Capítulo 18

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El Centro Médico Asan estaba rodeado de una red de carreteras en obras.

Para cuando consiguió abrirse paso entre las zonas en construcción y hubo recorrido todos los desvíos que le indicaban, Chaeyoung había empezado a maldecir con la misma profusión con la que sudaba.

Atravesó trotando lo que le parecieron kilómetros de estacionamiento, hasta llegar por fin a la recepción del hospital y esperar a que le tocara el turno en el mostrador informativo. Cuando el empleado le comunicó finalmente el número de habitación de Somi, no podía contener más la impaciencia.

Plantada delante de la puerta de esa habitación, apoyada contra la pared, estaba la vecina con la que Chaeyoung se había cruzado al entrar en el ascensor.

Cuando ésta se dio cuenta de que Chaeyoung se acercaba dando grandes pasos hacia ella, dio un salto como si le hubieran dado con un zape y se cuadró en medio de la puerta. Abrumada, empezó a sacudir los brazos delante de la cara.

—No, no. Váyase. Ella no querrá que la vea así.

—¿Por qué está ingresada? —Chaeyoung no había sacado nada en claro de la chica histérica con la que había hablado por teléfono.

La mujer dejó de protestar y bajó las manos. Su cara se contorsionó y se transformó en una máscara triste. Tenía los ojos rojos de tanto llorar y empezó a derramar lágrimas nuevas.

—No me puedo creer que le haya pasado algo así a Somi. Al principio pensé que había sido usted, aunque no parecía de esa clase de persona. Fue una salvajada...

—¿Una salvajada?

La mujer empezó a sacudir las manos delante de la cara otra vez, pero ahora la vergüenza cubría el resto de sus emociones. Frustrada, Chaeyoung la apartó, pasó por alto el cartel de «NO MOLESTAR» y entró en la habitación. Las persianas estaban bajadas para impedir que entrara el sol de media tarde, y todas las luces estaban apagadas. Aun con todo, Chaeyoung veía lo suficiente, y lo que vio la obligó a detenerse a medio camino entre la puerta y la camilla del hospital.

—Dios mío.

—Ya le dije que era una salvajada. —La vecina había entrado detrás de ella—. Por cierto, me llamo Rosé.

—Yo soy Chaeyoung. Y no le he hecho esto.

—Me he dado cuenta... Ahora.

—¿Qué ocurrió?

—Aproximadamente una hora después de que nos cruzáramos en el pasillo, llamaron a mi puerta. No esperaba visita, y el conserje no me había anunciado la llegada de nadie. Miré por el monitor de seguridad y vi a Somi, allí de pie en el frente de mi puerta, pero... hecha un desastre. Estaba... así.

Le habían dado una paliza de campeonato. Chaeyoung no le veía el cuerpo entero, por supuesto, pero sí veía que llevaba magulladuras y contusiones en cada centímetro de la piel que quedaba al descubierto. Si el resto de su cuerpo se parecía a su cara, tenía suerte de seguir con vida. Le habían cerrado con puntos algunos de los cortes. La sangre le había pegado el pelo a la cabeza.

Tenía el rostro tan desfigurado por la hinchazón que, si no hubiera sabido quién era, jamás la habría reconocido.

—Le rompieron la mandíbula —susurró Rosé—. Esta mañana la han operado para soldársela. Anoche, ni las dosis más altas de morfina conseguían calmarle el dolor.

Chaeyoung bajó la cabeza y respiró hondo varias veces. Cuando levantó la cabeza, preguntó con una calma heladora:

—¿Quién era su siguiente cliente? Después de mí. Había quedado a medianoche. Insistió en que me marchara para que le diera tiempo a arreglarse antes de que llegara. ¿Sabes cómo se llama? —Se volvió hacia Rosé con brusquedad, y su expresión hizo que la mujer retrocediera asustada—. ¿Sabes cómo se llama? —repitió furiosa.

Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Where stories live. Discover now