(Antoine Devine).

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–¿Qué clase de imprudencia fue esa Antoine? –susurra Amadeo– has perdido la cabeza

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–¿Qué clase de imprudencia fue esa Antoine? –susurra Amadeo– has perdido la cabeza.

–Tenía que averiguar la razón por la que me desechó.

–¿Estás contento con los resultados? –dice, aparentemente enojado.

–No, si eso es lo que quieres escuchar, no lo estoy, por un demonio –paso mi mano por mi cabello– ya es lo suficientemente duro de asimilar Amadeo para que estés reprochándome mis acciones.

–¿Ocurrió algo? –interrumpe Amílcar.

–¿Vas a negar que no viste nada extraño, en el momento en el que este pelmazo decidió bailar con lady Banks...? –lo mira Amadeo, incrédulo.

–No, no pensaba negarlo, de hecho, me acerqué para obtener de manera más fresca los hechos... –responde él, encogiéndose de hombros.

–¿Qué le dijiste hermano? –pregunta Amadeo.

–Quería saber sus razones...

–¿No que no te interesaba en absoluto?

–Sí, eso fue lo que dije... no lo que sentía.

–Entonces ¿cuál fue su defensa? –pregunta Amílcar a la vez que se apresura por tomar un sorbo de vino.

–Que lady Farell le dijo que estaba muerto...

Amílcar se atraganta con la bebida mientras Amadeo abre escandalizado sus ojos.

–¿Qué? –pregunto por su reacción– ¿no es eso ridículo? –sonrío irónicamente.

Ambos se miran el uno al otro, y entre los tres se apodera el silencio, lo que me indica que no está nada bien...

–¿Qué saben ustedes? –cruzo los brazos y aprieto la mandíbula.

–Eso tendremos que...

Por todos los cielos, cada vez que mis hermanos van a confesarme por fin las cosas nos vemos interrumpidos por algo, ahora Amadeo se ve interrumpido por el sonido de una trompeta desde el balcón del salón. Lord Hugh sale a la vista mientras que espero impacientemente por la salida de lady Banks, que no ocurre en ningún momento.

–Espero esta velada sea de su completo agrado, damas y caballeros –dice sonriendo– ahora, los criados los esperan en el salón del lado para que disfrutemos de una deliciosa cena.

Todos aplauden y enseguida, se dirigen hacia el salón anunciado.

–¿Tendremos qué? –miro a mis hermanos.

–Lo hablaremos más tarde, démonos prisa –concluye Amílcar.

Entramos en el salón, encima de cada plato están las etiquetas con los respectivos nombres de los invitados, la mesa es amplia – son las típicas que solemos tener los duques en nuestras mansiones– pero al parecer la alargaron más debido a la cantidad de invitados.

LO QUE NOS HICIERON CREER © [COMPLETA]Where stories live. Discover now