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—Sabes que detesto la playa. —me quejo entre risas. Seijuro reposaba acostado en la alfombra frente a la chimenea, recargaba su cabeza en su mano, me sonreía. —Hace mucho calor.

—Y no te gusta la arena. —asiente. —Lo sé, te conozco perfectamente.

Teníamos un pequeño almuerzo frente a la chimenea ya que afuera estaba nevando con fuerza, pero eso solo mejoraba el ambiente en nuestro alrededor.
Cada día que pasaba, podía esperar menos y menos. Y ésta mañana no pude esperar hasta el almuerzo, tuve que ir más temprano a ver a Seijuro, y para aprovechar el tiempo me mostró todas las actividades que lo ponían a hacer hasta su tiempo libre, eran actividades artísticas o deportivas para poder mantenerlo distraído y cómodo con el lugar. Como era invierno, no había actividades deportivas y tenía que limitarse con pintar o claro, lo que más le gustaba, jugar shogi y ajedrez.

Su psiquiatra aceptó involucrarme a la sesión de pintura y pude estar junto a Seijuro mientras le veía usar tantos colores para el paisaje, todo fue bien hasta que con su pincel pintó mi nariz. Y comenzó la pequeña guerra de pintura entre los dos.

Y ahora solamente yacíamos sobre la alfombra, mirándonos entre nosotros en silencio y con esa sonrisa en nuestro rostro.

—¿Sabes que te amo? —pregunta Seijuro en un susurro, como si fuera un secreto. Mi sonrisa se amplió.

—Yo también te amo, a ti y a tu segunda personalidad. Los amo demasiado.

—Él dice... que también te ama. —murmura pensativo. —Eres demasiado para nosotros, Naomi.

—Nada de eso. —niego rotundamente. Estiro mi mano y toco sus dedos. —Creo que somos lo necesario para nosotros. Perfectos entre nosotros.

Seijuro se incorporó un poco en su codo, sonreí nerviosa. Su mano acarició mi mejilla sonrojada.

—Eres preciosa. —admite en un suspiro. Sus ojos escarlatas observaban mi rostro con atención. — Un ángel.

No dije nada, solamente dejé que me acariciara la piel con tanto cariño en cada acción. Desde que venía a visitarlo, cada vez estaba mucho mejor de salud. Ya no tenía pensamientos suicidas o deprimentes, todos eran sustituidos por mí y a qué hora iría a visitarlo el día siguiente.

Entonces me dio miedo. ¿Qué haríamos cuando me tuviera que regresar al instituto en Estados Unidos? Era un tema que quería tocar con Seijuro, pero no tenía el valor.

—Juguemos Shogi. —digo de repente con una sonrisa. Seijuro se sorprende un poco. — No habrás olvidado que soy muy buena en los juegos.

—En los vídeo juegos. —corrige con burla. Se incorporó hasta sentarse sobre la alfombra, yo hago lo mismo. — ¿Sabes jugar Shogi?

—No. —respondo con sinceridad. Seijuro me mira con burla. —Pero puedo aprender, y derrotarte... Como en todos los videojuegos que jugamos juntos.

—Que yo recuerde, eras tú la que perdía en todos esos juegos. —toca mi nariz con cariño. — Y estoy casi seguro de que perdías para mostrarme el diseño de tus bragas.

—¡Claro que no! —hago un puchero, molesta. Seijuro no puede evitar reírse, olvidaba lo linda que era su risa.

—¿Y ahora? —relame sus labios, me miraba expectante. —¿Traes algún diseño en especial?

—Dejé de usar ropa friki desde hace tiempo. —admito un poco avergonzada. —Lo siento.

—No te disculpes. —su mano acaricia mi mejilla. — Vamos a una de las salas a jugar shogi, te enseñará el mejor jugador. —presume, ruedo los ojos pero no puedo evitar sonreír.

𝙾𝚗𝚕𝚢 𝙱𝚎 𝙿𝚎𝚛𝚏𝚎𝚌𝚝 |𝐴𝑘𝑎𝑠ℎ𝑖 𝑆𝑒𝑖𝑗𝑢𝑟𝑜|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora