57: Papá

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A las doce del día siguiente salimos del castillo

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A las doce del día siguiente salimos del castillo. El tiempo era más suave de lo que había sido en lo que llevaban de año, y cuando llegamos a Hogsmeade los cuatro nos quitamos la capa. En la mochila de Harry llevábamos la comida que papá había pedido: una docena de muslos de pollo, una barra de pan y un frasco de zumo de calabaza que habían servido en la comida.  A la una y media subimos por la calle principal, pasamos Dervish y Banges y salimos hacia las afueras del pueblo. El ventoso callejón salía del pueblo hacia el campo sin cultivar que rodeaba Hogsmeade. Las casas estaban por allí más espaciadas y tenían jardines más grandes. Caminamos hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblamos una curva y vi al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca. Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardar. Lo reconocí enseguida y no pude evitar sonreír.

—Hola, Sirius —saludó Harry, cuando llegamos hasta él. 

—¡Papa!— salude contenta, este se puso en dos patas trasera y me puso las otras patas en los hombros, me balanceé un poco por el peso,  y me empezó a oler.

—Estoy bien—murmuré, el perro olió con avidez la mochila de Harry, meneó la cola, y luego se volvió y comenzó a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Suspire teatralmente antes de traspasar la cerca y lo seguimos. Él nos condujo a la base misma de la montaña, donde el suelo estaba cubierto de rocas y cantos rodados, y empezó a ascender por la ladera: un camino fácil para él, con sus cuatro patas; pero pronto me quede sin aliento y extrañe mi alfombra mágica. Seguimos subiendo tras él durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. Al final se perdió de vista, y, cuando llegamos al lugar en que había desaparecido, vi una estrecha abertura en la piedra. Me metí  por ella con dificultad y estábamos en una cueva fresca y oscura. Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak. Mitad caballo gris y mitad águila gigante, sus fieros ojos naranja brillaron al vernos. Los tres; Ron, Hermione y Harry se inclinaron notoriamente ante él, pero yo me olvide completamente de eso.

—¡Buckbeack!—grité emocionada me acerque a él y le acaricie las plumas, el me olió y, dio un sonido de aprobación

—Chica Lizzy—graznó—. Dulce chica Lizzy. Extrañar chica Lizzy.

—Yo igual te extrañe—sonreí.

Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras y permitió que Hermione se acercara y le acariciara el cuello con plumas. Sin embargo deje de ver al hipogrifo y vi preocupada a mi padre; llevaba puesta una túnica gris andrajosa, la misma que llevaba al dejar Azkaban, y estaba muy delgado. Tenía el pelo más largo que cuando se había aparecido en la chimenea, y sucio y enmarañado como el curso anterior. 

—¡Pollo! —exclamó con voz ronca, después de haberse quitado de la boca los números atrasados de El Profeta y haberlos echado al suelo de la cueva. Harry sacó de la mochila el pan y el paquete de muslos de pollo y se lo entregó.

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosWhere stories live. Discover now