ƁƦ | ❝Nada es más doloroso para la mente humana que un gran y repentino cambio❞
Flashpoint ha desafiado las reglas de la realidad, creando un mundo donde la magia sólo se ve opacada por la maldad que ésta trae consigo.
Camila Rojas, una joven perio...
Advertencia: el capítulo contiene un extremo ataque de pánico, por lo que si no te sientes cómodo con esto, puedes parar en la línea "Es la única forma de..." y retomar en "Nota mis..."
Central City, 08 de octubre de 2016. 10:00 p. m.
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
—Por supuesto que con ella si lo haría, porque murió cuando era un niño y culparon a su padre injustamente. En cambio Dante murió ahora que eres un adulto. No digo que duela menos, pero se es más consciente para poder asimilarlo y, en tu caso, no debe ser tan difícil puesto que sólo lo visitabas de mala gana en su cumpleaños.
Mis palabras atraen la atención de los presentes, nuevamente. Me miran con asombro y desconfianza, pero Barry, lo hace con algo de temor.
—Nunca dije el nombre de mi hermano... —Cisco es el primero en hablar, todavía analizando lo que dije—. ¿Quién eres?
Siento mi corazón comenzar a bombear rápido. Tan sólo quería ayudar a Barry, pero creo que empeoré la situación.
Volteo a verlo tratando de que me diga qué hacer, pero él parece perdido en sus pensamientos. Su rostro, antes colorado, se vuelve blanco.
La habitación comienza a llenarse de voces, de preguntas hacia mí. La forma en que ha cambiado la situación es drástica, repentina y demasiado a la vez.
Al mismo tiempo, me empiezo a hacer las preguntas que he tratado de evitar desde esta mañana, dejándolas en algún rincón de mi mente. Estas se vuelven susurros cada vez más fuertes, como si estuvieran gritando dentro de mi cabeza.
No tengo opción. Tengo que ser honesta. Pero, ¿cómo hacerlo cuando ni yo misma sé lo que está pasando?
—Necesito decirles algo... —murmuro de todos modos, con la voz baja y temblorosa, apenas audible para mis propios oídos—. La verdad.
—¿La verdad sobre qué? —pregunta Wally, con las cejas juntas. Hasta ahora era el único que no había comentado nada.
Me preparo; inspiro, pero no espiro. Cuando tenía seis años mi padre me dijo que era una cura para el hipo. Le pregunté si podría morir por aguantar la respiración. «No —respondió—, tu instinto se hará cargo de la situación y te obligará a respirar».
Una lástima, la verdad, ya que no me vendría mal una salida. La idea me da ganas de reír; y de gritar.
Abro mi boca, luchando por encontrar las palabras correctas y, a la vez, por respirar aire.
—Cambié la línea temporal —Barry se adelanta a hablar, con la voz ronca y cruda.
Entonces lo único que sale de mi boca es un ruidito de conformidad, ahogado en el nudo de mi garganta.
Sus palabras hacen eco en la habitación y sirven para callar a las demás.
La mirada de Barry va subiendo lentamente, hasta encontrarse con los ojos marrones de Caitlin. Se ve tan confundido, pero la mujer lo mira con un brillo de preocupación, con los ojos buscando los suyos. No puedo evitar mirarlos curiosa.
