BIENVENIDA AL INFRAMUNDO

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Perséfone

Cuando abrí los ojos ya no había oscuridad, nisiquiera seguía en los brazos del desconocido, me encontraba tumbada sobre una cama blanca sin nada alrededor, los únicos objetos que adornaban la sala bacia eran dos antorchas colocadas a ambos lados de la puerta y algunas mantas de piel que se habían caído al suelo.

No había nadie que pudiera ayudarme o simplemente a quien pudiera preguntar sobre mi paradero.
El vestido que llevaba puesto era el mismo con el que había caído solo que estaba seco. Debía llevar mucho tiempo dormida lo que me hizo acordarme de madre, a pesar de que la luz del día no se hacía presente en la habitación supuse que ya había salido el sol.

Puse los pies en el frío suelo y me dispuse a caminar pero cai de nuevo sobre la cama, estaba dolorida por el impacto contra el agua y aún no era lo suficientemente fuerte como para andar, las secuelas de la caída seguían presentes pero mi deseo por salir de aquel lugar también, por lo que volví a intentar andar, aunque el resultado fue el mismo, solo que esta vez me percaté de algo que había pasado totalmente desapercibido.

La misma silueta que me había encontrado horas atrás estaba parada en una esquina de la habitación, mirándome con cautela e intentando no llamar la atención, dado mi estado pensé que la mejor opción sería pedirle ayuda y si la suerte estaba de mi lado tal vez podía tratarse de algún dios conocido.

- ¿ Quién eres ? - pregunté con la esperanza de obtener alguna respuesta por su parte, él sin embargo permaneció en silencio dejando la pregunta en el aire y el lugar de contestar tan solo se limitó a dar un paso hacia delante dejándose ver.

Cuando la luz de las antorchas iluminó su rostro pude ver a un dios en una forma parecida a la mía y eso me sorprendió.

Los dioses más antiguos del Olimpo se mostraban adultos para hacer ver a los demás que su poder era fuerte, sin embargo los descendientes como yo aparentàbamos lo que en cifras humanas se conoce como dieciséis estaciones.
Eso me hizo preguntarme si tal vez se trataba de alguno de los hijos de Zeus, pero me equivocaba.
A medida que luz chocaba contra su cuerpo me iba dando cuenta de que se trataba de alguien imposible de confundir.

Con un cuerpo tan bien trazado y definido no cabía duda de que se trataba de un ser inmortal, su rostro era el vivo ejemplo de la perfección, desde su cabello negro despeinado hasta su marcado abdomen dejaban claro que debía ser algún dios muy reclamado tanto por otras diosas como por ninfas, pero lo que hizo que realmente le reconociera fueron sus ojos.

Al mirarle fijamente un cúmulo de emociones me invadieron, sus ojos eran tan negros que me hicieron perderme en ellos y eso solo era propio de un dios.

Me aferré lo máximo que pude a las sabanas cuando un escalofrío recorrió toda mi espalda y sin querer pronuncié su nombre casi en un susurro.

- Hades.

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Esta es la continuación del capítulo anterior, espero que os haya gustado.

Se que este capítulo debería haber sido más largo pero es que forma parte del anterior, tardo mucho en corregirlo y para que no estuvierais dos semanas sin capítulo nuevo lo he dividido para subir primero una parte y luego otra, lo siento.

Gracias por la paciencia.

💋.

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