Capítulo 8: La verdad

1.5K 133 125
                                    

No sabía qué hacer. Había descubierto que mi amigo tenía una relación con nuestro profesor de inglés. Sabía que debía hacer algo, pero no sabía el qué. Lo único que quería hacer era estar con Popee, y eso tampoco lo entendía. Quería estar con él, siempre, parecía una obsesión. Pero no sabía por qué. No era una idiota, sabía que me gustaba, pero no entendía cómo había llegado a ese punto. Primero me ignoraba y luego me trataba como si yo fuera su mundo. Me dejaba con ganas de seguir a su lado, y cada vez quería estar más con él.

Los nervios de no saber qué hacer me hicieron comer. Y comí todo lo que encontré en la cocina aquella noche. Me sentía tan mal que comer era lo único que podía hacerme sentir bien. Había estado tanto tiempo restringiendo mi comida que comer todas esas calorías me hacía sentir libre. Comí hasta que sentí que no podía más. Hasta que mi barriga dolía tanto que no me podía mover. No podía seguir.

Me sentí tan mal que llamé a Popee. Pero no contestó. Ni a mis llamadas ni a mis mensajes. Quizás se había ido a dormir temprano, pensé. Y salí de mi habitación para ir al baño. Mi barriga dolía tanto que caminaba despacio.

—Alice, ¿estás bien? —oí la voz de mi hermano llamarme.

Me entraron náuseas al escuchar su voz. Se había preocupado por mí, por fin. Quería que se acercara a mí y me dijera que todo iba a salir bien. Que lo que estaba haciendo no estaba mal.

—Alice. —me cogió del hombro y se agachó para verme a los ojos.

Quería decirle que no estaba bien, que necesitaba ayuda. Pero no podía. Mi barriga me dolía tanto, que vomité ahí mismo. Y se sintió bien, pero aquel vacío volvió a mí. No me gustaba vomitar, pero en esa ocasión me dolía tanto mi cuerpo que no lo pude evitar.

Después de aquello mi hermano se cambió de ropa mientras yo limpiaba mi habitación. Estaba tirando los papeles de plástico que había en el suelo de lo que había comido.

Me sentí horrible. Todo lo que había hecho para adelgazar no había servido de nada. Lo había echado todo a perder en dos horas, comiendo como una maldita cerda. No podía seguir así. Tenía que volver a tomar control de mi vida, una vez más. Así que decidí solucionar todos mis problemas empezando por Scott. Porque él era la persona que más me necesitaba en esos momentos. Una vez tomada mi decisión, me fui a dormir. Pero no podía. Dormir justo después de vomitar cuando aún me dolía la barriga no era la mejor opción.

Mi hermano tocó la puerta de mi habitación. Fingí estar dormida, y al final, me dormí de verdad.

Cuando llegué al instituto intenté estar al lado de Popee. Iba a ayudar a Scott, claro, pero también quería disipar mis dudas. Quería saber si Popee me quería como yo le quería a él. Así que, esa misma tarde, le pediría quedar los dos solos. ¿Estaba loca? Puede. Nadie en su sano juicio le declararía sus sentimientos a su crush, sobretodo si ese crush era Popee. Pero tenía que intentarlo.

Cuando llegó la hora del patio le pedí a Scott hablar a solas. Él aceptó algo confundido por la repentina petición. Los demás se fueron al patio, incluido Popee. Pensé que me miraría o se sentiría celoso, pero no. Se despidió con una sonrisa y se fue. Espera, ¿quería ponerle celoso? No, no podía hacer eso. El era muy bueno como para hacerle algo así.

—¿De qué querías hablar? —preguntó mi amigo cuando llegamos a un rincón del patio.

—Bueno, verás, el otro día fui al baño.

Me miró como si estuviera loca. Había empezado muy mal la conversación.

—Eso no es lo que quería decir, o sea, sí, pero no. En plan, ya sabes, el otro día estabas hablando con un profe —dije, mirándolo fijamente esperando a que captara la indirecta—.

The cute boy |Popee the performer x Reader|Where stories live. Discover now