LA MALDAD ESTÁ PRESENTE

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Persèfone

De nuevo la misma pesadilla. Corría por el bosque tras haber sido avisada de la inminente muerte de un animal, las hojas caídas arañaban mis pies a cada paso que daba pero eso no me detenía.
Tanto árboles como plantas me rogaban que me apresurara y por más que lo intentaba no conseguía tranquilizarme.
Cuando llegué solo pude presenciar como el brillo de sus ojos se apagaba. Tenía una herida horrible en un costado y sin duda había sido provocada por una lanza humana. El ciervo no había sido cazado para servir comida, tan solo le dieron muerte por diversión.

La ira aumentaba en mi interior, era obra de un cazador sin sentimientos cuyo nombre desconocida. Su aspecto tosco y descuidado dejaban ver la ausencia de corazón.

Una vez por semana acudía a mi bosque a matar a inocentes, una vez intentó prenderle fuego a un pobre árbol agonizante. Patrullaba cada rincón para castigarle. Nunca pensé en tener que descargar mi furia contra un ser humano pero él se lo merecía. Cuando pensaba que podía estar cerca las ninfas me llevaban junto con madre para evitar que fuera vista. Me protegía a todas horas y no solo de los dioses.

Me desperté con ganas de vomitar. Pensar en la existencia de alguien así me provocaba malestar.

Por suerte para mí Hades se fue tras pronunciar unas palabras que no quiero repetir. Jamás diré su nombre sin miedo. El simple echo de tenerle cerca provocaba escalofríos en mí y eso no iba a cambiar nunca por más que se esforzara.
Antes de marcharse ordenó a uno de sus soldados que dejara un vestido negro sobre su cama, es decir la cama en que me encontraba.
No habría aceptado el obsequio de no ser por el estado del vestido que llevaba en aquel momento.

Me cambié y e de confesar que me sentía cómoda vestida de esa forma. Sin duda había sido tejido por alguna ninfa. Hades me trataba con consideración la mayor parte del tiempo pero eso no hacía que me olvidara de que me estaba manteniendo presa.

Elísea entro a la habitación portando un peine dorado que pasó por mi cabello varias veces. Me sorprendía que Hades se molestara en mandarla para ayudarme.

- El señor pregunta si todo está bien - agradecida que hubiera sido ella quien lo preguntara, de esa forma no tenía que estar frente a él.

- Elísea - tenía una idea - tu le amas - tras decir eso se quedó paralizada - no es necesario ser Afrodita para darse cuenta.

- ¿ Qué más da si le amo ? - Al menos lo admitía - Él tan solo amanece junto a diosas.

- Dejame escapar, indicame la salida y te ayudaré a conseguir una flecha de amor. Yo desapareceré y Hades podrá fijarse en ti.

- No lo entiendes. - Claro que no entendía nada, todo era una locura y yo solo quería volver con madre y acurrucarme en su regazo como solía hacer de pequeña - Hay algo especial en ti, las demás diosas le llamaban la atención un par de días como máximo pero lleva mucho más tiempo planeando tu llegada.

¿ Mi llegada ? ¿ Cómo sabía él que yo iba a llegar ?
Estaba claro, la tierra no se abre por casualidad. Hades controlaba todo lo que pasaba en el subsuelo por lo que si esa grieta era obra de alguien claramente debía ser suya. No iba a convertirme en el capricho de ningún dios arrogante y menos si ese dios me obligaba a despertar en su cama.

Elísea dejó de cepillarme el cabello y me dirigí hacia la puerta.

- Llevame ante Hades - estaba enfada, seguía sintiendo temor pero nada en comparación con el de la mañana en la que desperté en aquella habitación oscura.

- El amo ha ordena - la interrumpí.

- Me es indiferente lo que tú amo te haya ordenado. Mi nombre es Persèfone y como sabes también soy una diosa. No pretendo escapar tan solo quiero ver a Hades.

Hades Y Perséfone Where stories live. Discover now