(Antoine Devine).

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Cabalgo a toda velocidad con el corazón en la mano, al darme cuenta que la yegua de lady Banks no se detuvo, aunque ésta quisiera

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Cabalgo a toda velocidad con el corazón en la mano, al darme cuenta que la yegua de lady Banks no se detuvo, aunque ésta quisiera. Trato de seguirles el paso hasta ver cómo desaparecen en las profundidades del bosque, el vértigo se asienta en mi estómago al pensar que la hubiese hecho caer en el camino o que probablemente estuviera mal.

El recuerdo de mi accidente a caballo se apodera de mí, junto con el miedo respecto a su seguridad. Cabalgo hasta la orilla de un río donde noto a su caballo pastando, el miedo se incrementa en mi interior.

–Ágata –susurro mirando desesperado alrededor– ¡Ágata!

«Debe de estar cerca» pienso mientras me bajo rápidamente del caballo. Camino mirando detenidamente alrededor, a ver si logro ver algo, de repente, ella sale de una roca, con los ojos ensanchados y con el rubor impregnado en su rostro. Mi corazón se detiene, lanzo un fuerte suspiro de alivio.

–Gracias a Dios que es usted señor Devine –dice mirando alrededor.

–Gracias a Él que estás bien –digo acercándome– vi que perdías el control con el caballo.

Ella asiente, baja la mirada y comienza a jugar con las manos. No puedo atrasar más esto...

–Creo que este es el momento indicado para hablar –me detengo enfrente de ella.

–Ya le dije...

–No, no me has dicho nada cariño –le agarro del mentón obligándola a mirarme– responde lo que te pregunté.

–No es correcto...

–Por favor –susurro.

–Sí –dice con voz queda.

Mi corazón se acelera con su respuesta, pero no me conformo con eso, deben salir las palabras completas de su boca.

–Si ¿qué?

–Sí –se separa, me mira directamente– sigo amándote –su mirada vuelve al rio.

–Oh, cariño... –susurro.

Sin que lo espere y siendo fiel a mis impulsos, le agarro suave de los brazos, a lo que ella responde con un sobresalto, me mira escandalizada y enseguida pongo mis labios sobre los suyos, es tan dulce su forma de reaccionar que me conmueve a tal punto que no sentía hace mucho tiempo.

Ella abre los labios dispuesta, entregándose a mí sin titubear, mi lengua se introduce sobre su boca con propiedad, saboreando aquel dulce que no probaba hace años y que estaba ansioso por devorar de nuevo. Dirijo una mano hacia su cuello mientras que con la otra la abrazo por la cintura apretándola contra mí. Es así como deberíamos permanecer siempre, en el lugar que nos pertenece a ambos. Ella se entrega más y sus manos rodean mi cuello, mi beso se profundiza provocando también su lengua y sus sentidos, puedo sentir su amor fluir por medio del beso, la conexión que sentimos no puede ser evitada por el tiempo ni las circunstancias. El calor comienza a emanar de mi cuerpo y del suyo, convirtiendo el beso en deliciosas sondas que me recorren de arriba abajo.

–Tienes un sabor exquisito querida –vuelvo a besarla.

–Debemos detenernos –dice entre jadeos.

–¡Qué tonterías dices muchacha! –digo sonriendo.

–Antoine...

–Uhm –digo concentrado aún en sus labios– si vuelves a decir mi nombre de esa forma, te juro por Dios que no responderé ante mis acciones, cariño.

Ella se aparta jadeando, sus labios ahora rojos, despliegan una tímida sonrisa a la que yo respondo de forma inmediata. Su cabello desordenado le hace dar un aspecto más salvaje y maldito fuera si no admitía que verla con ese traje de jinete me ha puesto duro en mi entrepierna.

–Es en serio... –dice intentando retomar la seriedad– muy pronto vendrá alguien en nuestra búsqueda –mira por encima de mi hombro.

–Lo sé, querida –suspiro– necesitaba volver al lugar donde pertenezco –le acaricio el cabello mientras la veo directamente a los ojos.

Ella se sonroja y mira hacia abajo de nuevo, sonríe. Paso un dedo por su mejilla, sintiendo lo suave que son éstas. ¡Dios mío, es tan hermosa!

De repente se escucha a lo lejos el trote de un caballo, ella me mira con una sombra de miedo asomándose por su rostro. Me pongo tenso, donde sea el malnacido de lord Hugh tendrá que enfrentarse conmigo antes de tocarla. Me deposito a su lado mientras trato de reconocer al jinete que se aproxima hacia nosotros. Me relajo al encontrarme con los ojos del señor Banks.

–¿Ágata? –se aproxima mirándome con los ojos entrecerrados.

–Hermano, gracias a Dios –se acerca a ella.

–Pensé que se habían perdido.

–Yo sí –dice ella– el señor Devine me encontró, no he querido salir pensando que afuera me está esperando lord Hugh.

–Ya no debes sentir miedo Ágata –digo cruzando los brazos.

–Ejem... –tose el señor Banks fulminándome con la mirada.

Me encojo de hombros.

–Hay que regresar –continua– él y mi padre te están buscando.

Lady Banks mi mira con rubor impregnado en su rostro y enseguida se dirige hacia su yegua. Yo inconscientemente hago lo mismo con mi caballo.

–Supongo que tendremos que salir todos por el mismo sendero –miro al señor Banks.

Él asiente y comienza a galopar dejándonos detrás.

Lady Banks me mira sonriendo con complicidad, encoje los hombros y emprende su trote para alcanzarlo. Aprovecho la situación para ver como su trasero se mueve a medida que cabalga y una sonrisa de triunfo cruza por mi rostro mientras les doy alcance.

Definitivamente hay que hacer algo frente a nuestra situación y definitivamente tengo que escabullirme en su habitación esta noche.

Definitivamente hay que hacer algo frente a nuestra situación y definitivamente tengo que escabullirme en su habitación esta noche

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