33: El cuarto campeón

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No pude evitar agrandar los ojos y tirar con mi codo uno de los platos de oro sin querer

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No pude evitar agrandar los ojos y tirar con mi codo uno de los platos de oro sin querer. Harry permaneció sentado a mi lado, consciente de que todos cuantos estaban en el Gran Comedor lo miraban. No se porque, pero le tome la mano a Harry y se la apreté sin entender que estaba pasando. Era como un reflejo; como cuando te pica algo y te rascas la piel, o cuando pestañeas cuando te pica el ojo. Y a él le pasó lo mismo porque aún sin verme, me apretó lo mano.
Nadie aplaudía. Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón. Algunos alumnos se levantaban para ver mejor a Harry, que seguía inmóvil, sentado en el sitio.
En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo.
Harry se volvió hacia nosotros. Trague, no podía hablar, y vi a Hermione como siempre; ella siempre sabía la respuesta. Pero ella solo negó con la cabeza:

—Yo no puse mi nombre —dijo Harry, totalmente confuso—. Ustedes lo saben.

—Lo se—dije tratando de parecer que estaba en calma, sin embargo no entendía nada como él, tal vez debía ser un error—. Lo sé, Harry.

En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

—¡Harry Potter! —llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!

—Vamos —le susurró Hermione, dándole a Harry un leve empujón.

Harry se puso en pie, se pisó el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco, nuestras manos seguían entrelazadas y por un momento pensé que me iba a levantar con él hasta que las puntas de nuestros dedos se tocaron y nuestras manos se dejaron de sostener.

Avanzó por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. No podía ver a todos los otros estudiantes, lo único que veía era a Harry. Después de lo que le pareció una hora, se halló delante de Dumbledore y notó las miradas de todos los profesores.

—Bueno... cruza la puerta, Harry —dijo Dumbledore, sin sonreír.

Harry pasó por la mesa de profesores. Hagrid, sentado justo en un extremo, no le guiñó un ojo, ni levantó la mano, ni hizo ninguna de sus habituales señas de saludo. Parecía completamente aturdido y, al pasar Harry, lo miró como hacían todos los demás. Pude sentir los pensamientos de Harry, la sorpresa del anuncio de su nombre debilitó mi muro mental y pude sentir su ansiedad y nerviosismo, nos vimos una última vez antes de que mi mejor amigo saliera del Gran Comedor.

—Por favor, todos vuelvan a sus habitaciones—anunció Dumbledore con un tono neutro, no estaba enojado, o alterado, si no calmado o cómo si calculara sus palabras. En cuanto los alumnos salieron de sus asientos todo el mundo comenzó a hablar, todos comenzaron a cuchichear y murmurar entre sí, hablando de lo que acababa de pasar. Sin embargo de entre todos, Gryffindor y Hufflepuff eran los más ruidosos. Fred, George y Lee hablaban sin poder creerlo discutiendo de qué forma Harry habría puesto su nombre me el cáliz de fuego ¿alguna otra poción? ¿Le había pedido a alguien mayor?. Pero esas preguntas eran estupidas, yo sabía que Harry no lo había puesto. Mi amiga Fay pasó a mi lado dando saltos.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt