PROBLEMAS

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Demeter
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Nada más llegar al Olimpo el guardián de la puerta se paró frente a mí.

- Es un placer verla por aquí diosa Demeter, su presencia en este paraje es de lo más

- ¿ Donde está Zeus ? - No le dejé acabar, encontrar a mi hija era lo más importante en ese momento, las adulaciones del guardián de la puerta no eran nuevas, ni siquiera innovadoras y no tenía tiempo que perder.

- El señor de los dioses se encuentra ocupado. Me ha pedido personalmente que no le pase visitas.

Mis ojos verdes se volvieron rojos, comencé a elevarme en el aire y con el uso de mis poderes hice que el cielo se volviera negro.
Era casi imposible verme en ese estado porque era mi fase más destructiva pero nadie me iba a impedir encontrar a Persèfone.

- Se...se...se...ño - su miedo estaba claro, no me importaba verle temblar. Si algo me caracterizaba era mi mal carácter.

- ¿¡ DONDE ESTÁ ZEUS !? - Mi voz sonaba intimidante, mi cabello rubio flotaba de forma similar a las serpientes de medusa, el vestido verde que llevaba puesto comenzó a desgarrarse.

- Está en la sala del trono, con una ninfa de agua.

Él se encontraba agachado tras su cabina desde donde controlaba los accesos, no me hizo falta hacerle daño para sacarle la información, apreciaba su vida y gracias a eso la conservó.

La puerta dorada del Olimpo se abrió de par en par dejando ver el interior. El suelo estaba hecho en su totalidad por granito blanco, fuentes de plata escupían ambrosía en varios puntos, los panteones de piedra llegaban hasta donde alcanzaba la vista y en medio de todo ese esplendor se encontraba la sala del trono, donde ese infeliz llevaba a sus amantes mientras su esposa Hera o estaba.

Me encontré con un par de dioses que se apartaban al verme. No era para menos, lo único que daba más miedo que yo era ver a Hera enfadada y sabían que si ella se enteraba de que me había acercado a Zeus habría un enfrentamiento entre ambas, y la única cabeza que quería arrancar ese día era la de Hades.

El trono de Hades estaba girado de forma que no podía verle la cara. Se oía la risa de una mujer joven y se veían sus tacones rojos desde donde yo estaba. Las alfombras azules del suelo de la sala se veían muy oscuras por la falta de luz causada por mi tormenta, lo mismo pasaba con las paredes blancas y sus adornos forjados en oro, todo parecía gris.
Los enormes ventanales del palacio en el que Zeus se estaba tirando a esa ninfa estaban completamente empañados. Lo que estaba pasando estaba claro, me daba igual detener la escena y me importaba mucho menos lo que Zeus pudiera pensar. Su corazón iba a dejar de latir como no me prestara atención.

- Eres un imbecil sin neuronas, maldigo el día en el que viniste al mundo y maldigo aún más que todos los intentos de asesinato contra ti hayan acabado en fracaso. Mereces que alguien te saque los ojos, los dejé en el suelo y los aplaste hasta que queden como la misma masa inútil que tienes por cerebro.

- Es un placer volver a verte Demeter. - Seguía de espaldas a mi pero estaba claro que no le hacía ilusión tenerme cerca. La ninfa que le acompañaba se asustó y se fue corriendo con el vestido a la altura de la cintura.

- Acabas de estropear mi día.

- Deja de hacer como si no supieras nada Zeus, sabes perfectamente que hago aquí y también sabes que no me voy a ir hasta que tenga lo que quiero.

Con un giro de muñeca colocó el trono en su lugar y por fin lo tuve de frente. Estaba exactamente igual que siempre, su pelo seguía blanco, su ropa era la misma y sus ojos continuaban de un tono azul cielo. Toda una ironía ya que ese dios era la encarnación de todo lo que estaba mal. Lo único por lo que el trono le sentaba bien era por su constitución, un cuerpo definido, tonificado y musculoso. Una de las pocas cosas por las que a Hera no le pareció del todo horrible casarse con él.

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⏰ Last updated: Aug 21, 2020 ⏰

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