PÉTALOS ROJOS

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Persèfone

Me crié en el bosque, conocía cada centímetro de aquel maravilloso lugar, sabía que flores se marchitaban y cuales nacían e intentaba estar presente cuando eso sucedía, pero nunca había visto nada como eso.
Ni Siquiera mis ninfas la reconocían, pero a pesar de no saber de qué se trataba me fascinaba.

Su tallo era de un tono verde suave que crecía desde la tierra húmeda hasta llegar a los pétalos rojos que conformaban la hermosa flor. Se trataba de algo nuevo para mí, quería hablar con ella y preguntarle de que semilla había brotado pero madre reclamaba mi presencia.

Me dirigí rápidamente hacia donde se encontraba y la encontré de espaldas con las manos en alto creando pequeñas grietas en la tierra para permir que crecieran las plantas.

- ¿ Me has llamado madre ? - pregunté

- Así es Persèfone - contestó ella girándose para poder mirarme fijamente, aunque en lugar de darme una de sus amables sonrisas pude notar cierto enfado en su expresión - ¿ Donde están las ninfas ? - preguntó bajando los brazos para centrar toda su atención en mí.

En ese momento me di cuenta de que me había alejado de ellas para observar la flor, por suerte aparecieron y se colocaron a mi alrededor.

- Fue culpa mía madre, me alejé sin darme cuenta y...

- No debes disculparte - afirmó en tono serio - su deber es protegerte y te han dejado sola. Si te pasara algo no que haría.

La ira pasó a ser tristeza y enseguida reaccioné

- Tan solo ha sido un error, estoy bien, cuidan muy bien de mi. Esto no se volverá a repetir.

- Me aseguraré de eso, eres lo más preciado que tengo, por esa razón no permitiré más fallos - dijo mirando a las ninfas y avanzando hasta donde estaba yo - te he llamado porque he oído rumores en el Olimpo.

Eso era raro, madre no solía subir a no ser que fuera realmente importante. Nunca llegó a contarme cómo era aquel lugar y tampoco lo sabía porque no me dejaba ir. Al principio me pareció injusto, el Olimpo, hogar de los dioses se creó para acogernos y como hija de Zeus tenía derecho a visitarlo, pero con el tiempo comprendí que forzar un encuentro con él no traería más que problemas, nunca se interesó por mí, me consideraba una más de sus hijas bastardas y eso a madre le molestaba.

Por eso mismo me sorprendía que tuviera noticias, debía ser algo realmente importante como para haberla preocupado.

- ¿ Ha pasado algo madre ? - pregunté intrigada y preocupada a la vez.

- Así es - respondió con tono serio - Zeus ha requerido la presencia de algunos de nosotros para informarnos de que Hades ha descuidado su labor, no sabemos cuál es la razón pero mi deber como madre es protegerte.

- ¿ Por qué Hades querría hacerme daño ?

- Seguramente no tenga nada que ver contigo pero es tan imprevisible que lo mejor será estar alerta, hasta que no descubramos que está haciendo tus ninfas no se separarán de ti y no permitiré que te alejes.

- Como digas madre.

- No he terminado Persèfone, no alejarte incluye no adentrarte en el bosque.

- Pero es mi hogar, me necesita - la tristeza invadió mi voz, amaba a madre pero como diosa de la naturaleza mi deber consistía en cuidar de cada planta, animal y ser vivo que necesitara ayuda.

- Mi dulce flor, siempre has sido demasiado buena, por eso mismo necesitas más que nadie que cuiden de ti.

- Tal vez algún día sea capaz de pasear sola sin que nadie me siga a cada rato.

- Eso jamás pasará. Ahora tengo que encargarme de estos cultivos, mantente cerca, y vosotras - dijo dirigiéndose a las ninfas - no la perdáis de vista.

Discutir contra una diosa era inútil y más si se trataba de madre, por esa razón me limité a sentarme sobre la hierba y hacer crecer algunas pequeñas hojas.
El tiempo transcurrió más lento de lo habitual y para evitar pensar en mis criaturas decidí centrarme en la razón por la cual no podía acercarme a ellas.
Hades, uno de los tres dioses más fuertes del Olimpo, conocido por su increíble atractivo y por su poder.

Nunca le había visto, algo bastante fácil de intuir teniendo en cuenta las restricciones a las que madre me tenía sometida. Sin duda alguna su amor hacia mi era fuerte, pero a veces deseaba con todas mis fuerzas que dejara de quererme durante un par de días para poder descubrir todo lo que me he estado perdiendo por su constante deseo de mantenerme a salvo.

- No te preocupes Persèfone, volveremos pronto al bosque - aseguró una ninfa.

Pasaron las horas y por fin la luz desapareció dando paso a la noche, se hizo el silencio, el cielo empezó a brillar, miles de estrellas adornaron el paisaje, algunos animales nocturnos salieron para alimentarse y una pequeña ráfaga de aire frío movía los cultivos.

Adoraba la forma en la que todo cambiaba cuando el sol se ocultaba, siempre me llamó la atención ver como la tierra tenía dos caras, durante el día resplandecia y se llenaba de vida, y durante la noche se tornaba en un tono misterioso e incluso divino.

Estaba tumbada sobre algunas hojas al igual que el resto de mi compañía.
Tanto las ninfas como madre dormían plácidamente pero yo era incapaz de conciliar el sueño, tenía una extraña sensación que me impedía cerrar los ojos. Miré hacia arriba esperando quedarme dormida pero la belleza del cielo llamó mi atención, las constelaciones tan solo eran estrellas situadas de una forma concreta, para muchos solo se trababa de puntos sin sentido puesto al azar, pero yo sabía que había algo más en ellas, se parecían mucho a mí, todas muy juntas pero sin poder comunicarse, atrapadas en un mismo lugar por toda la eternidad, éramos tan parecidas que a veces me preguntaba si sentían lo mismo que yo.

Quería preguntárselo, pero al igual que el resto del mundo se encontraba demasiado lejos de mi alcance.

De pronto el tiempo pareció detenerse, el aire dejó que soplar y una voz sonó en mi cabeza. Me levanté para ver que pasaba pero todo estaba tranquilo, nada se movía y todos estaban durmiendo.

Algo brilló en el bosque y me asusté, intenté comunicarme con las plantas más cercanas pero no respondían, lo que me asustó más.
Estaba vez probé con los animales pero la respuesta fue la misma, nada.
El brillo se intensificó y la voz volvió a decir algo, pero esta vez no se trataba de ruido sin sentido, me estaba llamando.

- Persèfone

No sabía de quien podía tratarse pero venía del bosque, la voz no estaba intentando asustarme, quería atraerme y lo consiguió.
Nunca había desobedecido las órdenes de madre pero tenía curiosidad.

Puse un pie tras otro y me dirigí hacia el bosque, llegué en menos de dos minutos y desaparecí en la inmensidad de este. La voz volvió a llamarme y no paré de ir en dirección al brillo.
Aparecí en un lugar conocido, justo donde el día anterior encontré la misteriosa flor roja.

Era ella quien pronunciaba mi nombre, nunca había visto algo así, las plantas se comunicaban conmigo de forma distinta lo que me dio a entender que esa no era una flor normal, pero aunque la situación fuera tan extraña algo me atraía con fuerza.
Quería acercarme, tocarla y descubrirlo todo sobre ella, sin pensarlo me aproximè y extendí el brazo para alcanzarla, pero justo cuando llegué a rozar uno de sus pétalos el suelo se abrió y a partir de ese momento todo se volvió negro.

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Estoy muy emocionada porque esta es la primera interacción que tenéis con Persèfone, no se que os parece su personalidad, de momento he intentado hacerla lo más buena posible porque así es como me la imagino, pero todos los personajes se iran desarrollando a medida que avance la historia.

Por el momento a nuestra protagonista se la ha tragado la tierra, literalmente.

En el siguiente capítulo averiguaremos donde está y que ha pasado.

Besos divinos de parte de Candy 💋

Hades Y Perséfone Onde histórias criam vida. Descubra agora