❥𝘤𝘶𝘢𝘵𝘳𝘰

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– Joaquín quiero que dibujes lo que más te gusta en el mundo en esta hoja. Usa los crayones de la cajita.

La psicóloga donde Joaquín asistía cada fin de semana para ver el avance de su mejoría de cognición le entregó una cajita amarilla llena de crayones gruesos. El castaño no podía usar crayones delgados pues al ser hipersensible con el tacto entonces los apretaba y rompía.

El pequeño ojimarrón tomó un crayón azul pastel y comenzó a dibujar la cabecita del pingüino. Siempre dibujaba pingüinos pero esta vez lo haría con esmero pues su psicóloga le había pedido que dibujara lo que más amaba. Él amaba a los pingüinos. Lo hacía tanto que podría irse a vivir a la Antártida si eso significaba que podría verlos todos los días.

– ¿cuántos años cumplirás Joaco? – preguntó la mujer de cabello azabache mientras Joaquín le hacía unos ojos a su pingüino

– dieciséis.

Continuó con su dibujo y para terminar le puso un pico de color amarillo.

– ¿cómo le llamarás? – Joaquín observó el dibujo por unos segundos antes de que un nombre se le viniera a la cabeza

– Mailo.

Joaquín comenzó a escribir el nombre de su pingüino a un lado de la hoja con la emoción desbordándose de sus ojos. Algo que la psicóloga pudo percatarse.

– ¿y ese nombre es especial? – preguntó

– ¡sí! – contestó inmediatamente con una sonrisa, jamás lo había visto tan feliz.

– ¿puedo saber por qué?

– tengo un amigo que se llama Emilio, me quiere mucho y me defiende cuando los tontos de la escuela me molestan. No me gusta que me molesten porque me siento mal pero él siempre me hace sentir mejor, me hace sonreír, me cuenta cuentos. Es muy especial y me gusta llamarle Mailo a veces.

La psicóloga miraba sorprendida a Joaquín pues era la primera vez que no divagaba cuando contaba algo. Definitivamente el pequeño Bondoni avanzaba cada vez más y no era nada más y nada menos que gracias a la ayuda del tal Emilio del que tanto hablaba.

– Joaquín, cuéntame más de Emilio – pidió amablemente, sabía que le serviría para trabajar en su mente y que supiera acomodar sus ideas.

– Emilio tiene el cabello muy rizado, así como yo, es un poco más alto que yo. Su cara es muy lisa, a veces lo envidio porque yo tengo granitos pero la verdad es que me gusta notar la bonita piel que tiene. Sus ojos son cafés y son oscuros pero brillan mucho, me gusta su sonrisa, es como un conejito porque sus dientes son grandes – soltó una risa – su cuerpo tiene algo de músculo pero no es demasiado y me gusta cuando me abraza porque lo hace fuerte y sabe que tengo hiper...hipersa...hiper...sen...sibli...hipersen...sibi...lidad...¡hipersensibilidad! – habló emocionado cuando pudo pronunciar bien la palabra

– ¡Joaco, muy bien! – felicitó la psicóloga

– ¡lo hice, lo hice! – se paró y comenzó a saltar.

En cuanto la sesión terminó, la psicóloga se despidió de Joaquín y su mamá. Entró a su consultorio de nuevo y en su cabeza sólo estaba la posibilidad de que Joaquín estuviera sintiendo amor por primera vez hacia alguien que no era su mamá o su hermana. Quizás Joaquín comenzaba a enamorarse y debía saber cómo preguntarle y explicarle lo que eso significaba.

Emilio miraba una y otra vez la misma vieja fotografía. Un hombre de espaldas, alto, mirando hacia el río abrazando a un pequeño de cabello rizado.

– me haces tanta falta – no había notado cuándo comenzó a soltar pequeñas lágrimas.

El rizado nunca había contado a nadie sobre lo que a su padre le ocurrió. No pensaba hacerlo jamás porque era una herida que aún estaba abierta. Quizás años habían pasado pero eso no significaba que había olvidado a la persona que siempre quiso.

Incluso cuando hace tres años había confesado de frente a su familia que era bisexual. Su madre sonreía en señal de apoyo, su padre estaba serio pero no lo regañó.

Se levanto y tomó a Emilio de los hombros, caminó con él afuera de la casa y ambos subieron al auto del mayor. Llegaron al lugar de aquella vieja fotografía.

Era el lugar de su padre. Un lugar especial.

Cuando ambos bajaron de el automóvil, John los llevó a una piedra donde ambos se sentaron.

– ¿cómo lo supiste, Emilio? – preguntó el mayor

– ¿qué cosa? – respondió el pequeño rizado

– que eras bisexual.

Un silencio cubierto por el sonido del agua y el viento se presentó. Fue cortado tras las palabras del niño.

– antes me gustaba mucho mi primera novia pero después me empecé a sentir incómodo con ella, conocí a un niño que me agradó mucho, creí que lo quería como un amigo hasta que me di cuenta que no lo veía así. Me gustaba mucho, papá. Tanto que siempre quería estar a su lado y quería ser yo quien reemplazara a mi exnovia. Ella y ese niño se volvieron pareja y yo sólo deseaba ser ella, entonces me di cuenta de todo.

Emilio soltaba ligeras lágrimas pensando que su padre podría haberlo dejado de querer pero él no había elegido ser bisexual. Él había nacido así.

– no me dejes de querer, te lo ruego papá, por favor – el llanto incrementó

– no seas tonto, Emilio. Jamás en mi vida dejaría de amarte tanto como lo hago. Ni lo pienses. Ahora, ven aquí – John abrió sus brazos y su hijo se arrojó a ellos llorando en el pecho de su padre.

Lloraba y ya no por miedo, no por tristeza. Lloraba por felicidad, la enorme felicidad de ser apoyado por su padre.

Ambos se levantaron de la roca para comenzar a caminar pero Emilio lo detuvo.

– quédate ahí, es una buena toma, iré por la cámara – no tuvo tiempo de moverse cuando su hijo había corrido al auto por la cámara fotográfica que solían guardar en la guantera.

Regresó e hizo que su padre se girara hacia el lago. Tomó la foto y sonrió.

– vámonos pa – ambos caminaron al automóvil del mayor para regresar a casa.

– te extraño tanto.

hola hola c: ojalá que alguien siga leyendo esto jaja :c, no tengo mucho que decir mas que me perdonen por el feo bloqueo mental que tuve. Anyway disfrútenlo mucho. Besos xx.

[editado]

a u t i s m o; e m i l i a c oWhere stories live. Discover now