34: Mi linda garganta

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Al despertar el domingo por la mañana, lo primero que hice fue verme al espejo, las marcas de los dedos en mi garganta de cuando ese hombre me asfixio en mi sueño seguían allí. Si esto me pasaba es porque teníamos una conexión. Y yo no quería tener una conexión con el asesino de mi madre. Suspire, otro día de usar la bufanda. Baje a comer desayuno con Hermione, en la sala común no vi a Harry y tampoco en el Gran Comedor, esperé a que apareciera pero no llegó, traté de hablar con Ron pero al parecer no estaba de humor, hablando solo con Seamus y Dean. Con Hermione cómo las buenas amigas que somos decidimos llevarle algo a Harry, no debía estar de humor, Hermione le envolvió tostadas en una servilleta, y yo le envolví algunos buñuelos Dulces qué tal vez me comí unos pocos de camino a la torre de Gryffindor.

—Tú...de verdad no crees que Harry puso su nombre en el cáliz , cierto?—le pregunté a Hermione con duda , ella me miró confundida.

—Por supuesto que no! La cara que puso cuando anunciaron su nombre...—ella negó con la cabeza. Iba a decir la contraseña para entrar por el retrato pero esté se abrió y casi chocamos con mi amigo cuatro ojos.

—Hola —saludó Hermione, que llevaba una pila de tostadas envueltas en una servilleta, yo comía felizmente un buñuelo, ella le extendió las tostadas y yo le tuve que extender los deliciosos buñuelos—. Te hemos traído esto... ¿Quieres dar un paseo?

—Buena idea —le contestó Harry, agradecido.

Bajamos la escalera, cruzamos aprisa el vestíbulo sin desviar la mirada hacia el Gran Comedor y pronto recorríamos a zancadas la explanada en dirección al lago, donde estaba anclado el barco de Durmstrang, que se reflejaba en la superficie como una mancha
oscura. Era una mañana fresca, y no dejamos de movernos, yo masticando los buñuelos, mientras Harry le contaba a Hermione qué era exactamente lo que había ocurrido después de abandonar la noche anterior la mesa de Gryffindor.

—Bueno, estaba segura de que tú no te habías propuesto —declaró Hermione cuando él terminó de relatar lo sucedido en la sala—. ¡Si hubieras visto la cara que pusiste cuando Dumbledore leyó tu nombre! Pero la pregunta es: ¿quién lo hizo? Porque Moody tiene razón, Harry: no creo que ningún estudiante pudiera hacerlo... Ninguno sería capaz de burlar el cáliz de fuego, ni de traspasar la raya de...

—¿Has visto a Ron? —la interrumpió Harry.

Hermione dudó.

—Eh... sí... está desayunando —dijo.

—¿Sigue pensando que yo eché mi nombre en el cáliz?

—Bueno, no... no creo... no en realidad —contestó Hermione con embarazo.

—¿Qué quiere decir «no en realidad»?

—¡Ay, Harry!, ¿es que no te das cuenta? — dijo Hermione—. ¡Está celoso!

—¿Celoso? —repitió Harry sin dar crédito a sus oídos—. ¿Celoso de qué? ¿Es que le gustaría hacer el ridículo delante de todo el colegio?

—No estás haciendo el ridiculo—trate de calmarlo.

—Mira —le explicó Hermione armándose de paciencia—, siempre eres tú el que acapara la atención, lo sabes bien. Sé que no es culpa tuya —se apresuró a añadir, viendo que Harry abría la boca para protestar—, sé que no lo vas buscando... pero el caso es que Ron tiene en casa todos esos hermanos con los que competir...

—No olvides a Charlie, Ah...Charlie—suspire.

—...y tú eres su mejor amigo, y eres famoso. Cuando te ven a ti, nadie se fija en él, y él lo aguanta, nunca se queja. Pero supongo que esto ha sido la gota que colma el vaso...

Laila Scamander y El Torneo De Los Tres MagosWhere stories live. Discover now