AFRODITA

717 56 6
                                    

Hades

Lo admito, salir de mi habitación tras hacerle hecho creer a Persèfone que solo había sido un juego me dolía. Parecía tan vulnerable que me daba miedo llegar a acabar con esa pureza que la caracterizaba.
Tal vez ese era el problema, todo el mundo la veía como la niña buena e intocable pero no sabían de lo que era capaz. Su forma de hacerme sentir con solo estar cerca era algo que jamás me había permitido sentir pero ella consiguió derribar esa barrera en un par de días.

Solo conocía a una diosa capaz de hacer qué cualquiera experimentara estos sentimientos.

Afrodita.

Su hijo nunca había sido capaz de clavarme una flecha del amor y si lo hubiera logrado lo sabría. De cualquier forma estaba arto de esa sensación que me inundaba al pensar en Persèfone. Cuando la vi sentí algo increíble y pensé que para olvidarme bastaría con disfrutar de su cuerpo pero tras amanecer con ella en mis brazos me di cuenta de que sería necesario mucho más que sexo para sacármela de la cabeza.

Persèfone se iría en menos de veinticuatro horas y sabía que eso me dolería y joder ya lo hacía. Dejarla sola a merced de cualquiera me mataba pero no puedo permitirme amar y mucho menos a ella.

Llegué a la superficie y enseguida estaba frente al templo de Afrodita. Varias ninfas me seguían con sus miradas. No era necesario que me mostraran el camino. Entré en la habitación de la diosa quien junto jugaba con varias rosas. Cuando pensaba en dos personas colocaba dos semillas en sus manos, si las semillas se convertían en rosas significaba que esas personas estaban hechas la una para la otra, si no florecía nada había que continuar la búsqueda.

— ¿ Has decidido por fin rendirte a mis encantos ? — No se sobresaltó al notar mi presencia pero estaba sorprendida de verme allí.

— Necesito que rompas una flecha.

— Sabes que un favor así tiene un precio alto. — No tenía ganas de aguantar sus exigencias pero la necesidad de acabar con lo que me unía a Persèfone aumentaba.

Me acerqué a ella que estaba tumbada sobre la cama, se quitó el vestido sin muchas complicaciones. Agarró mi ropa y sin pensárselo dos veces se deshizo de ella. Comenzó a besarme de forma salvaje mientras agarraba mi cuello. Con una de sus manos agarró con delicadeza mi miembro y lo situó frente a su entrada. Sabía lo que quería. La penetré sin llegar a salir de su interior por completo para hacer más fácil volver a introducirme. Afrodita gimió bastante fuerte durante unos minutos. No dejaba de clavarme las uñas en la espalda y eso me recordó viejos tiempos.
Estaba claro que ella disfrutaba más que yo. Mientras se lo hacía no podía parar de recordar el tacto de Persèfone y la timidez de sus ojos cuando le pedí que me mirara mientras se corría.
Para ser una novata lo hizo bien, fue algo nuevo acostarme con una diosa que provocaba en mí mucho más que simple deseo.
Acabé y me separé de Afrodita, ella de vistió y se quedó acostada en su cama mientras que yo me limité a ponerme mi ropa y tomar distancia.

— Artemisa y Atenea no saben lo que se pierden por culpa de la castidad — No pasaba un día sin mencionarba esas dos — Es una lastima que Persèfone esté siguiendo sus mismos pasos. — Su nombre me hizo reaccionar.

— ¿ Qué sabes de ella ? — Traté de sonar lo más natural posible.

— Lo mismo que el resto. Es diosa de la vegetación, hija de Zeus y Demeter, sigue siendo pura, ama la naturaleza e irradia una sensación de armonía que es capaz de sentir cualquiera que esté cerca.

— Me refería a lo que solo tù puedes ver. — Nunca antes le había dado importancia al don de Afrodita. Podía ver un poco más de lo que las personas muestran.

Hades Y Perséfone Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon