26: Imperius

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Hedwig entró, cruzó la sala volando y se posó en la mesa, sobre las predicciones de Harry

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Hedwig entró, cruzó la sala volando y se posó en la mesa, sobre las predicciones de Harry.

—¡Ya era hora! —exclamó Harry, yendo aprisa tras ella.

—¡Trae la contestación! —dijo Ron nervioso, señalando el mugriento trozo de pergamino que Hedwig llevaba atado a la pata.

Harry se dio prisa en desatarlo y se sentó para leerlo en el sillón, de un salto me puse a su lado. Una vez desprendida de su carga, Hedwig aleteó hasta posarse en una de sus rodillas, ululando suavemente, le hice un poco de cariño, debía estar cansada.

—¿Qué dice? —preguntó Hermione con impaciencia.

La carta era muy corta, y parecía escrita con mucha premura. Harry la leyó en voz alta:

Laila y Harry:
Salgo ahora mismo hacia el norte.
Aunque no sueñes con esa bruja, no significa que no sea una amenaza, no confíes en ella, es peligrosa, Laila, cualquier presencia que sientas de ella no dudes en decirle a la profesora McGonagall. Y Harry está noticia de que tu cicatriz te ha
dolido se suma a una serie de extraños rumores que me han llegado hasta aquí. Si vuelve a dolerte, ve directamente a Dumbledore. Me han dicho que ha sacado a Ojoloco de su retiro, lo que significa que al menos él está al tanto de los indicios, aunque sea el único.
Estaremos pronto en contacto. Un fuerte abrazo a Ron y Hermione. Abre los ojos, Harry. Y cuídate, Laila.

Sirius

—¿Que viene hacia el norte? —susurré—. ¿Regresa?

—¿Que Dumbledore está al tanto de los indicios? —dijo Ron, perplejo—. ¿Qué
pasa, Harry?

Harry acababa de pegarse con el puño en la frente, ahuyentando a Hedwig.

—¡No tendría que haberle contado nada! —exclamó con furia.

—¿De qué hablas? —le preguntó Ron, sorprendido.

—¡Ha pensado que tenía que venir! —repuso Harry, dando un puñetazo en la mesa que hizo que Hedwig fuera a posarse en el respaldo de la silla de Ron, ululando indignada—. ¡Regresa porque cree que estoy en peligro! ¡Y a mí no me pasa nada! No tengo nada para ti —le dijo en tono de regañina a Hedwig, que abría y cerraba el pico esperando una recompensa—. Si quieres comer tendrás que ir a la lechucería.

Hedwig lo miró con aire ofendido y volvió a salir por la ventana abierta, pegándole en la cabeza con el ala al pasar.

—¡Oye! ¡No le grites a la lechuza!—exclamé.

—Harry... —comenzó a decir Hermione, en un tono de voz tranquilizador.

—Me voy a la cama —atajó Harry—. Hasta mañana.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosWhere stories live. Discover now