Capítulo 30

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Heechul subió las escaleras de las gradas y se sentó al lado de Chaeyoung. Durante unos largos sesenta segundos permanecieron quietos en posición idéntica, con los antebrazos por encima de los muslos y las manos atrapadas entre las rodillas, mientras miraban a los jugadores del campo.

Heechul fue el primero en romper el silencio.

—¿Qué carajo haces aquí, Chaeyoung?

—Ver el entrenamiento.

—Es el tercer día seguido que vienes.

—¿Los has contado?

—Sí, los he contado. ¿Qué pasa?

—Bueno, en mi opinión de profesional, Yeji es tan buena como cualquier otra jugadora de su equipo. No batean con fuerza. Su defensiva es una porquería. Yeji lanza la pelota como puede pero...

—Ve al grano, Chaeyoung —intervino Heechul, todavía más enfadado que al principio—. ¿Por qué has venido a ver cómo entrena al béisbol un equipo de estudiantes de secundaria?

Chaeyoung volvió la cabeza y luego lo miró.

—Para matar el tiempo, Heechul. Porque no tengo nada que hacer. Si no han cambiado las cosas, esto es un lugar público, así que tengo el mismo derecho a estar aquí que tú. Si no te gusta, no tienes por qué darme conversación. Yo no te he invitado a sentarte conmigo. ¿Por qué no vuelves a bajar y te sientas en las gradas esas, con la gente decente, antes de que se te pegue algo de mí y te echen de una patada del club?

En el campo, los entrenadores había reunido a las chicas y les habían dejado que bebieran un poco de agua de la cantimplora mientras les daban indicaciones sobre las jugadas. Parecían muñecas con el uniforme y el equipo más grande que ellas. Chaeyoung había empezado a jugar al fútbol aproximadamente a la misma edad que Yeji. Supuso que si su estatura nunca había sido alta debería de parecer un monigote también.

Heechul se quedó donde estaba. Entonces dijo:

—Mi hija te adora.

—Vaya ídola tan penosa.

—Eso mismo le dije yo.

Observaron cómo los entrenadores separaban a las chicas en dos equipos y guiaban a ambos grupos a los extremos opuestos del campo para hacer ejercicios de repetición. Pasaron cinco minutos. Diez.

Al cabo del rato, Heechul se aclaró la garganta.

—¿Recuerdas aquella noche en Seúl?

Chaeyoung no dio muestras de haberlo oído, pero se acordó al instante de la noche en concreto a la que se refería.

—Jamás en mi vida he pasado tanto frío.

—Estábamos a diez grados bajo cero en el terreno de juego —dijo Chaeyoung—. O eso me dijeron después. Antes del partido no se atrevieron a decírnoslo en el vestuario. Jugamos dos horas al béisbol con un vendaval de nieve, y cuando llegó del final del partido, lo único que nos quedó para demostrarlo fue un mísero jonrón. El bateador, que llevaba un forro polar y se pasó el partido tomando bebidas calientes en el banquillo para no congelarse, levanta el trasero esquelético del banco y marca el único jonrón del partido. A mí me se me congelan los dedos. Los tengo tan fríos que no puedo ni doblarlos. Y resulta que el bateador menos importante del equipo se lleva toda la gloria.

Heechul ahogó una risita.

—Además, era un flacucho.

—Dímelo a mí. ¿De dónde era? Creo que no tenía ni una vocal en el apellido.

Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Where stories live. Discover now