ƁƦ | ❝Nada es más doloroso para la mente humana que un gran y repentino cambio❞
Flashpoint ha desafiado las reglas de la realidad, creando un mundo donde la magia sólo se ve opacada por la maldad que ésta trae consigo.
Camila Rojas, una joven perio...
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A la mañana siguiente me doy una ducha fría, no para ahorrar, sino para hacerme despertar.
La mayoría de los sueños de anoche no los puedo recordar ahora, pero unos cuantos se mantienen en mi mente, como una experiencia vivida en algún momento.
Las gotas caen por mi cuerpo, tibias. Eso logra que abra mis ojos para cerrar la llave caliente, pues las gotas aumentan poco a poco de temperatura. Sin embargo, no la he abierto; la llave se mantiene apretada, siendo la fría la única abierta. Me separo del chorro de agua, extrañada, para después estirar sólo mi brazo; nuevamente es fría.
Cierro la llave de una vez y salgo a vestirme con la ropa que elegí hace un rato: un pantalón, camisa y un saco a juego, pues después tengo que ir al trabajo.
El desayuno es animado. Mis padres me cuentan algunas cosas que les han pasado ahora que viven solos, teniendo la oportunidad de hacer lo que quieran. Suenan relajados y me alegro por ellos.
En ese momento, todo se siente bien. El día anterior y los sueños de anoche parecen haber quedado como un simple recuerdo lejano, pues ahora me enfoco en disfrutar estos momentos con ellos para después llevarlos a la estación del tren.
[...]
El aire mañanero nos golpea cuando estamos en la estación, mientras que el chirrido del tren acercándose se escucha desde metros.
—¿Volverán a visitarme pronto? —pregunto a la vez que me separo de los brazos cálidos de mi madre.
—Esperemos que así sea —responde ella—. Pero si no, siempre eres bienvenida con nosotros.
El golpeteo de las ruedas del tren contra la vías aumenta, por lo que nos acercamos a la parada.
—Oh, casi lo olvido... —dice papá mientras busca algo en el bolsillo de su chaqueta—. Te traje esto —me entrega una pequeña caja de color rojo. La abro y tiene un hermoso medallón con el símbolo de un ojo.
—¡Ah, como en Una serie de eventos desafortunados! —exclamo emocionada; nunca ha sido un secreto mi amor hacia la saga.
Papá hace un movimiento con su labio inferior, tan sutil que no le doy importancia, para después extender sus comisuras en una sonrisa acogedora.
—Sí, claro —me lo quita de las manos y hago a un lado mi cabello para que pueda ponérmelo—. Manténlo siempre contigo —susurra, para después darme un abrazo—. Te deseo un increíble primer día, mi cielito —agrega en español aquel apodo que me dice desde pequeña.
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