Capítulo 6. (Ágata Banks).

1.4K 168 41
                                    

Me levanto apenas siento el fuerte zarandeo, cuando abro abruptamente los ojos, me asusto al ver que quién me está zarandeando es lord Hugh

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me levanto apenas siento el fuerte zarandeo, cuando abro abruptamente los ojos, me asusto al ver que quién me está zarandeando es lord Hugh.

–Hasta que por fin te dignaste a despertar zorra –dice apretando la mandíbula.

–Suélteme –digo firme.

–Ahora eres valiente ¿eh? –sonríe con malicia.

–Ahora no estoy sola en esto, canalla –digo.

Rápidamente me zafo de su agarre, aprovechando su sorpresa logro meterme debajo de sus brazos y escapar de la cama, hacia la puerta.

–No te atrevas Ágata –su tono es firme y amenazante.

–¿Qué sucede si lo hago? –me devuelvo fulminándolo con la mirada.

–Se enteraría todo el mundo del escándalo que estamos haciendo –se pone de pie.

–Eso no le importó anoche –digo poniendo las manos sobre mis caderas.

–Te ves tan irresistible cuando te pones de esa manera –se acerca más– sino fuera por el desprecio que te tengo, en estos momentos estaría haciéndote mía.

–¡Por mi mejor que lo tenga, entonces! –grito.

–¡No me provoques Ágata! –me agarra del brazo.

A continuación, aprieta su cuerpo contra el mío tan fuerte que basta para sacarme el aire de los pulmones y dejarme un poco mareada.

–Si yo quiero te hago mía, ¡cuándo quiera y en dónde quiera!

Me jala con fuerza el cabello hacía atrás, obligándome a mirarlo, enseguida, devora mi boca, que por resentimiento la dejo intacta, me pongo tiesa y me limito a no hacer nada más.

–Bésame maldita sea, bésame –susurra.

–Jamás...

–¡Te lo ordeno!

Su beso se torna más agresivo, lo muerdo fuerte, él da unos pasos hacia atrás mientras cubre con las manos su boca, sus ojos brillan de ira, amenazándome solo con la mirada y en señal de advertencia, anteponiéndome a él, corro hacia el tocador de la habitación con el corazón agitado y empiezo a agarrar los primeros objetos que se me cruzan por las manos.

–Maldita mujerzuela –dice– ¡acuérdate que eres mi mujer! Es tu deber corresponderme.

–Sabía usted quién era antes de casarse conmigo, también sabía mi condición. ¡Hubiera preferido el escudriño público a haberme casado con usted!

Lanzo un tarro de perfume en su rostro, que afortunadamente cae sobre uno de los moretones que le dejo Farid la noche anterior, grita de dolor. Su mirada se torna cada vez más furiosa y empieza a avanzar rápidamente hacia mí, yo en cambio, decido coger perfumes, cofres, lo que sea, más rápido y comienzo a tirárselas, asestando una que otra cosa. Antes de tenerlo a dos pasos, alguien interrumpe en la habitación.

LO QUE NOS HICIERON CREER © [COMPLETA]Where stories live. Discover now