Capítulo 42

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El funeral de Jackson Wang fue digno de un jefe de estado.

La Iglesia Cristiana Yoido era la única que tenía un templo lo bastante espacioso para alojar a la multitud, así que la congregación ofreció tanto la iglesia como el coro para la ceremonia. El ala principal estaba a rebosar. El resto de los asistentes se acomodaron en varios edificios anexos, donde retransmitieron la ceremonia mediante un circuito cerrado de televisión.

Los agentes del Servicio Secreto se encargaron de mantener la seguridad de la primera dama, que asistió al funeral en representación del presidente, quien se hallaba fuera del país. También había varios congresistas. El alcalde de Seúl realizó el panegírico. Un clérigo importante pronunció la homilía.

Para concluir el funeral, un ex piloto de TwiceLights Airlines leyó las peticiones, y no dejó ni un solo ojo seco en toda la iglesia.

El cortejo fúnebre se extendió kilómetros y kilómetros.

El acto apareció bien documentado en los medios de comunicación, desde la llegada de los dignatarios y los famosos a la iglesia, hasta que la multitud se dispersó ya en el cementerio. 

La mayor parte de las noticias de televisión terminaron con una imagen impactante, la misma fotografía enternecedora que había capturado un periodista para publicarla en prensa: la silueta de Myoui Mina contra el cielo despejado, de pie, a solas, con la cabeza inclinada junto al féretro de su marido.

Mientras Mina permanecía allí sola, no se dio cuenta de que varias cámaras con lentes de teleobjetivo disparaban con furia y a toda velocidad desde una distancia prudencial. De hecho, fue el primer momento en que se sintió verdaderamente a solas desde la muerte de Jackson, ocurrida hacía cinco días.

Encontrar la intimidad necesaria para pasar el duelo le había resultado casi imposible, porque había estado rodeada de gente en todo momento. Había obligaciones y responsabilidades que sólo ella, como única superviviente del difunto, podía llevar a cabo. A la fuerza, realizar esas tareas había mantenido a raya su pena durante el día.

Por la noche, cuando se retiraba a su dormitorio, seguía siendo consciente de que había otras personas en la mansión. Dahyun se había instalado en una de las habitaciones de invitados, Fei en otra, pues ambas se negaban a dejar a Mina sola por las noches. En la puerta de entrada seguían apostados algunos policías. Otros patrullaban el terreno que delimitaba el muro de la propiedad.

En consecuencia, todavía no se había permitido manifestar el duelo ni asimilar del todo que Jackson había desaparecido. No hasta ese momento solitario y tranquilo, en el que la realidad cayó como una losa sobre ella.

Dahyun la había acompañado a la funeraria a elegir el ataúd. Recordaba haber ido, haber visto las distintas opciones, haber escuchado las recomendaciones del director de las pompas fúnebres. Pero hasta este momento no había mirado realmente el féretro. Era robusto y sencillo. A Jackson le habría gustado.

Para las ofrendas, había elegido calas blancas, una flor que Jackson consideraba especialmente bella porque tenía una forma limpia y nada recargada. Alargó la mano y tocó uno de los capullos, lo deslizó entre los dedos y asimiló tanto su textura cremosa como el aspecto tangible que poseía. Esto era real. Esto era permanente. Jackson no regresaría. Mina no volvería a verlo nunca.

Tenía tantas preguntas que hacerle, tantas cosas que decirle, pero todas quedarían en el aire.

—Te quería mucho, Jackson —susurró.

Su corazón estaba convencido de que él lo sabía. Por lo menos, el Jackson de antes había sabido lo mucho que lo quería. Era curioso pero, desde su muerte, cuando pensaba en él, no veía al hombre de la silla de ruedas, de los últimos meses, que se comportaba de forma extraña y decía cosas que sabía que le harían daño a Mina.

Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora