Capítulo 19

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El teléfono sonó un lunes a primera hora, justo cuando Chaeyoung acababa de despertarse, aunque antes de que se hubiera levantado de la cama. Rodó por el colchón, adormilada, tanteó la mesita de noche hasta encontrar el teléfono móvil nuevo y abrió la tapa.

—¿Sí?

—¿Señorita Son?

Se despertó de sopetón.

—Sí, soy yo.

Ella no se presentó. No hacía falta.

—¿Le iría bien hoy a la una?

—¿A la una? —Como si le hiciera falta pensarlo. Como si fuera a tener otro compromiso. Como si fuera a tener algo más que hacer—. Sí. la una está bien.

—Aquí tiene la dirección. —Le dio un número de la calle Dongtan. —¿La ha apuntado?

—Sí, sí.

La mujer colgó. Chaeyoung cerró la tapa del móvil y se quedó allí tumbada y aferrada al aparato, aferrada al hecho de que al final la cosa era en serio.

Entonces se levantó y se sentó en la cama como movida por un resorte. El tirón de la espalda protestó lo suficiente para obligarle a contener la respiración.

Arrojó a un lado las sábanas, salió de la cama y, desnuda de la cabeza a los pies, fue registrando el piso hasta encontrar pluma y papel con los que apuntar la dirección.

Estaba segura de haberla memorizado, pero no quería arriesgarse.

Entró en el cuarto de baño. De pie delante del inodoro, bajó la mirada hacia su cuerpo y murmuró:

—Ni se te ocurra sentir miedo escénico.

Como esperaba, había superado el reconocimiento médico con unas calificaciones sobresalientes. La enfermera se había puesto en contacto con ella al cabo de apenas dos días. El informe decía que el electrocardiograma era normal y que tenía los pulmones limpios. Era hipotensa, tenía poco colesterol y un índice de PSA bajo. Su recuento de esperma, por el contrario, era bastante alto. Excelente.

Había metido el informe médico, junto con el número del móvil nuevo, en el sobre con dirección y sello que Jackson le había dado a tal efecto, y lo había echado en el buzón de correos más cercano.

De eso hacía dos semanas. Desde entonces, se había cambiado de piso y su tono paliducho se había reducido considerablemente.

Gracias al dinero recién adquirido, había abandonado aquel tugurio infestado de cucarachas y se había mudado a una casita pequeña pero de dos plantas. Vivir estrictamente con dinero en efectivo presentaba los problemas que ya había anticipado. Cuando firmó el contrato de alquiler, más de uno enarcó las cejas, pero el administrador del complejo urbanístico aceptó el efectivo sin preguntar demasiadas cosas. Su nuevo hogar no estaba en el barrio más elitista de la ciudad, porque para eso habría necesitado cartas de recomendación y un estudio mucho más a fondo de su perfil, pero estaba varios mundos por encima del lugar que acababa de dejar atrás.

El complejo tenía puerta de seguridad, jardines bien cuidados, gimnasio y piscina, a la que debía su leve bronceado. Después de montar los muebles nuevos y colocar un sistema de sonido y una televisión de alta definición y pantalla plana (el mejor invento de la historia), no tenía mucho más que hacer salvo entrenar —la idea de engordar había sido fruto de un momento de bajón— y zanganear junto a la piscina.

También iba todos los días al hospital cercano a visitar a Somi, y siempre le llevaba algún obsequio. Al principio le llevaba flores, hasta que una de las enfermeras se quejó de que la habitación se parecía cada vez más a un invernadero. Rosé, que demostró ser una amiga fiel y atenta con Somi, le recriminó a Chaeyoung la falta de originalidad. Así pues, un día le llevó un oso de peluche. Al día siguiente le llevó un gorro bucket. «Para que te la pongas hasta que salgas de aquí y puedas ir a la peluquería», le dijo mientras se la colocaba con cariño en la cabeza.

Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Where stories live. Discover now