Capítulo 1

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—¿Ya está?

—Sí, ya está. —Chaeyoung arrojó una bolsa de loneta en la parte trasera del coche y después se sentó en el asiento del acompañante—. Llegué ligera de equipaje. Y te juro que no me llevo ningún souvenir.

No quería ningún recuerdo de su temporada en la prisión femenil Daegu.

Se puso cómoda sobre la lujosa piel del asiento, modificó los mandos del aire acondicionado para que la ventilación le diera directamente y entonces, al darse cuenta de que no se habían puesto en marcha, miró al lado del conductor.

—El cinturón de seguridad.

—Ah, claro. —Chaeyoung se pasó el cinturón por delante del pecho y lo abrochó.

Se llevó la lengua a la mejilla y dijo—: No quiero infringir la ley.

Como abogada, Chou Tzuyu no estaba mal. Pero si tenía sentido del humor, era evidente que lo guardaba bajo llave. Ni siquiera esbozó una sonrisa ante el comentario socarrón de Chaeyoung.

—Vamos, Tzuyu, alegra esa cara —dijo Chaeyoung—. Es un día especial.

—Por desgracia, no somos los únicos que queremos celebrarlo.

Tzuyu llamó la atención de Chaeyoung hacia un coche bastante feo de color verde oliva que había aparcado en una plaza para discapacitados. Y no parecía que tuviera derecho a estar allí, pues no llevaba ningún adhesivo que indicara que era un coche adaptado. Nada diferenciaba del resto de vehículos al humilde sedán salvo el hombre que había sentado detrás del volante.

Chaeyoung maldijo en voz baja.

—¿Qué carajo hace aquí?

—Todos los periódicos han anunciado que ibas a salir hoy, pero dudo que te haya traído champán.

—Y ¿por qué ha venido a este agujero sólo para ver a una pobre perdedora?

—Supongo que quiere retomar las cosas donde las dejaste.

—Pues lo tiene claro.

El tema de su conversación, Namjoon, había aparcado en un lugar llamativo a propósito. Quería que Chaeyoung lo viera. Y Chaeyoung lo habría reconocido en cualquier sitio, porque Namjoon era un cabrón. Detrás de los cristales opacos de las gafas de sol, sus ojos, sin duda miraban a la ex reclusa con una animadversión que ni siquiera esos cinco años habían logrado mitigar.

Chaeyoung se encogió de hombros con más indiferencia de la que sentía.

—Pierde el tiempo.

Como si fuera una sentencia, Tzuyu contestó:

—Está claro que no opina lo mismo.

Mientras se aproximaban al otro coche, Chaeyoung le dedicó una amplia sonrisa a Namjoon y después le levantó el dedo medio delante de la cara.

—Carajo. Chaeyoung. —Tzuyu aceleró hacia la puerta de la cárcel—. Pero ¿qué te pasa?

—No le tengo miedo.

—Pues deberías. Si tuvieras un poco de sentido común, te cagarías de miedo. Parece que no se le ha olvidado lo de Mark. Mantente alejado de él. Y lo digo en serio. ¿Me oyes? No lo provoques.

—¿Me vas a cobrar por este consejo que no te he pedido?

—No, este consejo es cortesía de la casa. Es para protegernos a las dos.

A pesar del aire acondicionado a toda potencia, Chaeyoung bajó la ventanilla en el momento en que Tzuyu atravesaba las compuertas del centro penitenciario que había sido su hogar durante los últimos cinco años. El sitio en el que la habían encerrado era considerado de «seguridad mínima», pero aun así, era una cárcel.

—Que no se ofendan los de Daegu, pero no quiero volver a pisar este pueblo en mi vida —comentó mientras salían de aquella ciudad de la parte sureste de Corea y se dirigían al norte por la autopista 40.

Notaba el aire caliente, seco y arenoso, además de perfumado por el diesel y gasolina quemados en una carretera tan transitada, pero aun con todo, seguía siendo aire libre, el primero que respiraba Chaeyoung desde hacía mil ochocientos veinticinco días. Lo saboreó.

—¿Sienta bien estar en la calle? —le preguntó la abogada.

—Ni te lo imaginas.

Al cabo de un momento, Tzuyu añadió:

—Decía en serio lo de Namjoon.

El viento cargado de arena chocaba contra la cara de Chaeyoung y le aplastaba el pelo contra la cabeza.

—Relájate, Tzuyu—dijo la mujer gritando por encima del ruido de un camión que los adelantó justo en ese momento—. No voy a hacerme de problemas con Namjoon. Ni con nadie. Eso es cosa del pasado. La prehistoria. Acepté mi castigo y he pagado mi deuda con la sociedad. Estás delante de una persona reformada y rehabilitada.

—Me alegro de saberlo —contestó la abogada, llena de escepticismo.

Chaeyoung llevaba todo ese rato observando a Namjoon por el espejo retrovisor. Los había seguido al salir de Daegu y ahora continuaba a su mismo ritmo, dejando por lo menos tres vehículos entre ambos coches en todo momento. Si Tzuyu se había dado cuenta de que Namjoon les iba pisando los talones, no lo mencionó. Chaeyoung empezó a comentar algo al respecto, pero entonces pensó que había cosas que su abogada no necesitaba saber. Cosas que no harían más que preocuparla.







Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora