(Antoine Devine)

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Estoy anonadado, sigo de pie en el mismo lugar donde me dejo lady Banks

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Estoy anonadado, sigo de pie en el mismo lugar donde me dejo lady Banks.

No puedo creer que me haya abofeteado, aunque soy consciente de que no fui precisamente cortés, como suelo serlo.

¡Por todos los cielos! al verla me embargaron grandes sentimientos y diversos pensamientos pasaron por mi cabeza, no pude evitar hablarle con gran resentimiento. ¿Qué esperaba ella? ¿Qué me rindiera a sus pies y le suplicase que escapara conmigo? No, no iba a ser así, no lo fue en cinco años que estuve afuera no iba hacerlo ahora y ni en broma lo haré después.

Pero sus ojos, sus hermosos ojos cafés que dejaban al descubierto su alma, me confundieron, diciéndome que lo que esa dama decía era verdad. Las lágrimas en su rostro, el enrojecimiento en sus ojos, nariz y boca la hacían más deseable, se veía extraordinaria, mucho más que antes.

«No vayas tras de ella, no...» Aprieto la mandíbula y en contra de mi razón, me apresuro a seguirla, salgo del jardín en su búsqueda y es entonces cuando veo a larga distancia que se está abrazando con su hermano, ambos en llanto.

Esa escena conmueve mi corazón de manera que no me enorgullezco admitir, debería estar aún más furioso con ella, debería no sentir ni una pizca de lástima, pero es todo lo contrario, mis impulsos me ordenan a tomarla en brazos y devorarla a besos, tratando de consolarla hasta el cansancio, hasta que no quede ni una pieza de tristeza en ella y hasta que me suplique que huyamos juntos. Paso una mano por mi cabello mientras intento ocultarme entre uno de los arbustos, todo eso me motiva lady Banks, pero mis intenciones se tornan confusas cuando recuerdo las verdaderas razones que tuvo en su momento para casarse conmigo, pude haberla hecho feliz toda la vida, incluso una eternidad, pero a ella solo le interesaba lo que poseía.

Veo cuando el señor Banks la ayuda levantarse y con una mano sobre su cintura la guía hacia dentro de la mansión. Me reprendo internamente y controlando de nuevo mis impulsos, decido esperar un poco más antes de volver a entrar en el salón.

Pasados unos minutos, para decir verdad siento que fueron muchos, decido regresar al salón, las primeras personas en encontrarme son Amadeo y Amílcar, ambos se sitúan a mi lado mirando hacia las personas que tenemos alrededor.

–Adivina a quién acabamos de ver...–murmura Amílcar, me dirige una mirada inquisitiva.

–Déjame pensar –finjo, una criada pasa con una bandeja de copas de vino y no dudo en tomar una– al señor y lady Banks.

Amadeo y Amílcar asienten, después se posicionan en frente mío.

–Con eso supongo que se encontraron –Amadeo se cruza de brazos– ahora entiendo... –su tono se torna sigiloso.

–Oportunamente el señor Banks la encontró antes de que ingresara al salón y pudo sacarla de aquí con discreción, pocos nos dimos cuenta de que la dama se encontraba mal –Amílcar me mira con los ojos entrecerrados.

–¿Qué insinúas hermano? –digo pretendiendo sonar indiferente.

–Sabes perfectamente que insinúo Antoine.

–Sí, me la encontré por ahí. Sí, hablamos. ¿Contento?

–¿Qué tanto hablaron? –sospecha– ¿Hablaron del por qué exactamente se casó con lord Hugh?

–De hecho, no –me rio sarcásticamente– Lady Banks estaba sorprendida de mi presencia, al parecer creía o por los menos fingió creer que yo estaba muerto, ¿pueden ustedes creerlo? –me rio nuevamente mientras tomo un gran sorbo de vino.

Mis hermanos se miran el uno al otro, deduzco que saben algo que yo no. Aprieto la mandíbula.

–Díganlo ahora. –mi voz suena más tensa y gruesa de lo normal.

Enseguida, se escucha una estruendosa melodía de trompetas proveniente del balcón cerca de los escalones que unen la primera planta con la segunda. Un espectáculo digno para un rey o noble de título similar, en vez de lord Hugh. Él vestido elegantemente, camina hacia la barandilla y apoya sus manos sobre ella.

–Bienvenidos sean todos ustedes caballeros, y por supuesto, bienvenidas también, lindas damiselas. –empieza en voz alta y clara, El murmullo entre los presentes cesa– Quiero agradecerles grandemente por su presencia en este día tan especial –sonríe–, hoy tenemos una ocasión, bueno –busca entre los invitados hasta posar su mirada en mi– dos ocasiones que celebrar. Siendo así deseo presentarles de nuevo a la sociedad, a mi querida esposa...

Siento como si alguien estuviera retorciendo mi estómago, lord Hugh retrocede para dar paso, detrás de él sale caminando de una forma provocadora y sensual, lady Banks.

Se alzan voces de asombro entre la gente.

Quedo sin aliento, cautivado totalmente por su deslumbrante belleza, aparto un poco mi mirada simplemente para observar que no soy el único que la mira maravillado, la mitad del salón lo hace y mis hermanos no son la excepción tampoco, trago con mucho trabajo saliva.

Cuando nos encontramos no tuve tiempo suficiente para reparar tanto en su belleza, estaba tan enfocado en odiarla y humillarla, que me olvidé por completo de resaltar sus cambios a través de los años.

Cambió su vestido, ahora es de tonalidad rojo intenso –nada parecido a los tonos pasteles que están acostumbradas a vestir las damas de York– esto demostrando que no queda un ápice de la dama inocente e ingenua que alguna vez pudo haber sido, además de hacerla deslumbrante, la diferencia entre ella y las demás. Sus labios concuerdan con el tono de su vestido.

Todo el salón queda en completo silencio.

–De lo que te perdiste mi hermano. –susurra Amílcar mientras me golpea con el codo.

–Esto debe ser una condenada broma. –susurro casi sin aliento.

 –susurro casi sin aliento

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LO QUE NOS HICIERON CREER © [COMPLETA]Where stories live. Discover now