Capítulo 15

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A la mañana siguiente, Chaeyoung tenía molestias en la espalda por haber dormido en aquel colchón tan blando, que se hundía en el centro. Se negaba a reconocer que el dolor crónico era consecuencia de los trece años de recibir duros entrenamientos, desde el instituto hasta su etapa con los Twins.

El hombro derecho también le molestaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. A lo largo de su trayectoria como jugadora, se había roto dos dedos, y uno de los meñiques se le había fracturado dos veces por el mismo sitio. La segunda vez no se había molestado en que se lo entablillaran, de modo que el dedo se soldó en mala posición y ahora lo tenía torcido. Otra serie de variados contratiempos y dolencias hacían que levantarse de la cama por las mañanas fuera un proceso lento.

Mientras recordaba con placer el calor de las sábanas perfumadas y sedosas de Somi, fue cojeando hacia la tristona cocina, hirvió el agua para el café instantáneo, se preparó una tostada y la tragó con ayuda de un vaso de leche para quitarse de la boca el sabor amargo de ese sucedáneo de café.

Para no olvidarse, llamó a la agente de la condicional que tenía asignada.

Antes, la voz del contestador de Park Jihyo le había dado la impresión de que era una mujer bastante amable, y ahora, su voz en directo sonaba todavía más amistosa y menos amenazadora.

—Sólo llamaba para asegurarme de que ha oído el mensaje que le dejé ayer —dijo Chaeyoung después de intercambiar los saludos y preguntas de rigor.

—Claro que sí, pero deje que le repita la información, para asegurarme de que lo he anotado bien. —Recitó la dirección y el número de teléfono que Chaeyoung le había dado.

—Exacto.

—¿Qué tal el tema laboral, Chaeyoung? ¿Le ha salido algo ya?

—Hoy me encargaré de eso.

—Bien, bien. Infórmeme si hay algún avance.

—Así lo haré.

—Bueno, ya conoce las pautas de la libertad condicional, así que no la aburriré enumerándolas de nuevo.

—Las tengo grabadas en el cerebro. No quiero volver a la cárcel.

—Y yo no quiero que vuelva. —La funcionaria vaciló y luego dijo—: Vaya increíble jugadora que era, Chaeyoung. Verla era todo un espectáculo.

—Gracias.

—En fin, buena suerte.

Una vez cumplida la tarea, Chaeyoung se dirigió a la ducha. En el cemento blanco de las juntas de las baldosas crecía una cosa verde y peluda, pero, para su sorpresa, comprobó que el chorro de agua caliente era abundante. Se vistió deprisa pero con cuidado, eligiendo las mejores prendas de entre las que Tzuyu le había dejado en el armario del apartamento. Apuntó mentalmente que tenía que preguntarle a su abogada dónde estaba almacenado el resto de sus cosas y cómo podía ir a recuperarlo todo.

Entonces se acordó de que, si Jackson y su esposa cumplían con su parte del trato y le pagaban lo prometido, podría comprarse ropa nueva. Ese pensamiento hizo que su estómago saltara de alegría y anticipación.

Sin embargo, hasta las dos del mediodía no sabría si todo iba a ir según lo acordado. Mientras tanto, tenía otros asuntos que atender.

. . .

Entró en una clínica médica en la que no hacía falta pedir cita previa a las ocho y media de la mañana y tardó menos de una hora en salir.

—¿A partir de cuándo puedo pasar a buscar los resultados?

—Tardan de tres a cinco días.

—Que sean tres —dijo Chaeyoung mientras le guiñaba un ojo a la enfermera y le dedicaba su mejor sonrisa.

Ella sonrió como una boba y le prometió que lo intentaría. Estaba claro que no había seguido los partidos de béisbol de los Twins.

Desde la clínica fue directo a una biblioteca pública: la que quedaba más cerca de su antigua dirección más acomodada. Dudaba que hubiera bibliotecas en las inmediaciones de su apartamento actual, dudaba incluso de que muchos de los residentes de la zona supieran leer.

Cuando llegó a la biblioteca descubrió que no abrían hasta las diez. Un remolino de niños pequeños y madres jóvenes (joder, ¿por qué tenían que ser tan guapas las madres jóvenes?) se había congregado junto a las puertas y esperaba a que abrieran.

Tanto las madres como sus hijos se la quedaron mirando con curiosidad.

No es que fuera realmente alta pero su condición atlética, algunos tatuajes pequeños que tenía en las manos y su apariencia destacaba del resto. El corte y el hematoma que llevaba en la mejilla, regalo de Namjoon, también les llamó la atención, cosa que la hizo sentir especialmente fuera de lugar entre los participantes de la Actividad Matutina del Jueves en la Biblioteca.

En cuanto abrieron las puertas, las madres se adentraron con sus hijos en un rincón alejado mientras ella se acercaba al mostrador de información. La bibliotecaria sonrió con amabilidad y le preguntó en qué podía ayudarle.

—Necesito usar una computadora. Y es probable que tenga que ayudarme a manejarla.

Cinco años de avances en tecnología informática equivalían a una eternidad. Pero la bibliotecaria le enseñó con paciencia cómo podía conectarse a Internet y navegar por Google, y no tardó en verse metida hasta las cejas en documentos con información sobre la compañía aérea TwiceLights y, más concretamente, sobre su dueño.

En primer lugar, buscó datos generales acerca de los orígenes de Jackson. Ya en la década de 1920, desde la generación de su tatarabuelo, su familia había amasado una gran fortuna con la industria manufacturera y la minería. Como único heredero, Jackson recibió millones y millones además de inmensas parcelas de terreno en varias zonas de Hong Kong.

Viajo a Estados Unidos y realizó un máster en dirección de empresas en la facultad de Empresariales de Harvard y destacó como jugador de esgrima. Cuando regresó recibió numerosos reconocimientos y premios de grupos de empresarios y de voluntarios por su contribución a la comunidad en Hong Kong. Después al trasladarse a Corea, los analistas económicos laureaban su valiente adquisición y relanzamiento de la compañía aérea.

Él y su mujer (no Mina, sino la anterior señora, Suzy) aparecían en varias fotografías de distintos actos caritativos y sociales. Una de las fotos acompañaba a un artículo de Forbes y mostraba a Jackson de pie, robusto, fuerte y orgulloso, delante de un avión de TwiceLights, con los brazos cruzados sobre el pecho y aspecto de acabar de conquistar el mundo.

Cosa que significaba que en algún momento entre el día en que había comprado la compañía, hacía unos años, y ahora, se había quedado parapléjico.

¿Por una enfermedad? ¿Por una desgracia?

Mientras barajaba las posibilidades, Chaeyoung se topó con el extenso obituario de la señora Suzy. Había muerto después de una valerosa y larga batalla contra la leucemia. El matrimonio no había tenido hijos.

El viudo se había casado con Myoui Mina un año y cinco meses después de la muerte de la señora Suzy.

Jackson y Suzy habían ocupado un lugar visible en la prensa, pero Jackson y la segunda señora, Mina, aparecían en los periódicos casi a diario, cosa que explicaba su alusión a que eran «famosos».

Entonces fue cuando Chaeyoung encontró lo que andaba buscando. Un año y setenta días después de su segunda boda, las vidas de Jackson y Myoui Mina habían dado un vuelco irrevocable. El relato aparecía en la portada de The KBS Morning News, con un titular impactante y una fotografía muy gráfica. La noticia no había llegado a la cárcel. O si lo había hecho, Chaeyoung no la había leído. O si la había leído, se había olvidado de ella porque no le atañía ni le resultaba en absoluto interesante.

Chaeyoung leyó dos veces la noticia. Había numerosos enlaces a otros temas relacionados. Los leyó todos y, después, a través del icono para regresar al punto anterior, volvió al relato inicial y lo releyó. Y, cuando por tercera vez se topó con esa frase esclarecedora, que tantas cosas explicaba, se reclinó en la silla y dijo:

«Vaya».







Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Where stories live. Discover now