levantó la vista para ver marchar a aquel extravagante muchacho en la dirección de la que habían venido. Eleder regresó al punto en el que habían aparecido al traspasar aquel macizo rocoso. Sacó su teléfono móvil y comenzó a pasearlo por aquel espació en busca de una mísera raya de cobertura. Si ellos habían acabado en aquel lugar debía ser porque en aquel punto debía haber algún tipo de conexión con el exterior y, por tanto, si en algún lugar de aquella oscura y fría caverna había algo de cobertura debía de ser así. Efectivamente, el joven tenía razón.

La Sociedad del Zircón© [FINALIZADA]Where stories live. Discover now