Capítulo 25

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Maratón 2/2


Una semana después de la paliza, Chaeyoung empezó a pensar que conseguiría sobrevivir. Durante los seis días anteriores, no había estado tan segura.

Los cabrones que la habían machacado no habían tenido la delicadeza de dejarla inconsciente por lo menos. Y lo habían hecho de forma intencionada.

Querían que estuviera despierta para notar cada puñetazo, cada golpe, cada herida. Querían que estuviera consciente para que, cuando le levantaran la cabeza por los pelos y señalaran con el dedo para que mirara hacia un coche aparcado allí cerca, reconociera que era el anodino sedán de color verde oliva de Namjoon y viera el destello simpático de sus faros. No querían que estuviera atontada ni confundida. Querían que recordara la paliza y quién estaba detrás de ella.

Le habían provocado una conmoción cerebral. Había sufrido un par de ellas mientras hacía los duros entrenamientos y reconocía los síntomas. Aunque no experimentó la amnesia que acompaña en ocasiones a las conmociones, las náuseas, el aturdimiento y la visión borrosa la habían atormentado durante las siguientes veinticuatro horas.

Lo mejor habría sido que no se hubiera movido más que para marcar en el móvil el número de emergencias con el fin de pedir una ambulancia que fuera a recogerla al estacionamiento. Sin embargo, ir a urgencias habría requerido papeleo, relación con la policía. Dios sabía cuántas cosas más.

Sin saber muy bien cómo, logró subirse al coche y conducir hasta casa antes de que los ojos se le cerraran por culpa de la hinchazón. Desde entonces, había tomado comprimidos de ibuprofeno cada dos horas e intentado encontrar una posición en la que tumbarse sin sentir ese dolor tan agónico. No se preocupó de las lesiones internas. Los profesionales sabían cómo hacerte daño para que lo notaras, pero no querían cargar con un muerto a sus espaldas. Si lo hacían, ellos también eran carne de cañón. Lo único que querían era que la víctima acabara suplicando que le llegara la muerte para así terminar con el dolor.

Se incorporaba sólo para orinar, y no lo hacía hasta que tenía la vejiga a punto de estallar. Cuando salía de la cama, caminaba como un anciana, encorvada por la cintura y arrastrando los pies, porque cada vez que intentaba levantarlos, un dolor punzante en la parte inferior de la espalda le hacía derramar lágrimas de impotencia.

El día anterior, su movilidad había mejorado un poco. Hoy había reunido el coraje suficiente para meterse en la ducha. El agua caliente le había hecho bien, pues había calmado varios de sus puntos doloridos.

El dormitorio apestaba a su olor corporal, porque no había cambiado las sábanas desde hacía días. Cansada de ver las mismas cuatro paredes todo el tiempo, salió de la habitación por primera vez en una semana. Se le antojaba tomar un café. Se dio cuenta de que tenía un hambre feroz. Las cosas empezaban a mejorar.

Estaba tragando unos huevos revueltos directamente de la sartén cuando sonó el timbre.

—¿Quién carajo será?

No se le ocurría quién podía llamar a su puerta. Logró llegar a la entrada y espió por la mirilla.

—Tiene que ser una broma —masculló. Y luego dijo—. ¡Mierda!

—¿Chaeyoung?

Chaeyoung bajó la cabeza, abatida, y empezó a sacudirla, maravillada de la puñetera mala suerte que tenía.

—Sí, un momento.

Forcejeó con los seguros, que había conseguido pasar sacando fuerzas de flaqueza al llegar a casa la noche de la paliza, por miedo a que los matones de Namjoon tuvieran ganas de volver a por una segunda ronda.

Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Where stories live. Discover now